AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 25 de diciembre de 2011

¡Sueños!

Preguntarme por que hago lo que hago... ¿Qué sentido tiene? ¿Cuántas veces me han formateado? Me gustaría saber cuanto hace que respiro... ¿Realmente soy de este planeta? Pero cuando tomo conciencia... vuelvo a caer en el mismo sueño...

¿Soy eterna?

Soñé...

Que los vencedores... se nutrían de los vencidos... ¿Pero lo he visto en sueños... o lo he vivido?

Soñé...

Que controlaba el clima... ¿O era el clima que me controlaba a mí?

“Siempre me ha costado ver el mundo con claridad, aunque a veces me he sentido como si hubiese resuelto el puzzle y hubiese empezado a vivir mi vida con coherencia. Tal vez soy… demasiado racional, a veces, pero ahora, supongo que se me hace difícil ver las cosas como son, simplemente, porque no para de llover sobre mi cabeza. Siempre he odiado los paraguas, pero si llueve única y exclusivamente sobre mi, tendré que replantearme ese odio absurdo, y empezar a usar uno, o bien, intentar ser feliz, para que vuelva a brillar el sol, sobre mi testa. Es imposible ver lo que me rodea con millones y millones de gotas de agua martilleándome el cerebro, y muy molesto. La solución sería, aprender a perdonarme como antes. Sé que es complicado, pero las cosas han cambiado. Las cosas que creía hasta ahora, ya no son válidas. Así que tengo que evolucionar como ha evolucionado éste mundo, tengo que adaptarme, me resulta complicado, porque hay muchas cosas que no entiendo, pero tengo que intentar comprenderlas o me volveré loca”

¿Cómo explicar que hago... y por que lo hago?

¡Si apenas puedo recordar dónde estuve ayer...!

Había terminado la conferencía y por lo visto, la División había previsto nuestro motín, así que tras la cena, se nos comunicó que había barra libre en el bar. Todos los Chupavergas especiales y soplapollas de elite nos congregamos en él. Ya habíamos empezado por ahogarnos con el vino de la casa, y habíamos proseguido con el carajillo... así que al escuchar la feliz noticia... no paramos... pues continuamos con los cubatas... ¡Vaya panda de ranas beodas! ¡Como para que surgiera una emergencia! o nos convocaran para ir de caza...

No recuerdo en que momento exacto mi cerebro se apagó... y creo que prefiero no saberlo. Como siempre digo, sólo son 3 días... el primero sientes dolor, al segundo la regeneración y al tercero... Ves el nuevo día...

¿Sobre la conferencia? Pues lo que más recuerdo es una canción de Ramoncín que decía así... "Litros de alcohol, corren por mis venas... mujer... no tengo problemas de alcohol... lo que me pasa es que estoy loco por privar"... No había música, especialmente en el hotel, pero los chupavergas especiales no paraban de cantarla...

Pero dejando atrás ese estúpido fin de semana... diré... que... Si vas a mirarte con los ojos de hoy, los ojos del ayer... lo mejor que puedes hacer... es perdonarte... si lo haces... sales invicto... por que una cosa tienes que tener en cuenta... ya no eres la misma persona... sino otra... y bueno... si yo no pensara así... lo único que me quedaría sería pegarme un tiro, e incluso esto, tiene dobles lecturas... Así de engañosa me resulta la realidad que percibo e interpreto de forma subjetiva...
¿Por que no objetiva? No creo que sea posible, pues siempre estás condicionado... las condiciones cambian a medida que evolucionas... con lo cual... el punto de vista también evoluciona... es por eso... que digo... que no se es el mismo... en un momento u otro... Es como definirse por fluctuaciones... lo que en un momento te funcionaba, al siguiente deja de hacerlo... tal vez no funcionaba desde un principio... pero te permitías el lujo del autoengaño... creyendo que si... pero a quien le importa... como si dentro de un par de segundos fuera a recordar todos estos balbuceos...


Miro el calendario, 25, diciembre... Comprendo, tal vez la conferencia no tuviera nada que ver con Ginzburg... y fuera una especie de reunión familiar... para recalcarnos... que Las Gorgonas, es nuestra única familia.

"No habrá Navidad para los caídos"

domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Mutaciones!

Tras el reciente episodio ocurrido en casa de la Oficial Gereral Kutsuge Ginzburg, la División, en lugar de destinar todos nuestros recursos para investigar el incidente (que sería lo apropiado), quiere cubrir el hecho con un estúpido velo. Nos mantendrá, a mí y al resto de la División, ocupados, el próximo fin de semana, en una rídicula conferencia titulada "La búsqueda de la inmortalidad a través de la conciencia".

Es mucho lo que ha avanzado el laboratorio, gracias a sus colaboradores externos, en materia de tecnología molecular, si cuando hablas con uno de ellos en la zona de descanso, sobre nanotecnología, les entra la risa, y te miran como si estuvieras pasada de moda. Incluso, para ellos, el tema de las modificaciones genéticas que saltan a la siguiente generación, son un truño, pero todavían las practican, lo sé por que aparece en el folleto. Lo que no aparece en el folleto de la conferencia, pero que se lo he sacado a uno de ellos, es lo que nos viene encima, pues en breve apareceran unos nuevos dispositivos e implantes biotecnológicos, más diminutos que un grano de arroz, o como ellos los llaman, bionanotecnológicos.

Pero nada de eso me preocupa, a mi lo que me toca los cojones es que me obliguen a asistir a un evento en mi día libre, sobretodo cuando había luchado con uñas y dientes para librar. Pero en fin... tengo que asistir, pasaremos un maravilloso fin de semana de ensueño, pérdidos en un hotel de mala muerte, escuchando sandeces sobre la segregación de endorfinas, oxitocina... como evitar segregar serotonina, adrenalina... como encontrar la calma y alejarse de las pasiones que ponen en ebullición nuestro cuerpo y lo contaminan... bla, bla, bla...

Tengo ante mi el programa... y por lo que estoy leyendo... ¡Suena a fin de semana de RELAX! No se les podría ocurrir otra forma de lavarnos el cerebro para hacernos olvidar el absurdo asunto de la oficial General Ginzburg... sin que yo pierda un día... y sin que a la División le cueste un ojo de la cara... por que seguro... que se gastaran una pasta... en lugar de malgastarlo en chorradas... nos podrían subir el sueldo...

Mi pronóstico... Acabaremos extasiados, no, más bien, anestesiados, con la cabeza llena de dudas sobre si el cuerpo muere, la conciencia sobrevive, o ambas mueren... o ambas sobreviven... ¿Para qué? Si al final se saldran con la suya... con tanta mierda en la cabeza... al final... el asunto Ginzburg... pasará inadvertido...

Sigo leyendo... ¿y qué me encuentro?... cosas como estas... que es mejor citarlas en lugar de hacer un resumen (por que no sabría por donde empezar):

"Si la conciencia sobrevive puede viajar como mera energía (intentando ser absorbida por la conciencia colectiva que no ha sabido conservar su individualidad) para poder ocupar otro cuerpo. Reencarnación o suplantación de identidad".

"Si la conciencia sobrevive eternamente junto al cuerpo, ésta queda anclada. Si el cuerpo envejece, la conciencia envejece junto al cuerpo, se debe buscar la ascensión para poder liberar la conciencia".

"Nuevas técnicas, si la conciencia y el cuerpo son caducas, se profundizará en la base material de la conciencia, en busca de un saneamiento. Si es imposible purificar la conciencia, se registrará la conciencia en un dispositivo que se almacenará en la base de datos de la División. El cuerpo se mantendrá con la cápsula de regeneración. Si la conciencia se disuelve, se le administrará la almacenada".

"Los dispositivos de almacenamiento de conciencia serán manipulados por personal del laboratorio y podrán ser reestructurados, modificados o eliminados de la base de datos".

"Actualizaciones de cuerpo. Se podrán adquirir nuevas actualizaciones para mejorar la condición física, pero éstas modificaciones, aunque aumentan el rendimiento físico, acortan la estabilidad del cuerpo. Por otra parte, si las modificaciones son genéticas, puede que no tengan efecto inmediato, incluso, puede que no sean activas hasta que pasen a generaciones futuras. Con lo cual, se aconseja el almacenamiento de la conciencia, para poder implantarla en la descendencia y así vivir a través de los hijos, con la conciencia intacta o bien modificada por el laboratorio para ser reajustada, dependiendo de lo que requiera el servicio".


Después de leer esto... se me ocurre decir... Bullshit... Nuts... o algo por el estilo... y preguntarme una cosa: ¿Se les va la olla?

No sólo pierdo mi fin de semana, que no se me va ha abonar ni devolver, a no ser que tengan una máquina del tiempo... sino que lo voy a perder, escuchando chorradas por parte de un científico loco, llamado Dr. Gabriel Gremnitz que aseguran que después de la conferencia podremos consultarlo por si nos surge qualquier duda.

¡Jopetas! Hablar con Gabriel Gremnitz... ¡Menuda lista de la compra! Tiene mala leche, unos huevos ¡ASÍ DE GRANDES!... ¡Pero si es un Merluzo! ¡Cómo para preguntarle algo! Si sólo verte te mira con esa cara de perdona vidas... ¡Cómo si todo el mundo excepto él fueramos idiotas!

¡Maldita Sea! Ni soplaplollas de elite ni chupavergas especiales... si al final consentimos que un cerebrito venga y nos sople la nuca...

Seguro que él es el responsable de esta cortina de humo... pero bueno... es que me la suda...

domingo, 11 de diciembre de 2011

¡Tocador!

Kutsuge Ginzburg se despojó de su traje de Oficial general y se introdujo en la bañera, se sumergió bajo el agua, quedando oculta por una espesa capa de espuma. Al cabo de unos segundos, su cuerpo resurgió de entre las burbujas. Escuchó un chirrido, se incorporó apresuradamente, cogió una pistola que tenía estratégicamente en la estantería donde estaban los artículos de aseo personal y con cuidado para no resbalarse, salió de la bañera.

El pelo mojado le caía por la cara y se le quedó pegado en la espalda y las mejillas. Tenía el arma apresada con sus dos manos, a la altura de su cara. Con sigilo, fue avanzando por el baño dejando tras de si un rastro líquido, hasta llegar a la puerta, permaneció inmóvil, reteniendo el aliento, intentando captar algún sonido fuera. Se descubrió desnuda ante el espejo, no pudo evitar evaluarse, detectando, que el cargo de Oficial General, empezaba a causar mella en sus caderas.

