AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 4 de diciembre de 2011

¡Incoación!


Sala de Interrogatorios 2.
16h.

Desde la habitación anexa a la sala de interrogatorios, se podía apreciar la estancia que permanecía poco iluminada. Zaken ordenó al técnico, Unax Barhuni, que las luces titilasen, los altavoces crujieran, que apagase el sistema de renovación de aire y encendiera la calefacción.

Antes de entrar, le dio las últimas instrucciones a Barhuni, pues quería sincronizar su interrogatorio con el del Sargento Yaakov Kav que se llevaría a cabo simultáneamente desde la Sala de interrogatorios 1. Dejó unos documentos, estratégicamente, en la mesa auxiliar que estaba colocada junto a la mesa del técnico, y abandonó el cuarto.

Urtzia Jünger, había permanecido apoyada, discretamente, en la pared, sumida en un mutismo voluntario que se había impuesto. Aprovechó que Zaken había desaparecido por el foro, para aproximarse prudentemente a los papeles que había dejado sobre la mesa y empezó a curiosearlos. Mientras los fisgoneaba, atisbaba los acontecimientos que se producían en la sala de interrogatorios a través del cristal.

Dentro de la sala de interrogatorios, el aire era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. El Sr. Hugh Dertleth, estaba justo en las condiciones deseadas, incómodo y sudando como un cerdo. Zaken, desganada, se miró en el espejo, y se tocó la oreja. Tras unos breves instantes, apareció Jünger con su más de metro ochenta por la puerta, acrisolada, con un vaso de agua, ambas, se cruzaron miradas, mientras ella, acendrada, dejaba el vaso enfrente del Sr. Dertleth, acto seguido, volvió a retirarse.

Jünger, regresó a la habitación con el técnico. En su interior, se avivaba esa maldita sensación, no entendía como un ser al que le sacaba una cabeza de largo, conseguía empequeñecerla. A través del cristal, Zaken, no parecía gran cosa, era menuda, escuálida. Un retaco, vivaracho. Sus ojos se movían por toda la sala, y su cuerpo no podía estarse quieto, aunque a veces, su sistema parecía desactivarse y se quedaba inmóvil como una estatua.

Poco a poco, Jünger observó como Zaken, se iba posicionado detrás del Sr. Dertleth, parecía una serpiente al acecho, pues su cuerpo ondulante se le iba aproximando mansamente, mientras éste, sediento, agarraba el vaso, que Jünger le había dejado minutos antes.

Impulsivamente, sin que su presa pudiera apenas reaccionar (ni los que observaban la situación desde fuera), notó como Zaken, de forma espontánea, colocaba su brazo alrededor de su cuello, y le asfixiaba, provocando que le saliera el agua por la nariz, apretándole la cabeza fuertemente contra su pecho.

Cuando Zaken advirtió, que llegaba el último estertor del Sr. Dertleth, lo liberó, pero inmediatamente, le agarró firmemente, del pelo y le levantó la cabeza, tomando impulso, cuando sintió la potencia generada por el gesto en su mano, dejó caer la cabeza sobre la mesa, para que se golpeara, enérgicamente, produciendo el cráneo, un sonido sordo, al chocar contra la mesa.

El Sr. Dertleth, sofocado, tomó, agobiado, una gran bocanada de aire. Tenía la ceja partida y un chorro de sangre descendía por uno de sus ojos. Como una lágrima, la sangre se deslizó por su mejilla, hasta llegar a su boca. La sangre, se abrió paso sobre su barbilla de ipso facto, y empezó a gotear sobre la mesa.

Cabizbajo, el Sr. Dertleth, quejumbroso, seguía por el rabillo del ojo, el vaivén de Zaken, que estaba recorriendo la estancia de un lado a otro. Intranquilo y jadeante, se limpió la sangre de la cara con la manga de la camisa, al percatarse que estaba sucia, tras ver su reflejo en el espejo. Le castañeaban los dientes.

Jünger, concienzuda, desde la sala adyacente, esperaba las indicaciones de Zaken. Era su primer interrogatorio y quería hacerlo bien. Hasta el día de hoy, sólo habían efectuado juntas, seguimientos, y alguna detención, y por lo que había visto y lo que le habían contado, la canija esmirriada era una bestia implacable.

De repente, Zaken estaba mirándola a través del cristal, como si supiera exactamente donde estaba, y se tocó de nuevo la oreja. Jünger, se quedó tan impresionada, por la coincidencia, que al ir a por el cubo lleno de agua, se le derramó, y pringó todo el suelo, a lo que Zaken, desde la otra sala, soltó un gruñido y cogió la cabeza del Sr. Dertleth y una y otra vez, la estuvo colisionando contra le mesa a modo de bombo sin maracas.

Jünger, vacilante, apareció con el cubo de agua, mientras Zaken, ufana, sacudía al renqueante Sr. Dertleth, que ya estaba medio inconsciente. Entretanto Zaken, campante, zumbaba al achacoso Sr. Dertleth. Después de ordenarle a Jünger, que dejara el cubo en un rincón y que acto seguido volviera a su lado, dejó de atizarle y lo inmovilizó. Eufórica y complacida, animó a Jünger, para que abofeteara al afligido Sr. Dertleth, asegurándole que eso le reanimaría. Jünger, perpleja, le dio una primera tanda de bofetones, pero Zaken no quedó satisfecha y le mostró como hacerlo.

Primero, Zaken, ladeó un poco el tronco, segundo estiró el brazo echándolo un poco hacia atrás, tercero abrió la palma y por último la lanzó con gran potencia hacia la mejilla del Sr. Dertleth, resonando por toda la estancia. Jünger, desconcertada, presenció como la cara del Sr. Dertleth casi giraba 360 grados, tras el guantazo, mientras su cuerpo, caía como un pesado tronco, sobre el suelo, y se deslizaba a unos metros de ellas, rebotando contra la pared, emitiendo un gran estruendo. Jünger, extrañada, observó a ambos, pensaba que la intención era reanimarle, no dejarlo K.O.

Entonces, Zaken le hizo una señal, y Jünger comprendió y fue a por el cubo. Zaken se inclinó sobre el Sr. Dertleth y presionó sus mejillas y estómago con la punta de su dedo índice para ver si reaccionaba. Expulsó un débil gemido. Lo agarró por los sobacos y le obligó a ponerse de rodillas. Mientras Jünger se le acercaba con el cubo, Zaken, soltó un stop informativo cuando intuyó sus intenciones. Jünger se congeló en un instante con el cubo medio levantado y unas gotas gravitacionales se precipitaron al suelo.

Zaken, primero, mandó a Jünger que se sentara, ahorcajadas, luego le sugirió que colocara el cubo entre las piernas y lo abrazara con ellas para asegurar su sujeción.

Zaken, tenía asido al Sr. Dertleth por los sobacos. El predador pasó sus manos por debajo de los brazos de su presa, hasta que las manos del predador se entrelazaron detrás de la nuca de la presa. El predador empezó a avanzar hacia Jünger, obligando a su presa a gatear entre sus piernas.

Cuando llegaron al cubo, Zaken lo mantuvo preso, ya sabía como las gastaban los sospechosos, se removían y volcaban el cubo y le mojaban la ropa. Decidida, bajo la mirada estupefacta de Jünger, metió la cabeza del Sr. Dertleth dentro, esperó a que descendieran las burbujas, y la sacó. Repitió la operación hasta quedar satisfecha, Jünger ya se había mojado los pantalones.

Con el Sr. Dertleth abatido y Jünger enojada, Zaken dio ese primer acto por concluido. Le dio indicaciones a Jünger para que se fuera con el cubo y aprovechara para cambiarse y proyectó al Sr. Dertleth contra la mesa, donde se desplomó hasta desmayarse.

Jünger, contrariada, cogió el cubo y dio un portazo tras de si al retirarse a la sala anexa. Bahurni, estaba sorbiendo una lata de refresco y picoteando avellanas, mientras tenía su cabeza metida en su portátil. Intentó entablar conversación con él, pero fue inútil. Decaída, se fue hacia los vestuarios, en busca de una muda, y aprovechó para ducharse.