Alargó la mano, para intentar coger la bata, pero un crujido que venía del pasillo, congeló su circulación. Petrificada, indecisa, agitada, volvió a clavarse detrás de la puerta, aferrada a su arma. Empezó a temblar, pues de repente bajó la temperatura. Su aliento estaba gélido, y echaba vaho por la boca. La bombilla empezó a titilar y desprendía un zumbido. Inesperadamente, todo parecía resonar en sus oídos, indiscriminadamente, incoherentemente, confusamente, y nada parecía ser lo que era.

De repente, le entró la risa. Recordaba sus andanzas con Zaken, sus burlas cuando iban de caza y sacaba su impaciente, y se recriminó por haber caído tan bajo, sintiendo miedo por un ruidito de nada, preguntándose que haría Zaken en esos casos. Si ya conocía la respuesta, Zaken estaría en bolas, dando vueltas por todo el piso buscando que cojones debía ser el puto ruidito que la estaba importunando. Sin embargo, Ginzburg, cagada de miedo, encerrada en el baño, sin saber que hacer, permanecía elucubrando.

Con dos cojones, se asomó al pasillo. Su cara se quedó nívea, su rostro descompuesto. Sus ojos se cruzaron con la mole que había en el salón, era un ser enorme, casi de dos metros de altura, su rostro, indescriptible, a su lado, le pareció ver una niña, no, era una chica, su complexión era similar a la de Zaken, pero su rostro, era perverso, ambos eran pérfidos, y los dos la estaban desmenuzando con sus miradas depravadas. Volvió a meterse en el baño, por que era consciente que lo que estaba ocurriendo no era real, debía ser fruto de un sueño, tal vez se había resbalado al salir de la bañera y su cabeza había chocado contra el suelo, creándole esa especie de alucinación. Debía despertar.

Tenía su mejilla apoyada en la puerta. Se abrazaba a su pistola. Se giró. Apoyó su espalda contra la fría madera barnizada con un intenso y brillante tono anaranjado. Se recostó y fue bajando hasta quedarse sentada. Bajó la cabeza y empezó a golpear la pistola contra su frente. Quería despabilarse. Súbitamente, frente a ella, vio las piernas, estaban delante de ella, levantó la cabeza, y la chica chutó su pistola, proyectándola contra la pared, se disparó, el estallido retronó dentro del aseo, ensordecedoramente. El mastodonte se inclinó sobre ella y le agarró de los sobacos y la levantó y se la subió a cuestas, sobre su hombro, como si fuera una laticlave (bandas púrpuras que usaban los miembros de la orden senatorial, para cubrir verticalmente las togas romanas).

Finalmente se despertó, alguien estaba sobre ella. Su primer impulso fue defenderse de su agresor, pero le cogió de las muñecas. Estuvo forcejeando con él, entre tinieblas, no distinguía nada, sólo notaba la suavidad de sus manos mientras intentaba aprisionarla. Exasperada, lanzó patadas, y se revolvía, pero su atacante le retenía con más firmeza. Dejó de sentirse amenazada por él. La oscuridad fue disipándose. Reconoció el rostro. Zaken era quien la estaba sujetando. Reconoció su situación, estaba en casa, en su dormitorio a solas con Zaken, cubierta por una sábana. Percibía voces en el exterior. Tenía tantas preguntas, pero Zaken estaba sobre ella, ejerciendo su autoridad, y Ginzburg se sentía impotente, avergonzada, sin saber como iniciar la conversación, ansiaba pedir explicaciones, cuando seguro que eran ellos quienes esperaban algún tipo de información.

Zaken la soltó al ver que Ginzburg se había calmado y se sentó en una silla que había colocado junto a la cama. La puerta del dormitorio estaba cerrada, dándoles cierta intimidad. Ginzburg se sorprendió de su corrección. Reconocía, que Zaken, sabía estar en su sitio. Pronto, las energías fluyeron por su cuerpo, y Zaken se convirtió en una pequeña molestia que debía corregir. Igualmente, no se imaginaba por que estaban todos allí, por un simple golpe en la cabeza, pero le alegraba, que todos se hubieran organizado para apoyar a la Oficial General.

- Oficial, cuando esté preparada… - Interrumpió Zaken. – El médico forense está fuera.

- ¿Ya has matado a alguien en mi propia casa?

- No, no…

- Entonces que…

- … - Resopló. – Viene a visitarla a usted.


Ginzburg se destapó, estaba cubierta de sangre. Se alzó impetuosa de la cama y se dirigió al interruptor que había junto a la entrada del dormitorio y se encendió una intensa luz que les cegó por unos instantes. Se precipitó hasta el armario, abrió la puerta y se contempló en el espejo que había en su interior, había intensas manchas de sangre en su boca, mejillas, hombros, pechos, tripa, bajo vientre, ingles y pantorrillas. Salpicaduras. Restos de fluidos. Contusiones. Hematomas. Magulladuras. Moretones. Arañazos. Zarpazos. Raspones. Etc.

Ginzburg estaba anonadada. Boquiabierta. Se examinaba incrédula la totalidad de su cuerpo.

- ¿Alguien más lo ha visto?

- Ginzburg, relájate. Solo yo.

- ¿Qué has dicho? ¿Cómo?

- Accidente en el baño.

- ¿Y para eso un médico forense?

- ¿Has disparado tu arma?

- Accidente en el baño y punto. Te ataca, te defiendes, el huye, tu le persigues, resbalas, trastazo y quedas inconsciente. Fin de la historia. Simplemente el médico forense por si hay restos del agresor bajo tus uñas, o lo que sea, tampoco es tan sospechoso.

Ginzburg se debatía entre dejar pasar al médico o no. Parecía la víctima de una violación, pero y si lo que había visto no era una alucinación. ¿Había sido violada por un ser sobrehumano bajo la mirada de su sobrenatural compañera? Encima, Zaken lo había pintado mejor, diciendo que se había pegado un porrazo al intentar perseguir a su atacante, podía haberse callado la boca, pues si el forense la examinaba y se filtraba la noticia por la División, quedaría como una patosa, que se había quedado inconsciente y que su asaltante había aprovechado la ocasión, no sólo para herirla sino para mancillarla. ¿Por qué nadie había avisado a su ayudante Hilsenrath?

Menuda disyuntiva. Al final le dijo a Zaken que se largara y se llevara al puto médico forense de mierda con ella. Le dio las gracias por todo y sacó el móvil para llamar un taxi. Ya que le habían invadido su hogar, se buscaría una cómoda habitación de hotel donde emborracharse y ahogar las penas, tras una buena ducha. Sólo deseaba tomarse un par de tranquilizantes y con la conciencia adormilada trataría de echarse una cabezadita.

Echo una última mirada asesina a Zaken y le cerró la puerta, mientras reservaba la habitación. Volvió al armario, y empezó a revolver entre los cajones buscando algo que ponerse mientras se miraba de reojo. Colgó el móvil. Cogió unas toallitas del tocador y se aseó. Se vistió. Se peinó. El móvil sonó advirtiéndole que el taxista estaba esperándola abajo. Se echó un último vistazo en el espejo, aparentemente, no había rastro visible de lo ocurrido por encima, aunque necesitaba un buen baño de espuma. Cuando abrió la puerta, se sintió devorada por los murmullos de la concurrencia, como si todas las miradas le penetraran, como si la analizaran en busca de alguna marca, se despidió con una sonrisa, manifestando su buena salud y que estaba bien y les informó en que habitación de hotel estaría, unos jóvenes se ofrecieron para escoltarla, ella accedió, los tres, abandonaron la escena.

domingo, 4 de diciembre de 2011

¡Incoación!


Sala de Interrogatorios 2.
16h.

Desde la habitación anexa a la sala de interrogatorios, se podía apreciar la estancia que permanecía poco iluminada. Zaken ordenó al técnico, Unax Barhuni, que las luces titilasen, los altavoces crujieran, que apagase el sistema de renovación de aire y encendiera la calefacción.

Antes de entrar, le dio las últimas instrucciones a Barhuni, pues quería sincronizar su interrogatorio con el del Sargento Yaakov Kav que se llevaría a cabo simultáneamente desde la Sala de interrogatorios 1. Dejó unos documentos, estratégicamente, en la mesa auxiliar que estaba colocada junto a la mesa del técnico, y abandonó el cuarto.

Urtzia Jünger, había permanecido apoyada, discretamente, en la pared, sumida en un mutismo voluntario que se había impuesto. Aprovechó que Zaken había desaparecido por el foro, para aproximarse prudentemente a los papeles que había dejado sobre la mesa y empezó a curiosearlos. Mientras los fisgoneaba, atisbaba los acontecimientos que se producían en la sala de interrogatorios a través del cristal.

Dentro de la sala de interrogatorios, el aire era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. El Sr. Hugh Dertleth, estaba justo en las condiciones deseadas, incómodo y sudando como un cerdo. Zaken, desganada, se miró en el espejo, y se tocó la oreja. Tras unos breves instantes, apareció Jünger con su más de metro ochenta por la puerta, acrisolada, con un vaso de agua, ambas, se cruzaron miradas, mientras ella, acendrada, dejaba el vaso enfrente del Sr. Dertleth, acto seguido, volvió a retirarse.

Jünger, regresó a la habitación con el técnico. En su interior, se avivaba esa maldita sensación, no entendía como un ser al que le sacaba una cabeza de largo, conseguía empequeñecerla. A través del cristal, Zaken, no parecía gran cosa, era menuda, escuálida. Un retaco, vivaracho. Sus ojos se movían por toda la sala, y su cuerpo no podía estarse quieto, aunque a veces, su sistema parecía desactivarse y se quedaba inmóvil como una estatua.

Poco a poco, Jünger observó como Zaken, se iba posicionado detrás del Sr. Dertleth, parecía una serpiente al acecho, pues su cuerpo ondulante se le iba aproximando mansamente, mientras éste, sediento, agarraba el vaso, que Jünger le había dejado minutos antes.

Impulsivamente, sin que su presa pudiera apenas reaccionar (ni los que observaban la situación desde fuera), notó como Zaken, de forma espontánea, colocaba su brazo alrededor de su cuello, y le asfixiaba, provocando que le saliera el agua por la nariz, apretándole la cabeza fuertemente contra su pecho.

Cuando Zaken advirtió, que llegaba el último estertor del Sr. Dertleth, lo liberó, pero inmediatamente, le agarró firmemente, del pelo y le levantó la cabeza, tomando impulso, cuando sintió la potencia generada por el gesto en su mano, dejó caer la cabeza sobre la mesa, para que se golpeara, enérgicamente, produciendo el cráneo, un sonido sordo, al chocar contra la mesa.

El Sr. Dertleth, sofocado, tomó, agobiado, una gran bocanada de aire. Tenía la ceja partida y un chorro de sangre descendía por uno de sus ojos. Como una lágrima, la sangre se deslizó por su mejilla, hasta llegar a su boca. La sangre, se abrió paso sobre su barbilla de ipso facto, y empezó a gotear sobre la mesa.

Cabizbajo, el Sr. Dertleth, quejumbroso, seguía por el rabillo del ojo, el vaivén de Zaken, que estaba recorriendo la estancia de un lado a otro. Intranquilo y jadeante, se limpió la sangre de la cara con la manga de la camisa, al percatarse que estaba sucia, tras ver su reflejo en el espejo. Le castañeaban los dientes.

Jünger, concienzuda, desde la sala adyacente, esperaba las indicaciones de Zaken. Era su primer interrogatorio y quería hacerlo bien. Hasta el día de hoy, sólo habían efectuado juntas, seguimientos, y alguna detención, y por lo que había visto y lo que le habían contado, la canija esmirriada era una bestia implacable.

De repente, Zaken estaba mirándola a través del cristal, como si supiera exactamente donde estaba, y se tocó de nuevo la oreja. Jünger, se quedó tan impresionada, por la coincidencia, que al ir a por el cubo lleno de agua, se le derramó, y pringó todo el suelo, a lo que Zaken, desde la otra sala, soltó un gruñido y cogió la cabeza del Sr. Dertleth y una y otra vez, la estuvo colisionando contra le mesa a modo de bombo sin maracas.

Jünger, vacilante, apareció con el cubo de agua, mientras Zaken, ufana, sacudía al renqueante Sr. Dertleth, que ya estaba medio inconsciente. Entretanto Zaken, campante, zumbaba al achacoso Sr. Dertleth. Después de ordenarle a Jünger, que dejara el cubo en un rincón y que acto seguido volviera a su lado, dejó de atizarle y lo inmovilizó. Eufórica y complacida, animó a Jünger, para que abofeteara al afligido Sr. Dertleth, asegurándole que eso le reanimaría. Jünger, perpleja, le dio una primera tanda de bofetones, pero Zaken no quedó satisfecha y le mostró como hacerlo.

Primero, Zaken, ladeó un poco el tronco, segundo estiró el brazo echándolo un poco hacia atrás, tercero abrió la palma y por último la lanzó con gran potencia hacia la mejilla del Sr. Dertleth, resonando por toda la estancia. Jünger, desconcertada, presenció como la cara del Sr. Dertleth casi giraba 360 grados, tras el guantazo, mientras su cuerpo, caía como un pesado tronco, sobre el suelo, y se deslizaba a unos metros de ellas, rebotando contra la pared, emitiendo un gran estruendo. Jünger, extrañada, observó a ambos, pensaba que la intención era reanimarle, no dejarlo K.O.

Entonces, Zaken le hizo una señal, y Jünger comprendió y fue a por el cubo. Zaken se inclinó sobre el Sr. Dertleth y presionó sus mejillas y estómago con la punta de su dedo índice para ver si reaccionaba. Expulsó un débil gemido. Lo agarró por los sobacos y le obligó a ponerse de rodillas. Mientras Jünger se le acercaba con el cubo, Zaken, soltó un stop informativo cuando intuyó sus intenciones. Jünger se congeló en un instante con el cubo medio levantado y unas gotas gravitacionales se precipitaron al suelo.

Zaken, primero, mandó a Jünger que se sentara, ahorcajadas, luego le sugirió que colocara el cubo entre las piernas y lo abrazara con ellas para asegurar su sujeción.

Zaken, tenía asido al Sr. Dertleth por los sobacos. El predador pasó sus manos por debajo de los brazos de su presa, hasta que las manos del predador se entrelazaron detrás de la nuca de la presa. El predador empezó a avanzar hacia Jünger, obligando a su presa a gatear entre sus piernas.

Cuando llegaron al cubo, Zaken lo mantuvo preso, ya sabía como las gastaban los sospechosos, se removían y volcaban el cubo y le mojaban la ropa. Decidida, bajo la mirada estupefacta de Jünger, metió la cabeza del Sr. Dertleth dentro, esperó a que descendieran las burbujas, y la sacó. Repitió la operación hasta quedar satisfecha, Jünger ya se había mojado los pantalones.

Con el Sr. Dertleth abatido y Jünger enojada, Zaken dio ese primer acto por concluido. Le dio indicaciones a Jünger para que se fuera con el cubo y aprovechara para cambiarse y proyectó al Sr. Dertleth contra la mesa, donde se desplomó hasta desmayarse.

Jünger, contrariada, cogió el cubo y dio un portazo tras de si al retirarse a la sala anexa. Bahurni, estaba sorbiendo una lata de refresco y picoteando avellanas, mientras tenía su cabeza metida en su portátil. Intentó entablar conversación con él, pero fue inútil. Decaída, se fue hacia los vestuarios, en busca de una muda, y aprovechó para ducharse.

Pasados unos largo minutos, cuando Jünger regresó a la sala, donde estaba el técnico. Parecía la calma después de una gran tormenta. Intuía que algo había sucedido, pues la sala de interrogatorios estaba distinta, el Sr. Dertleth estaba distinto. Sobre la mesa, parecía que habían dejado caer un globo lleno de pintura roja. En una de las paredes, había otro impacto de globo y parecía que lo habían frotado por todo el ancho de la pared hasta llegar a la esquina, el suelo estaba encharcado como si la fuente de la pintura roja se hubiese detenido, anegando el rincón, pero un segundo globo parecía que había sido lanzado, hasta llegar al pintor, con su brocha empapada y goteante.

Jünger no entendía nada, el Sr. Dertleth, estaba en un rincón agazapado, apartado del mural y del pintor, temblaba como una hoja, apenas tenía restos de sangre en su cuerpo como para ser la fuente de color de aquel abstracto lienzo. Zaken volvió a mirarla a través del cristal, y volvió a tocarse la oreja.

Jünger, bajó la cabeza y abrió el cajón de la mesa auxiliar para sacar el táser. Se cuestionaba el método de Zaken, pues todavía no le había hecho ninguna pregunta al sospechoso, al menos en su presencia. En parte agradeció no estar presente en el desarrollo artístico de aquella estampa, pues Zaken se le presentaba como un ser irracional y abominable que disfrutaba con el dolor ajeno.

Entró en la sala de interrogatorios, y se acercó a Zaken, le alargó la mano para que ésta pudiera coger el táser. Zaken que estaba, íntimamente, de cuclillas, junto al Sr. Dertleth, le apartó la mano y le mandó que se quedara. Le exigió que le ayudara a desvestir al Sr. Dertleth, pero que tuviera cuidado, de que no la desarmara.

En dos ocasiones, el Sr. Dertleth, intentó liberarse y desarmar a Jünger, Zaken había alimentado esa estúpida ilusión, y al fin Jünger, en el primer intento, le empujó, pero en el segundo, le propinó una patada que le saltaron un par de dientes al preso. Por fin, Jünger, había reducido al Sr. Dertleth, y ambas pudieron acabar de desnudarlo.

Jünger, disgustada, no podía evitar, lamentarse por la situación del Sr. Dertleth. Con el táser entre las manos, comenzaba a cuestionarse que cojones estaban haciendo, una cosa era detenerlos, pero eso era despiadado. Zaken no le dejaba ni un minuto de descanso. Si no le abroncaba, le asfixiaba, o le vapuleaba hasta acorralarlo, intimidándole, aterrorizándole con amenazas, atormentándole, como si quisiera privarle de su dignidad.

Zaken cogió el pantalón y azotó a Jünger para que despertara, luego lo utilizó para agarrar por el cuello al Sr. Dertleth que estaba acojonado y así arrastrarlo hasta la silla donde le obligó a sentarse. Miró a Jünger, entretanto, divertida, le daba unos toquecitos en la entrepierna al Sr. Dertleth. Jünger se sonrojó, otra vez, parecía que la diminuta Zaken, había descubierto sus pensamientos.

El rostro de Zaken, súbitamente, se aseveró, entretanto se arrimaba a Jünger y le cogía de la mano para iniciarla en el uso del táser, para que fuera aplicando las descargas donde ella le fuera indicando. Decisiva, fue guiando la mano temblorosa de Jünger sobre las orejas, los pies, las muñecas, la parte interna de los muslos, los pechos y finalmente le pidió que se entretuviese por la entrepierna, cuanto más sensible fuera la zona, mucho más efectivo era el Táser. Luego, le ordenó que recorriera el mismo trayecto, pero aplicando las descargas, tomándose su tiempo.

Jünger había memorizado la ruta en el cuerpo desnudo del Sr. Dertleth. Primeramente, se aventuró por la oreja izquierda y aplicó su descarga de prueba. El Sr. Dertleth profirió un alarido que atronó por toda la sala, pues con los nervios, había olvidado de graduar la intensidad de la descarga y había sido demasiado exagerada. Esperó unos segundos, después de reequilibrar el táser y aplicó la segunda descarga en la otra oreja, los dientes del Sr. Dertleth todavía seguían entrechocando por la inicial, y casi se resquebrajaron tras la segunda.

Cabizbaja, fue a por la tercera. Ladeó la cabeza, como muestra de entendimiento, Jünger compartía su dolor, pero se veía obligada a proporcionárselo. Luego giró la cabeza, en busca del consentimiento de Zaken, pero no estaba en la sala. Su voz sonó en los altavoces, manifestando su omnipresencia, le indicó que prosiguiera. Jünger, reparó en el temblor de sus manos, toda ella tiritaba, un sudor frío le recorría el cuerpo, estaba sola, ejecutando las instrucciones, infligiendo dolor a otro ser, se sentía destructiva.

Tras aplicar las descargas como le habían ordenado, Jünger se percató de que el Sr. Dertleth se había orinado encima. La voz en off de Zaken que retumbaba por los altavoces le estimuló para que no se detuviera. Jünger paró al ver que salía humo, y que el pene del Sr. Dertleth, parecía chamuscado. Los bramidos del Sr. Dertleth resonaban por toda la sala. Zaken optó por enviar a Jünger de vuelta a la sala adyacente, con el táser, para que éste se calmara.

El Sr. Dertleth se quedó sólo, ante el espejo. Se miró la entrepierna, ennegrecida y dolorida, con el vello carbonizado y acartonado. Se contempló en el espejo. Inmediatamente, sonó una voz por los altavoces, manifestando que ya no se requería la confesión del Sr. Dertleth, pues el otro sospechoso ya había confesado. Zaken, impasible, volvió a entrar por la puerta, con una pistola.

El Sr. Dertleth, estaba despavorido y empezó a resistirse, lanzándole la silla. Zaken, aprovechó la confusión y alboroto que estaba organizando, como excusa para atraer a Jünger. Cuando la tuvo a su lado, le delegó la ejecución, entregándole la pistola, que aceptó, con manos indecisas. Zaken, se colocó por detrás de ella y la orientó. Le levantó el brazo, le dispuso el codo, le acomodó el cuello, para que apuntase.

Zaken, iba alentándola para que lo hiciera, entretanto le iba masajeando los hombros para quitarle la tensión acumulada. Jünger, empezó a serenarse. Primero apuntó al pecho, luego a la cabeza, después, volvió a bajar la pistola hacia el pecho, intentando decidir donde debía apuntar. El Sr. Dertleth, comenzó a llorar, desconsolado, implorando por su vida, volviendo a corretear por la sala, tapándose la cara, alejándose de ellas.

Zaken, cogió al Sr. Dertleth que empezaba a exacerbarse, intentando llamar la atención. Gritaba lanzando amenazas, profiriendo insultos, con voz desgarradora, desgañitándose, la voz se le entrecortaba, pues se le quebraba por los llantos, al ver que Zaken, hacía caso omiso a sus suplicas y le forzaba a ponerse de espaldas, mientras obligaba a Jünger a arrimarse detrás de él, y le señalaba con su dedo frío donde debía apuntar, podía sentir, el cañón de la pistola, gélido, como iba repicando una y otra vez la parte trasera de su cabeza, mientras Zaken le repetía que era allí donde debía darle.

Finalmente, Jünger disparó, pero no paso nada. Airada miró a Zaken, que se reía mientras le hacía señas para que se callara. Un tufo llegó a sus narices, pues de los nervios, el Sr. Dertleth tuvo diarrea y el interior de su nalga y muslo izquierdo, acabaron llenos de mierda liquida.

Al fin, el Sr. Dertleth, humillado, vejado, indignado, ultrajado, pero sobretodo avergonzado y asustado, empezó a hablar, sin tener que pasar por la silla ergonómica. Zaken, lanzó la orden, a través del espejo, al técnico, Bahurni, para que encendiera el micro, para que desde la sala de interrogatorios 1, pudieran escuchar como el Sr. Dertleth estaba aportando nuevos datos sobre el caso Hammerstein.

Zaken, observó al Sr. Dertleth, poco se imaginaba éste, que parte del otro sospechoso y acompañante y algunos de los que estaba delatando, pronto, iban a ser sus compañeros de patio. Si hubiese sido consciente de ello, tal vez, hubiese preferido que el disparo no hubiese sido una artimaña.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Gándara!

Yaakov Kav y Zuhurne Zaken se disponían a salir por la puerta principal, cuando apareció la Oficial General Ginzburg, con su séquito de escoltas, bloqueándoles el paso. Les ordenó que la siguieran, y cuando les tuvo en un rincón del hall, lejos de miradas indiscretas, se interesó por sus respectivos aspirantes.

- En el archivo, Oficial General Ginzburg. – Se apresuró a contestar Yaakov Kav.

- El Sargento Kav, según la orden del día, tendría que estar en Gándara, recogiendo un sospechoso y la Suboficial Zaken, en la sala de interrogatorios 2, con el Sr. Dertleth. – Notificó la ayudante de la Oficial General Ginzburg, Itsaso Hilsenrath.

- Es cierto. – Agregó Kav. – Como el asunto Hammerstein, es de suma importancia, le he pedido a la Suboficial Zaken que me acompañe a recoger al sospechoso para asegurar su apresamiento.

- ¿Pueden enseñarme la autorización? – Exigió Itsaso Hilsenrath.

- No… - Contestó Zaken mirando directamente y sin pestañear los ojos de Ginzburg.

- ¿Comprenden que podría entenderse este acto como una muestra de insubordinación? – Apostilló Itsaso Hilsenrath.

- No… - Desafiante.

- Suboficial… - Aulló Itsaso Hilsenrath.

- ¿¡Qué!? – Rugió Zaken.

- … - La Oficial General Ginzburg contuvo a ambas e hizo un gesto para que Kav y Zaken se fueran, luego ella y su sequito prosiguieron su camino.

De camino a Gándara, Kav y Zaken no mediaron palabra. Zaken lo agradecía, aunque él, había sido el causante de la situación, pero ella era la que se había enfrentado a Hilsenrath, plantándole cara, con sus jodidos PROCEDIMIENTOS, si luego daba igual como se hiciera el trabajo, si lo que importaba eran los RESULTADOS… entonces... ¿Por qué cuestionaban su trabajo? Si a la larga… ¡Qué más daba, por que perder el tiempo con eso… ¡Daba igual! si ya se imaginaba que pronto le iba a caer el pelo, pero la lista era tan larga, que en breve se iba a quedar calva. Pero al menos, por un día se había salido con la suya y dejaría atrás el aburrimiento.
Finalmente, Gándara, un barrio hostil, en él habitaban bandas rivales que siempre estaban disputándose el territorio, siendo Rebh, Kämor y Qiris, las más conflictivas. Tal era el caos que creaban dichas bandas con sus disputas territoriales, que era casi imposible acceder dentro del barrio de forma pacífica, con lo cual, lo convertía en el lugar idóneo para refugiarse y esconderse, si se tenían contactos y algo que ofrecer a cambio.

Al llegar a la zona conflictiva, Zaken detectó que algunos miembros de las bandas ya le estaban olfateando. Zaken ya había previsto que las bandas mantuvieran sus soldados en puestos estratégicos, pues les gustaba controlar su territorio y el del enemigo, y que al entrar, ella, no era la única que había percibido su tufo a leguas, sino que ella también apestaba y por eso seguro que ya habían dado aviso de organizarle un buen recibimiento. Por suerte, Zaken contaba con la desavenencia que existía entre las tres bandas principales, y con un poco de suerte, antes se matarían entre ellos.

Kav estacionó el coche, mientras Zaken revisaba su equipo, se ajustó el casco, se abrochó el chaleco, se ciñó el cinturón y se acomodó la mochila. Finalmente, Zaken le ordenó a Kav que se marchara a una zona menos peligrosa, éste arguyó con la cabeza que no estaba conforme, pero como su rango era menor, tuvo que obedecerla, aunque a regañadientes.

Zaken lanzó por la ventanilla una granada fumígena. El coche quedó cubierto por una gran cortina de humo. Ágilmente bajó de él. Escuchó sus ronquidos mientras éste se alejaba, hasta convertirse en un bramido que fue descendiendo al doblar la esquina y que se esfumó tras un edificio. Se había quedado sola, abrazada por el humo. Zaken sabía que sin esa humareda negra, era un blanco fácil, y que pronto estaría en cada uno de los puntos de mira de las armas que la acordonaban. Pronto se dispersaría, pues nada era eterno, y el sonido de los tiros y el eco de los casquillos rebotando sobre el suelo, la arrancarían de sus pensamientos, si no reaccionaba, pues corría el peligro de convertirse en un trozo de carne, cubierto de sangre, abatido en el suelo.

Su corazón palpitaba en su sien, mientras el humo se disipaba, se abalanzó apresuradamente contra el suelo, raudamente giró sobre si misma, quedó tumbada boca abajo y vigorosamente reptó hasta esconderse tras un coche. Las balas empezaron a sonar. Los proyectiles atravesaban el coche. Los cristales caían sobre su pelo. El portal para acceder a la vivienda estaba a unos metros de ella. Gracias a los disparos, los soldados, manifestaban sus posiciones, con lo que más o menos intuía el número y la ubicación de sus adversarios.

De espaldas a los francotiradores, permanecía escondida, escudada tras el vehículo, que no resultaba muy efectivo. Algo se desplomó sobre el capó del coche y trepó sobre el techo, era un esporádico que le apuntaba a la cabeza, se miraron, pero sus rodillas se doblegaron cuando desde una de las azoteas le dispararon en el costado, Zaken no desaprovechó la ocasión y le pegó un tiro por debajo de la barbilla, provocando que parte de su masa cerebral le salpicara y fuera resbalándose, viscosamente, sobre la visera de su casco, incapacitándole la visión por un instante.

Como no podía quedarse ahí, con el casco manchado, se incorporó enérgicamente, corriendo hacia la puerta y arremetió contra ella, pero estaba atrancada, y del impulso, rebotó cayendo de culo, al mismo tiempo que alguien abría un gran boquete. Sin pensárselo dos veces, velozmente, sacó una toallita y una granada incendiaria de su mochila, frotó la visera, apuntó y lanzó el explosivo hacia la puerta, colándola por el agujero. Atronaron los gritos, repentinamente, un cuerpo en llamas derribó la puerta e iba directo a Zaken de forma acelerada, con los brazos abiertos, haciendo aspavientos, como si buscara su abrazo, pero antes de que pudiera embestirla le pegó un tiro en toda la cara que hizo que su cabeza reventara, haciendo que su cuerpo inerte se desplomara, cayendo de costado.

La calle estaba invadida por el humo y la confusión. Desde dentro del edificio empezaron a escucharse las avanzadillas de los soldados. Por fin tenía acceso por la puerta destrozada, pero lo que le esperaba tras de ella, tal vez, era demasiado intenso. La lluvia de proyectiles que venían desde los tejados, caía con fuerza sobre su cabeza, pero el hollín y la fumarada que se elevaba hacia el cielo por el incendio que había provocado en el interior, le permitía guarecerse de los francotiradores de las azoteas.

Escaló la pared del edificio hasta llegar a una de las ventanas, dio un puñetazo para romper el cristal, se hizo añicos, metió la mano dentro y accedió a la manilla de la ventana, y la abrió. Resueltamente, trepó y se coló dentro de la habitación. El fragor de las balas le rozaba. El alboroto de la carnicería, residía en el descansillo, los sorches discutían entre ellos. La bulla de los reclutas se filtraba por las paredes. Habían empezado a facilitarle el trabajo.

Expeditivamente, se abrió paso por la vivienda, apartando los muebles a empujones, atravesó el pasillo, avanzó hasta la entrada y dio una patada a otra puerta, era un mundo laberíntico lleno de puertas y más puertas. En el rellano, encontró las escaleras, brincó de peldaño a peldaño. Podía escuchar como el estrépito de los adversarios se le abalanzaba, febrilmente, por el hueco de las escaleras, como una manada de caballos desbocados en estampida.

Corrió, abriéndose paso, acrobáticamente, entre los obstáculos, apartando bicicletas, volcando un tendedero lleno de ropa, chutando pelotas y un carrito de la compra, esquivando objetos y algunos estrellándolos o empotrándolos contra las paredes estrepitosamente, provocando un estruendo que se sumaba a la bullanga que producían sus perseguidores.

Entre el ruido de la calle, con los bocinazos, las movilizaciones de los soldados, sus voceos, los rugidos de sus vehículos, sus tiroteos, disparando a ciegas al edificio y linchándose entre ellos, y la escandalera que se había montado en el interior, entre gritos, chillidos, berridos, insultos, murmullos, susurros, tiroteos, trastazos, portazos, crujidos, bufidos, impactos, porrazos, leñazos, choques, pitidos, zumbidos, recargas, descargas, detonaciones, y demás… que llegó un punto, que Zaken, apenas podía escuchar nada, casi le pasa inadvertido el tono de aviso que emitía su casco, advirtiéndole que ya se hallaba en el punto exacto donde se encontraba el sospechoso, según las informaciones recibidas por parte del confidente.

A esas alturas, a Zaken le pareció ridículo ponerse en plan sigiloso, después de haber armado la de Dios para llegar hasta allí, pero como las precauciones no eran para pasar inadvertida, más bien, para no quedarse sin sospechoso, decidió seguir la operativa para esos casos. Se agazapó delante de la puerta del apartamento, metió la mano dentro de su mochila y extrajo una cajita negra, la abrió, estaba llena de goma espuma, dentro había unas cámaras diminutas que parecían gusanos alargados.

Laboriosamente, pasó una de esas cámaras por debajo de la puerta, (puerta, puerta, puerta). para tener una visión, completa y exhaustiva del interior de la vivienda. Por lo visto había dos personas. Estaban nerviosas, ansiosas, expectantes, discutían entre ellas. Estaban atrapadas en ese cuchitril por el fuego cruzado que se había generado tanto fuera como dentro del edificio, gracias a ello, el sospechoso y el acompañante no habían tenido opción de escapar, y a Zaken se le presentaba la oportunidad de atraparlos.

Con gran parsimonia se encaminó hacia la puerta contigua. Zaken empezaba a encabronarse con tanta puertecita, asi que aprovechó la furia para enviar un regalito a los que se le aproximaban, impetuosamente y a gran celeridad por el pasillo. Se acomodó la mochila e hizo detonar su pequeño presente fragmentario a sus pies, empotrando el pequeño escuadrón de kamikazes, artísticamente, esparciendo pictóricamente sus intestinos, por las paredes que habían temblado junto al suelo, tras el zambombazo.

Ya en la puerta contigua, se agachó de nuevo, enfrascada y sin tiempo a respirar, volvió a proceder como la vez anterior, pasando la nueva cámara por debajo del umbral para inspeccionar la vivienda, entretanto, controlaba la anterior cámara, por acceso remoto. Los sujetos estaban agitados y Zaken temía que cometieran alguna locura, como salir de la vivienda o saltar por la ventana, así que tras cerciorarse que tras la puerta contigua no había nada, con gusto, la hizo añicos de una patada, y entró en la vivienda.

Tenía dos opciones, la primera era abrir un boquete en la pared a balazos y la segunda con un explosivo, como ya le había cogido el tranquillo, optó por la segunda alternativa. Desde fuera, el tumulto de los mercenarios se iba intensificando. Instaló las cargas, se resguardó en una habitación apartada y las hizo detonar. Inesperadamente, la explosión resultó ser más intensa de lo que esperaba.

No hizo falta salir de la habitación donde se había resguardado por que casi ningún tabique había quedado en pie. Zaken intuyó que el sospechoso debía haber empezado a recopilar nuevo material para un segundo atentado. Tragó saliva. Empezaba a pensar que le había salido el tiro por la culata. Se trasladó hasta la otra vivienda sorteando los escombros, intentando distinguir entre los cascotes, algún resto. Escuchó toses y un leve rumor, el sonido de las cañerías, el quejido de la estructura que iba cediendo, el suelo era inestable, y parte de él ya se había desprendido y precipitado a la planta de abajo, y allí es donde detectó movimiento.

Vivamente, se deslizó por un tubo para poder acceder a la planta inferior, pero todavía quedaba altura hasta llegar al suelo, observó que había un desnivel, se balanceó para darse impulso y poder llegar a él de un saltó. Cuando cayó sobre la superficie, una capa de hollín la envolvió, cegándola por unos momentos. Escuchó un chasquido, desenfundó, recapacitó, prefirió agazaparse y reptar para esquivar la barra de hierro que súbitamente le venía por detrás y percutió atronadoramente contra la superficie levantando más tizne y suciedad.

Con la visera pringada, apenas podía distinguir nada, con lo que decidió usar las manos y medir sus fuerzas. Todavía el jaleo los rodeaba, con lo que apenas podía aprovecharse de ninguno de sus sentidos. Era consciente que si intentaba limpiar la visera con el guante mugriento, ba a ser peor, así que ni lo intentó. Se puso en guardia, cegata y sorda, proyectando, livianamente, potentes patadas y puñetazos al aire, sin que nadie se quejara.

De repente sintió como un aire y pudo interceptar un brazo, lo agarró y consiguió que su propietario se arrodillara ante ella. Se quitó el casco y le dio un cascazo para calmarlo. Aprovechó que tenía la situación controlada, para sacar una toallita de la mochila y aderezarse. Visualizó los datos y el sujeto, no era el sospechoso. Pero por las imágenes almacenadas por el video, era el acompañante. Lo abofeteó para reanimarlo y le preguntó donde estaba el otro, y éste le señaló que arriba.

Zaken atizó un eficaz puñetazo a su presa que hizo que su mandíbula retemblara y quedara inconsciente. Extrajo de la mochila unas tiras y la maniató de pies y manos y se la subió a cuestas. Con el peso muerto encima, regresó a la planta superior, escalando. Escuchó un quejido que venía de atrás, por lo visto, un alambre que sobresalía, arañó la espalda de su prisionero, provocándole una profunda herida.

Al fin, de regreso a la planta de arriba, empezó a rebuscar entre los deshechos, mientras imaginaba lo sencillo que sería reventarle la cara y hacerle pasar por el sospechoso. Por fin lo encontró, estaba vivo, tenía media cara arrancada, las piernas las tenía destrozadas, y el brazo lo tenía atrapado, aplastado bajo una viga. Desenfundó y disparó. Quebró el hueso y, aplicadamente, desgajó el resto de carne hasta liberarlo. El sujeto que llevaba a cuestas dejó de removerse.

Aviso por radio a Kav para que la sacara de allí pues ya había cazado al sospechoso más un bonus extra. En la planta inferior, volvió a escucharse movimiento, pronto fue interrumpida por un escuadrón que fue tomando posiciones entre los cascajos. Zaken ocultó los prisioneros entre los escombros para que no fueran heridos por las balas. Volvió a examinar su mochila con la esperanza de encontrar una granada de gas, ya que la estructura era inestable, pero empezaba a recordar que no las había metido. Decidió lanzar una ofensiva. Tras la explosión, el suelo donde estaban se inclinó, uno de los prisioneros empezó a deslizarse, hasta que Zaken lo interceptó y lo volvió a colocar donde estaba.

Kav contactó con ella, estaba preparado. Impaciente, les lanzó un par de granadas fragmentarias y una fumígena, mientras vaciaba el cargador y se subía a cuestas los dos prisioneros. Se sacó la pequeña pantalla del bolsillo de la mochila, donde indicaba la ubicación de Kav, resguardada por el humo, fue a avanzando con largas zancadas hacia una ventana.

Afuera los disparos habían disminuido. Pero cuando sacó la cabeza por la ventana, los tiros se intensificaron, alertando de su posición a los de dentro, que también empezaron a tirotearle. Alertó a Kav, entretanto despotricaba, irritada devolvía disparos y colocaba cargas explosivas por todas partes y se hacía a un lado. Cuando estuvo resguarda, detonó las cargas. Hubo una gran explosión que hizo desaparecer la fachada del edificio, gran parte del escuadrón que la estaba acechando quedó sepultada bajo el derribo. Con mala saña, lanzó una última granada ofensiva al resto que quedaba en pie en el interior, su sangre se aplicó en los muros, parecía un gotelé dadaísta.

Cuando corría cuesta abajo a trompicones entre los escombros, esquivó, intrépidamente, la bicicleta y el carrito de la compra chamuscado, se preguntaba si eran los mismos. Grandes llamaradas de fuego se levantaban hacia el cielo, impidiendo que desde las azoteas pudieran ubicarla. El Humo negro estaba por todas partes, invadía la calle. Los soldados de las azoteas, abandonaban sus puestos y se dirigían hacia el edificio derribado que se había convertido en una puerta hacia las profundidades del averno, por la que estaba huyendo y rehuyendo de los depredadores demoníacos que asomaban por el borde, sorteando sus diabólicas extremidades que intentaban apresarla usando sus vísceras como lazos, para arrastrarla hasta la boca del infierno, podía ver sus acerados dientes, y su escabrosa garganta, que conducía hacía el lóbrego Báratro.

Zaken se dio un último impulso hasta el coche, pegó un salto, chocando contra el capó, y se deslizó hasta dejarse caer hacía la puerta del copiloto. Inesperadamente, se desató una tormenta de balas que venía de los soldados que ya habían llegado hasta la calle y se abalanzaban hasta ellos. De cuclillas, se encaminó hacía la puerta de atrás, protegiendo con su cuerpo al sospechoso, que era el que más le importaba. Cuando llegó hasta allí, abrió la puerta y los arrojó a ambos. Los tiros silbaban a su alrededor e impactaban sobre ella. Volvió sobre sus pasos hacia la puerta del copiloto que abrió para acceder dentro del vehículo.

- Por cierto... Luego… podemos cenar juntos…- Insinuó Kav.
- Mmmm… Otro día… hoy cenaré en casa.
- Me lo debes… ¡Mira como está el coche!
- Kav, tu eres el que conduces... yo no...

La bulliciosa y desolada Gándara quedaba atrás con sus batallas cámpales originadas en un mar de sangre bajo un oscuro manto negro desgarrado por las deflagraciones. Delante, se reanudaba un apacible viaje de regreso a las rutinas de la División y en su interior, en una apagada habitación, hallaría, en un reflejo, su aburrimiento, diligente, perseverante...
...vigilante...

domingo, 20 de noviembre de 2011

¡Nebulosa!

Recluido durante días en la más profunda oscuridad. Escoltado, a empellones, por el pasadizo. A ciegas, iba avanzando, hasta que me interrumpieron el paso. De una colleja, me advirtieron que reanudara la marcha. Un hilo de murmullos se coló por debajo del saco, adiviné que estaba siendo examinado. Con un codazo en el costado, me avisaron que volviera a detenerme. Exhalé afligido.

A empujones me soltaron sobre una silla, y noté como unas manos me iban distribuyendo en ella. Oí los clack clack a medida que se iban cerrando los cierres. Inmediatamente, percibí un zumbido que provenía de la silla, y un leve temblor, se estaba reajustando a mi medida. Súbitamente, noté unos zas zas aproximándose y seguidamente, sentí unos pinchazos, profundos, en varias partes de mi cuerpo.

Inmovilizado y angustiado, me destaparon la cabeza. Respiré aliviado, unos segundos, pues al descubrir mi posición, me vi abrumado por la presencia de esos seres que me estaban observando. Un señor, con un artilugio que iba rozando sobre mi piel, reequilibraba los ajustes de la silla, pues a medida que iba tocando botones, se rectificaba mis niveles de comodidad, malestar, intranquilidad.

Allí estaba, tras él, la chica escuálida, de piel blanquecina, de pelo largo, ondulado y anaranjado. Me miraba risueña y su sonrisa me confortó, pues… ¿Cómo podía temer a un ser, cuya cara, era tan angelical? Posó su minúscula y nacarada mano sobre mi brazo, y suavemente la deslizó hasta mi hombro. ¿Cómo podía inquietarme un ser, que me trataba tan dulcemente?

Se inclinó sobre mí, y susurró mi nombre, apenas lo recuerdo, pero me acuerdo del sutil movimiento de sus labios, y la calidez que desprendían sobre el lóbulo de mi oreja. ¿Cómo podía soliviantarme ante un ser, que hasta ese momento, era el único que me había mostrado un poco de afecto, desde que había sido capturado y recluido en esas instalaciones?

Busqué sus ojos, brillantes, sus largas pestañas me insuflaban, renovando el aire de mis pulmones. Mustio, vi como desaparecía, pero al momento, regresaba y eso me regocijaba. Podía apreciar como sus manos laboriosas, se entretenían en mi brazo. Intentaba espiarla por el rabillo del ojo, pero mi visión no alcanzaba, y estaba paralizado y no podía mover la cabeza para contemplar lo que me estaba haciendo.

El brazo empezó a quemarme, como si lo estuvieran perforando con miles de agujas. Pero la danza de su cabello, su voz harmoniosa, me tenía hechizado. Cuando vi sus sonrosadas mejillas, y esa mancha de sangre en uno de sus pómulos, me di cuenta que algo malo estaba pasando, pero no podía evitar sentirme como en un sueño, si algo dañino me estaban haciendo… ¿Por qué era incapaz de experimentarlo?

El señor que antes me había pasado el artilugio, le limpió la cara al pequeño ángel. Divertida, retomó su trabajo. De vez en cuando, levantaba la vista y sus grandes ojos curiosos me analizaban. ¿Si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, esos ojos se posarían en los míos? Me sumí en mis fantasías y ensoñaciones, mientras intuía, por las muecas que la jovial muchacha emitía, que estaba enfrascada en algún asunto, sumamente, espinoso.

Soñoliento, abrí los ojos, sus manos se habían posado sobre mis mejillas, podía percibir cada detalle de su rostro, mechones de su pelo me acariciaban la frente. Invadido por una gran serenidad, me abandone a la profundidad de sus pupilas, navegué por el mar acuoso de su liquida mirada, sosegada y pacífica. Percibí su palma de la mano sobre mi pelo, sus dedos acariciando mi oreja, se mordió los labios y caí bajo su excitante sugestión hipnótica.

Las palabras se tejían en mi mente, pero apenas podía entrelazarlas, se escapaban, desvanecían, adulteraban, correteaban, jugueteando, dentro de mí, como pequeños y vivarachos duendes, que asomaban sus lindas cabecitas por entre las neuronas, produciendo centelleos, chispas y flashes, estallando en mí. Mi mente trataba de hacer conexiones, pero las visiones, recuerdos y reflexiones estaban enmarañados, y no había forma de reestructurarlos y encontrarles una lógica.

Mi rostro estaba húmedo, mi cuerpo se convulsionaba. Pero la sonrisa de la niña de melena anaranjada me reanimaba. Un orco atronó a lo lejos, pero la amenaza se disipó, pues la grácil forma de moverse de la agradable ninfa, iluminaba la estancia. Mis miembros estaban rígidos, y me pesaban los párpados, pero luchaba para mantenerme despierto, pues no quería que la magia de la chica se evaporara.

Un intenso dolor estalló en mi pecho, me vinieron arcadas, tenía los miembros entumecidos, y los murmullos se acrecentaban, me descubrí alarmado, agitado de nuevo, pues estaba empezando a pasar por un calvario, la cabeza me retumbaba, y las palabras empezaban a cobrar sentido, me estaban arrancando de la alucinación, y mi pasado como un tufo negro, se impregnaba a mi cuerpo, recorriéndolo, hasta clavarse en mi cabeza, detonó en mi interior, y agónicamente desperté.

Ni el rostro del ángel pudo devolverme a mi anterior estado apacible. Me tachonó a preguntas. Su voz, ya no sonaba tan delicada y su sonrisa, a penas podía captarse. Pero daba igual, estaba tan abstraído en mi tribulación, que aunque a esas alturas, lo que yo creía un ángel, fuera en realidad el mismísimo demonio, para mí seguía siendo, la fuente de mis deseos.

Pesaroso y aturdido, mi pasado me mostró el camino. Pero yo no sabía nada, no tenía nada que aportar, nada que ofrecer, sólo podía entregarme, dejarme caer por el abismo. Un gran agujero se abrió a mis pies, lenguas de fuego querían devorarme, las serpientes reptaban por las paredes y un intenso calor me fundía el vientre. Una fuerza de atracción me despegaba de todo dolor y bienestar, y me llevaba a las entrañas de esa oscuridad.

Caí sobre un suelo encharcado, y las paredes que me rodeaban en esa sala cunicular, cobraban vida. Nació una luz, en su interior y anduve en la penumbra buscando una salida. A mis pies, noté manos que me acariciaban, el suelo estaba vivo, habitado por sombras que languidecían a mi paso. A lo lejos, divisé a un extraño, su cuerpo era parecido al mío, pero su cabeza, era espeluznante.

No sabía si dirigirme a él, o despistarle, pero parecía que me estaba esperando, así que acongojado, cabizbajo y asustado me acerqué a esa bestia con cabeza de cabrón. En su mano, asía una gran lanza, me intimidó con su bramido, levantó un brazo y me indicó el camino, no hubo empujones, ni codazos, pero podía advertir, una fuerza oculta que emanaba de él, capaz de reducirme.

Allí estaba, entre tinieblas, mi pequeño ángel, escuálido, refulgente, con ojos irisados. Su pelo era largo, liso y negro, caía sobre su pecho, ocultándolo. Sus labios rosáceos, sonreían. Me palpó, giró a mí alrededor, descomponiéndome en partículas bajo su análisis. El cabeza de cabrón hizo un gesto y dos seres incorpóreos aparecieron de la nada, portando un cuenco. Lo alzaron, a la vez que se inclinaban ante ella respetuosamente.

La niña escuálida, de centelleante mirada, se acercó a mi, su cabeza quedó por debajo de mi barbilla. Levantó el rostro y nuestros ojos se encontraron. Sentí una punzada en el pecho, lo miré, la diminuta mano nacarada de la niña salía de él, con algo mío, que había arrebatado de mi interior, se lo arrimó a la boca y posó sus labios, mientras me abandonaba en mi miseria y me daba la espalda, caí de rodillas, vacío.

- Ha sido ella.

- ¿Qué hacemos con él?

- Enviárselo de regreso.

La niña escuálida arrojó los restos de lo que había sacado del interior del Sr. Koontz al cuenco. El negro lo devoró todo, volviéndolo infinito y silencioso, un abismo espectral, donde nada existía, pues incluso el Sr. Koontz había desaparecido.

domingo, 13 de noviembre de 2011

¡Trasunto!

La Reunión se inició a las 8:30h en la sala de proyecciones.

La sala frente a la pantalla, tenía forma de herradura. En la parte baja, estaba el patio de butacas, donde los sillones estaban repartidos en filas separadas por un pasillo central. El suelo, estaba levemente inclinado, para preservar un mínimo de visibilidad.

La sala de proyecciones, se utilizaba para reuniones, conferencias, formaciones, etc.

La Oficial General Kutsuge Ginzburg, había convocado al Coronel Ion Ibbotson, la Comandante Azkune Uhlman, el Dr. Gabriel Gremnitz, el Dr. Edorta Guró y la Dra. Haizeder Sokolow, para que le ayudaran a evaluar la actuación de la Suboficial Zuhurne Zaken, en su último procedimiento.

La Oficial General Ginzburg se comunicó con su ayudante. Itsaso Hilsenrath, estaba en la habitación auxiliar de la sala de proyecciones, donde se encontraba el proyector y el equipo de sonido, esperando las instrucciones de la oficial general, transmitidas a través del intercomunicador, de apagar las luces de la sala y poner en marcha la película, una vez, los asistentes, se hubiesen acomodado en las primeras filas.

A medida que avanzó el metraje de la película, apareció Zuhurne Zaken, cortando, meticulosamente y con mano firme, trozos de epidermis del brazo del Sr. Koontz que se retorcía de dolor, a la vez, que le preguntaba por el nombre de sus colaboradores en el ataque terrorista, mientras el Dr. Guró, le tomaba las constantes vitales.

Seguidamente, Zuhurne Zaken se acercó al Dr. Guró interesándose por el estado del Sr. Koontz, que respondió positivamente. Acto seguido, el Dr. Guró, le limpió una mancha de sangre, que se hizo Zuhurne Zaken, al tocarse la mejilla, accidentalmente.

La película siguió avanzando. Los asistentes permanecían en silencio y a oscuras, sólo iluminados por los destellos que emanaban del proyector y rebotaban de la pantalla hasta sus caras. Estudiando cada palabra que fluía por los altavoces, resonando por toda la sala.

Entonces, Zuhurne Zaken parecía que se sacaba algo del bolsillo, pero el Dr. Guró se puso de tal forma que tapó lo que ocurría, de fondo se escuchó a la Oficial General Ginzburg preguntando que sucedía, y el Dr. Guró contestó que nada y Zuhurne Zaken soltó un berrinche.

En ese momento, una oreja salió disparada, y voló por encima de las cabezas de Zuhurne Zaken y el Dr. Guró. Posteriormente, un ojo, cayó al suelo. El Dr. Guró lo pisó, fortuitamente, lamentándose por lo ocurrido. Zuhurne Zaken, se aproximó al Dr. Guró y le susurró algo al oído, mientras le mostraba la palma de la mano cerrada, luego la abrió y dejó caer el contenido al suelo, era la nariz del Sr. Koontz.

El Dr. Guró se encogió de hombros y se apartó. Finalmente, Zuhurne Zaken dejó el bisturí en el carrito. Volvió a rebuscar en el bolsillo de su bata, y extrajo un destornillador y un martillo. Entretanto, el Sr. Koontz, no se quejaba, por que se había quedado inconsciente.

A lo lejos, todavía, podían entenderse las palabras de disconformidad de la Oficial General Ginzburg, pero aún así, no dio la orden de parar el proceso.

Zuhurne Zaken, colocó la punta del destornillador en la base del incisivo central superior que limita con la encía y golpeó el culo con el martillo. Se podía escuchar el ritmo indolente a través de los altavoces, inundando la sala de proyecciones. El ritmo era lánguido y rítmico.

El Dr. Guró, había dejado de comprobar las constantes vitales del Sr. Koontz y se había sentado en el suelo. Zuhurne Zaken seguía martilleando el destornillador que seguía repicando incisivamente el diente. El Sr. Koontz volvió de su letargo con un estruendoso alarido que invadió la sala de proyecciones, que tanto les había impactado en ese momento, como en el otro.

Zuhurne Zaken se giró a la Oficial General Ginzburg y comentó que el Sr. Koontz no sabía nada, que era una pérdida de tiempo, un callejón sin salida. No hubo respuesta, pero tras unos segundos, le obligó que siguiera.

Eso no pareció gustarle a Zuhurne Zaken, que se quedó quieta por unos segundos, estaba como meditando. Primero se quedó como observando hacía donde estaban sentados la Oficial General y sus asesores, luego volvió la cabeza hacía donde estaba sentado el Dr. Guró, éste se incorporó y empezó a examinar al Sr. Koontz, después se quedó como ensimismada, hasta que reaccionó.

Se situó junto al Dr. Guró, revisando datos, hablando entre murmullos, hasta que éste le hizo un gesto de aprobación.

De repente las luces de la sala, se encendieron. 

-  Señores, tenemos que posponer esta reunión. Acabamos de recibir nueva información sobre el ataque terrorista perpetrado en la escuela Hammerstein. Fuera les espera mi ayudante, para acompañarles al nuevo punto de reunión, pero antes, si lo desean, pueden tomarse un descanso de cinco minutos.


Los asistentes fueron abandonando la sala de proyecciones hasta quedar la Oficial General Ginzburg y el Dr. Gabriel Gremnitz.

-         ¿Qué vas a hacer con el Dr. Guró?
-         De momento me interesa mantenerlo en activo.
-         ¿Y Zuhurne Zaken? 
-         Gabriel, ahora no.

    domingo, 6 de noviembre de 2011

    ¡Empatía!

    "La sesión extraordinaria se abrió a las 10 de la mañana.

    En ese momento, en la sala estaban presentes, la Oficial General Kutsuge Ginzburg, su ayudante Itsaso Hilsenrath, la Suboficial Zuhurne Zaken, los asesores el Dr. Gabriel Gremnitz, el Dr. Zigor Vysotsky y el Dr. Edorta Guró.

    La Oficial General Ginzburg, el Dr. Gremnitz y el Dr. Vysotsky estaban sentados frente a sus respectivas mesas. Junto a la mesa de la Oficial General, había una mesa auxiliar, donde se sentó su ayudante.

    Tras unos minutos se abrió una puerta lateral. Compareció Reuben Koontz escoltado por dos hombres uniformados hasta el centro de la sala, donde había una silla, quedando cara a cara, con los asistentes, que había allí presentes.

    El Dr. Guró se acercó al Sr. Koontz y le indicó que se sentara en la silla y se acomodará en ella, colocando los brazos y los pies sobre las superficies que se prestaban para ello, asistido por los dos caballeros que habían escoltado al Sr. Koontz.

    La silla, ergonómica, se inclinó, y se ajustó a la medida de su ocupante, y para impedir que éste abandonara su posición, de la base de la silla aparecieron unos brazos mecánicos articulados que lo atornillaron en el sitio, perforándole levemente las sienes, la base de la nuca, la clavícula, las axilas, las muñecas, la cadera, las rodillas, los tobillos y las plantas de los pies.

    La puerta lateral volvió a abrirse. Esta vez entraron dos asistentes con un carrito con utensilios médicos, que se cruzaron con los dos escoltas del Sr. Koontz que abandonaban la sala al cumplir su cometido. Los dos asistentes cuando llegaron junto al Dr. Guró, que estaba consultando las constantes vitales del Sr. Koontz, estacionaron el carrito. 

    El Dr. Guró tomó unas notas y miró a los asistentes con asentimiento. Acto seguido, La Oficial General Ginzburg dio instrucciones para que la Suboficial Zaken se aproximara al Sr. Koontz.

    En la fase 1, la Suboficial empezó con la tanda de preguntas que se le habían encomendado, pero tras media hora de intentos, el Sr. Koontz se negó a colaborar.

    En la fase 2, la Suboficial se vio obligada al uso de la fuerza, pero tras una hora de intentos, el Sr. Koontz se negó a colaborar.

    En la fase 3, se pidió que sólo permanecieran en la sala la Oficial General, el Dr. Gremnitz, el Dr. Vysotsky, el Dr Guró y la Suboficial Zaken.

    La Suboficial Zaken se acercó al carrito médico y cogió un bisturí".

    Sabía lo que tenía que hacer, pero tampoco es que tuviera ganas de hacerlo, últimamente me sentía un poco cansada de todo eso, lo había hecho tantas veces, que volverlo hacer, era como algo monótono, irreflexivo, como andar, o respirar, un acto reflejo.

    Y sin embargo… cuantas personas hacían daño a alguien… sin darse cuenta… Tal vez era mejor así… no darse cuenta… de que iba a quitar una vida… o desfigurar un rostro… o infligir daño… por que eso es lo que se esperaba de mí… entonces por que planteármelo...

    Allí estaba… con el bisturí en la mano… a punto de hundirlo… en la carne… sin que apenas ésta ofreciera resistencia… A punto de desgarrar el tejido adiposo, el fibroso y el cartilaginoso… Como siempre, saldría sangre a borbotones, mientras, el bisturí se abriría paso hasta el hueso… ¿Para qué? ¡Cómo si dentro del hueso estuvieran las respuestas! Me habría manchado las manos por un poco de tuétano.

    Así que en ese momento, no pude hacerlo. Pero no por compasión, miedo, inseguridad, arrepentimiento, remordimiento, cargo de conciencia, no... Fue por aburrimiento. A parte, ¿Qué culpa tenía yo? El bisturí no mata, sino el que lo usa... yo no era la que mataba... yo era el bisturí...

    Por que aunque lo usaba yo... A mi me usaban... así que yo era el bisturí... y estaba harta que me dijeran siempre lo que tenía que hacer, desde que estaba en esa División me sentía acabada, tal vez por que con la edad estaba viendo que todas mis aspiraciones se marchitaban.

    No sé por que, pero le eché un último vistazo al Sr. Koontz, y en ese momento sentí como si el tiempo fuera más despacio, incluso podía haber escuchado la trágica melodía de un piano, y gracias a eso recapacité, por que si hubiese salido por esa puerta, hubiese venido otro acabar lo que yo ni había empezado y a mí me hubiese caído una de bien gorda.

    Sobretodo por Ginzburg... y eso que antes de su ascenso la Oficial General y yo, habíamos compartido muchas cosas, incluso, pocos días antes, me prometió, que haría mejoras, que habría cambios, pero de repente, un día, nos cruzamos, poco después de su ascenso... y me miró como si yo fuera una extraña.

    Por otra parte, y cambiando de tema, el tiempo era tan relativo, que parecía que se paralizaba a mi alrededor, a lo mejor era yo que me había quedado quieta, y los demás me miraban con los ojos como platos intentando descubrir que demonios pasaba por mi cabeza, pero estaba tan metida en mis pensamientos que no me daba cuenta.

    Yo seguía a lo mío, intentado visualizar el archivo, recordando todo lo que había hecho el Sr. Koontz para que me motivara, para que no influyera en mí, el aburrimiento y la apatía.


    Rememoré el ataque terrorista perpetrado en la escuela Hammerstein el 1 de septiembre. Los equipos de rescate que iban apartando escombros, buscando supervivientes, retirando cadáveres de niños, miembros cercenados, grúas moviendo bloques pesados de hormigón. El puesto habilitado para los paramédicos, donde iban llevando los supervivientes para aplicarles los primeros auxilios, antes de llevarles al hospital y los niños que se perdieron de camino.

    Recordé mi primer acceso a la escuela, después de que el equipo especializado en explosivos me diera luz verde. Sólo al entrar, ya me crucé con que cargaban los fiambres, desde la zona cero, hasta otro sitio más apartado, donde habían habilitado un puesto de rescate, cuya misión principal era almacenar los despojos con la esperanza de reunificar los cuerpos de los difuntos infantes. Hablé con uno de los forenses que estaba volcado en la intrincada misión de recomponer niños y me mostró donde estaban las fotografías, que habían sacado antes de mover los restos encontrados. Las visualicé en mi mente.

    Hice memoria, con todo detalle, recopilando datos. Estudiando los daños sufridos por la estructura, La manos temblorosas de los artificieros que se asustaban por los zumbidos de sus propias radios, los ojos desorbitados del forense buscando más piezas que encajar, la pérdida de tiempo revisando los accesos a la escuela, infestados de periodistas, la visita al hospital y la cháchara condescendiente de los médicos, lamentándose por los niños fallecidos y las secuelas que padecerían los pobres niños supervivientes, traumatizados, agonizantes, en sus sillas de ruedas, metalizadas, en sus camas, recostados, desolados, con sus caras abolladas, con las mejillas empapadas por las lágrimas, por que el forense tal vez, estaba intentando encajar sus miembros en algún cadáver.

    Lo viví todo, hasta el último fragmento, sin embargo… Por aquel entonces, había matado a tantos que me había vuelto insensible… así que no sentí nada… ni una chispa… encima matar, me aburría, pero tenía que hacerlo si no quería que me liquidaran, y de que iba a vivir si era lo único que sabía hacer.

    Así que obedecí, tal vez a regañadientes, tampoco era usual hacerlo en esa sala y que el Oficial General en persona estuviera presente, pero, tal vez, la División necesitaba resolver el atentado Hammerstein, o más bien, Ginzburg, justificando así, su repentino ascenso.

    Sólo recuerdo que a más de uno lo tuvieron que asistir después de mi ejecución, pero no por que no tuvieran estómago para aguantar lo que se acostumbraba a hacer en esas ocasiones, sino por que en una de mis incisiones, accidentalmente, una de las orejas del Sr. Koontz, acabó proyectada dentro del vaso de agua de uno de los asesores, pero no se dio cuenta, hasta mucho más tarde, cuando le dio un sorbo, y palpó con su lengua el cacho de oreja y le dio por vomitar, y ni se imaginan como es eso de contagioso.

    Pues fue empezar uno con las náuseas, y como un efecto dominó, empezaron a regurgitar todos. Toda la mesa, el suelo llena de vómito. Daba más asco que la silla con los restos del Sr. Koontz. Incluso el hedor a vómito era más nauseabundo que el olor que desprendían los restos del Sr. Koontz, que se había defecado encima, por lo visto le habían hecho seguir una dieta estricta, lo cual agradecí sobremanera.

    Finalmente, el equipo de limpieza después de limpiar el vómito, estuvo entretenido sacando restos de Sr. Koontz de las paredes, suelo e incluso del techo. Hicieron un gran trabajo por que dejaron la sala como si allí no hubiese pasado nada, pero pasó y como ya dije, dentro del Sr. Koontz, no estaban las respuestas, y eso que busqué muy dentro.

    domingo, 30 de octubre de 2011

    ¡Recomendaciones!

    Urtzia Jünger,

    Te envío estas especificaciones para ampliar las recomendaciones que te hice llegar en el correo anterior junto a la receta.

    Los champiñones blancos de bosque se confunden con la cicuta blanca. No hace falta haber estudiado filosofía, para saber que Sócrates después de su apología se suicidó con un chupito de cicuta.

    La Oronja en fase de huevo se confunde con la Amanita Phalloides que puede pasar por una Rúsula Verdosa cuando está más desarrollada. Tanto ésta, como la Amanita Verna (que es la cicuta blanca) y la Amanita Virosa, son mortales.

    Puedes evitar que los síntomas sean muy bestias preparando una especie de infusión de Amanita Muscaria que puedes añadir al sofrito, se parece a una Oronja ya desarrollada.

    P.D.: ¿Si un Ginecólogo es el especialista en vaginas... un Micólogo es el especialista en mi?

    Que pases un buen día.

    Saludos,

    Zuhurne Zaken
    Gran Rana Beoda

    domingo, 23 de octubre de 2011

    ¡Amenazas!

    Buenas Zeta,

    Recordarte que necesito que me envíes la receta para mi evaluación práctica del mes que viene. Ya sabes que si no la apruebo, nos penalizan a las dos.

    Por cierto, me indican desde RRHH que para que me den la tarjeta para poder adquirir mi equipo, tienes que rellenar el cuestionario que te adjunto y enviárselo, sé que te da palo, pero si seguimos adquiriéndolo desde la tuya te van a penalizar, limitándote el crédito, y eso junto a tu sanción, implica, que si no me dan mi tarjeta, no podamos hacer uso de los vehículos de la flota, y es un coñazo hacer los seguimientos en metro.


    Nos vemos a tu regreso.

    Saludos,

    Urtzia Jünger
    Princesa de Fresa

    domingo, 16 de octubre de 2011

    ¡Resoluciones!

    Estimada Srta. Zaken,

    Nos es grato comunicarle que ya hemos efectuado el abono en su cuenta de:

    Dietas y gasolina de agosto y septiembre.

    Respecto a sus otras consultas:

    Compras de material: ponemos a su disposición tarjeta y listado de los almacenes y puntos de venta donde puede ser utilizada. Recoger en recepción mostrando su acreditación.

    Trabajo de oficina: Hasta nueva orden, todos los empleados que estén de guardia, deberán permanecer en la oficina, efectuando labores administrativas, hasta que se restablezcan las instalaciones de entrenamiento, puesto que deben permanecer disponibles y operativos para una rápida respuesta ante situaciones de emergencia.

    Gratificaciones y Penalizaciones: Se está estudiando un sistema de puntación para gratificar o penalizar a nuestros profesionales, a liquidar trimestralmente.

    Flota: Informarle que hasta nueva orden no podrá hacer uso de los vehículos de nuestra flota tras sus dos últimos accidentes.

    Para cualquier consulta, puede enviarnos un formulario desde su espacio personal dentro de la web de la división.

    Gracias por su atención,

    Atentamente,

    SDG Costes de RRHH
    División de Las Gorgonas

    domingo, 9 de octubre de 2011

    ¡Sugerencias!

    Srta. Zuhurne Zaken,

    He recibido sus sugerencias y comentarle que he remitido sus consultas al departamento correspondiente para que sean estudiadas. En breve se pondrán en contacto con usted.

    Recordarle que para ese tipo de consultas debe utilizar el formulario de contacto, que aparece en su espacio personal, en la web del empleado de la división y seleccionar de la lista desplegable el departamento correspondiente, en este caso, Recursos Humanos.

    Informarle que mi correo personal es sólo de uso lúdico y que podría tardar en consultarlo, con lo que sería aconsejable que para futuras ocasiones, usara los canales pertinentes para que su correo no se traspapelase.

    Aprovechamos para comunicarle, que si hemos puesto a Urtzia Jünger bajo sus órdenes, es por que confiamos que hará de ella una profesional, tal y como nos indica su hoja de servicios.


    Agradecerle su dedicación.

    Atentamente,

    Kutsuge Ginzburg
    Oficial General
    División de Las Gorgonas

    domingo, 2 de octubre de 2011

    ¡Quejas!

    Querida Kutsuge Ginzburg,

    Si hasta entonces mi trabajo, única y exclusivamente, era trabajo de campo... ¿Por qué me mandáis ahora trabajo de oficina?

    Si tengo que liquidar a uno... ¿Por qué al final acabo liquidando veinte? Y sobretodo si se me paga por liquidación... ¿Por qué sólo me pagan una y no las veintiuna?

    Recordarle... ¡Qué todavía se me deben las dietas y la gasolina de agosto!

    Por cierto... ¡Es que también voy a tener que abastecerme yo! ¡Qué la última vez tuve que improvisar con unas chinchetas!


    Por enésima vez... comuníquenle a mi aprendiz... que yo no tengo por que pagar su comida... que cada uno tiene que ocuparse de lo suyo... o eso... o me tienen que pagar sus dietas que hasta ahora se las he tenido que pagar yo.

    Gracias por su atención,

    Atentamente,

    Zuhurne Zaken
    Suboficial
    División de Las Gorgonas

    domingo, 2 de enero de 2011

    Autor

    Crónica Sin Crónica

    Sobre el Autor

    El autor de Crónica Sin Crónica Mónica Borràs Nadal #MonBN. MonBN, es más conocida, desde 1990, por su nombre artístico: #contradiccio.

    Contradiccio es cantante, compositora, letrista y productora musical.

    Contradiccio a participado en varios proyectos musicales, colaborado con cientos de grupos y artistas, nacionales e internacionales, y actuado en salas de conciertos y festivales.

    Información General

    Crónica Sin Crónica

    Información General

    Crónica Sin Crónica es un blog de ficción, cuya función es enriquecer, mediante anécdotas, diálogos y monólogos, los perfiles psicológicos de los personajes que aparecen en la novela, de ciencia ficción, "Sueños de Madera", escrita por #MonBN.

    MANUAL DE INSTRUCCIONES

    En Información sobre Crónica Sin Crónica, podeis encontrar el calendario de publicación, información sobre la novela, etc.

    En Archivo del Blog, podeis acceder a los post siguiendo la linea temporal de publicación. El primer post se publicó el 2 de octubre de 2011.

    En Contenido, podéis acceder a los post por etiqueta. 

    Crónica sin Crónica, es un blog de ficción, que recoge las aventuras de varios personajes. Podéis consultar la relación de personajes en activo, que hay en cada División, en los listados, "Las Gorgonas" y "La Drakaina Delphyne", .



    Para cualquier duda o consulta, podéis contactarme, por si considerais que podría añadir alguna mejora para que el lector no se sienta perdido, siguiendo la trama de la historia.