Pasados unos largo minutos, cuando Jünger regresó a la sala, donde estaba el técnico. Parecía la calma después de una gran tormenta. Intuía que algo había sucedido, pues la sala de interrogatorios estaba distinta, el Sr. Dertleth estaba distinto. Sobre la mesa, parecía que habían dejado caer un globo lleno de pintura roja. En una de las paredes, había otro impacto de globo y parecía que lo habían frotado por todo el ancho de la pared hasta llegar a la esquina, el suelo estaba encharcado como si la fuente de la pintura roja se hubiese detenido, anegando el rincón, pero un segundo globo parecía que había sido lanzado, hasta llegar al pintor, con su brocha empapada y goteante.

Jünger no entendía nada, el Sr. Dertleth, estaba en un rincón agazapado, apartado del mural y del pintor, temblaba como una hoja, apenas tenía restos de sangre en su cuerpo como para ser la fuente de color de aquel abstracto lienzo. Zaken volvió a mirarla a través del cristal, y volvió a tocarse la oreja.

Jünger, bajó la cabeza y abrió el cajón de la mesa auxiliar para sacar el táser. Se cuestionaba el método de Zaken, pues todavía no le había hecho ninguna pregunta al sospechoso, al menos en su presencia. En parte agradeció no estar presente en el desarrollo artístico de aquella estampa, pues Zaken se le presentaba como un ser irracional y abominable que disfrutaba con el dolor ajeno.

Entró en la sala de interrogatorios, y se acercó a Zaken, le alargó la mano para que ésta pudiera coger el táser. Zaken que estaba, íntimamente, de cuclillas, junto al Sr. Dertleth, le apartó la mano y le mandó que se quedara. Le exigió que le ayudara a desvestir al Sr. Dertleth, pero que tuviera cuidado, de que no la desarmara.

En dos ocasiones, el Sr. Dertleth, intentó liberarse y desarmar a Jünger, Zaken había alimentado esa estúpida ilusión, y al fin Jünger, en el primer intento, le empujó, pero en el segundo, le propinó una patada que le saltaron un par de dientes al preso. Por fin, Jünger, había reducido al Sr. Dertleth, y ambas pudieron acabar de desnudarlo.

Jünger, disgustada, no podía evitar, lamentarse por la situación del Sr. Dertleth. Con el táser entre las manos, comenzaba a cuestionarse que cojones estaban haciendo, una cosa era detenerlos, pero eso era despiadado. Zaken no le dejaba ni un minuto de descanso. Si no le abroncaba, le asfixiaba, o le vapuleaba hasta acorralarlo, intimidándole, aterrorizándole con amenazas, atormentándole, como si quisiera privarle de su dignidad.

Zaken cogió el pantalón y azotó a Jünger para que despertara, luego lo utilizó para agarrar por el cuello al Sr. Dertleth que estaba acojonado y así arrastrarlo hasta la silla donde le obligó a sentarse. Miró a Jünger, entretanto, divertida, le daba unos toquecitos en la entrepierna al Sr. Dertleth. Jünger se sonrojó, otra vez, parecía que la diminuta Zaken, había descubierto sus pensamientos.

El rostro de Zaken, súbitamente, se aseveró, entretanto se arrimaba a Jünger y le cogía de la mano para iniciarla en el uso del táser, para que fuera aplicando las descargas donde ella le fuera indicando. Decisiva, fue guiando la mano temblorosa de Jünger sobre las orejas, los pies, las muñecas, la parte interna de los muslos, los pechos y finalmente le pidió que se entretuviese por la entrepierna, cuanto más sensible fuera la zona, mucho más efectivo era el Táser. Luego, le ordenó que recorriera el mismo trayecto, pero aplicando las descargas, tomándose su tiempo.

Jünger había memorizado la ruta en el cuerpo desnudo del Sr. Dertleth. Primeramente, se aventuró por la oreja izquierda y aplicó su descarga de prueba. El Sr. Dertleth profirió un alarido que atronó por toda la sala, pues con los nervios, había olvidado de graduar la intensidad de la descarga y había sido demasiado exagerada. Esperó unos segundos, después de reequilibrar el táser y aplicó la segunda descarga en la otra oreja, los dientes del Sr. Dertleth todavía seguían entrechocando por la inicial, y casi se resquebrajaron tras la segunda.

Cabizbaja, fue a por la tercera. Ladeó la cabeza, como muestra de entendimiento, Jünger compartía su dolor, pero se veía obligada a proporcionárselo. Luego giró la cabeza, en busca del consentimiento de Zaken, pero no estaba en la sala. Su voz sonó en los altavoces, manifestando su omnipresencia, le indicó que prosiguiera. Jünger, reparó en el temblor de sus manos, toda ella tiritaba, un sudor frío le recorría el cuerpo, estaba sola, ejecutando las instrucciones, infligiendo dolor a otro ser, se sentía destructiva.

Tras aplicar las descargas como le habían ordenado, Jünger se percató de que el Sr. Dertleth se había orinado encima. La voz en off de Zaken que retumbaba por los altavoces le estimuló para que no se detuviera. Jünger paró al ver que salía humo, y que el pene del Sr. Dertleth, parecía chamuscado. Los bramidos del Sr. Dertleth resonaban por toda la sala. Zaken optó por enviar a Jünger de vuelta a la sala adyacente, con el táser, para que éste se calmara.

El Sr. Dertleth se quedó sólo, ante el espejo. Se miró la entrepierna, ennegrecida y dolorida, con el vello carbonizado y acartonado. Se contempló en el espejo. Inmediatamente, sonó una voz por los altavoces, manifestando que ya no se requería la confesión del Sr. Dertleth, pues el otro sospechoso ya había confesado. Zaken, impasible, volvió a entrar por la puerta, con una pistola.

El Sr. Dertleth, estaba despavorido y empezó a resistirse, lanzándole la silla. Zaken, aprovechó la confusión y alboroto que estaba organizando, como excusa para atraer a Jünger. Cuando la tuvo a su lado, le delegó la ejecución, entregándole la pistola, que aceptó, con manos indecisas. Zaken, se colocó por detrás de ella y la orientó. Le levantó el brazo, le dispuso el codo, le acomodó el cuello, para que apuntase.

Zaken, iba alentándola para que lo hiciera, entretanto le iba masajeando los hombros para quitarle la tensión acumulada. Jünger, empezó a serenarse. Primero apuntó al pecho, luego a la cabeza, después, volvió a bajar la pistola hacia el pecho, intentando decidir donde debía apuntar. El Sr. Dertleth, comenzó a llorar, desconsolado, implorando por su vida, volviendo a corretear por la sala, tapándose la cara, alejándose de ellas.

Zaken, cogió al Sr. Dertleth que empezaba a exacerbarse, intentando llamar la atención. Gritaba lanzando amenazas, profiriendo insultos, con voz desgarradora, desgañitándose, la voz se le entrecortaba, pues se le quebraba por los llantos, al ver que Zaken, hacía caso omiso a sus suplicas y le forzaba a ponerse de espaldas, mientras obligaba a Jünger a arrimarse detrás de él, y le señalaba con su dedo frío donde debía apuntar, podía sentir, el cañón de la pistola, gélido, como iba repicando una y otra vez la parte trasera de su cabeza, mientras Zaken le repetía que era allí donde debía darle.

Finalmente, Jünger disparó, pero no paso nada. Airada miró a Zaken, que se reía mientras le hacía señas para que se callara. Un tufo llegó a sus narices, pues de los nervios, el Sr. Dertleth tuvo diarrea y el interior de su nalga y muslo izquierdo, acabaron llenos de mierda liquida.

Al fin, el Sr. Dertleth, humillado, vejado, indignado, ultrajado, pero sobretodo avergonzado y asustado, empezó a hablar, sin tener que pasar por la silla ergonómica. Zaken, lanzó la orden, a través del espejo, al técnico, Bahurni, para que encendiera el micro, para que desde la sala de interrogatorios 1, pudieran escuchar como el Sr. Dertleth estaba aportando nuevos datos sobre el caso Hammerstein.

Zaken, observó al Sr. Dertleth, poco se imaginaba éste, que parte del otro sospechoso y acompañante y algunos de los que estaba delatando, pronto, iban a ser sus compañeros de patio. Si hubiese sido consciente de ello, tal vez, hubiese preferido que el disparo no hubiese sido una artimaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario