AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 25 de marzo de 2012

¡Contingencia!

Una canción se filtraba por la piel, traspasando la grasa, colándose hasta los huesos. Parte de esa canción, se había quedado en el riego sanguíneo, viajando hacía el corazón.

La luz del sol, se coló entre las láminas de madera, de la persiana veneciana, iluminando tenuemente la estancia. Sobre la cama, un cuerpo joven, esbelto, pálido, como de porcelana, yacía cubierto por las salpicaduras brillantes que se adentraban por la ventana, su desnudez parecía envuelta por un manto de estrellas, era incluso, poético.

Un ruido pausado de llaves, provenía de la puerta, el ajetreo empezó a invadir la paz del dormitorio. Un, dos, tres, cuatro, burbujeaba dentro del tuetano. Un, dos, tres, cuatro, harmoniosamente guiaba sus movimientos. Un, dos, tres, cuatro, cuando al fin, fue consciente de la musicalidad de todo su cuerpo, el diafragma impulsó el grito. Un, dos, tres, cuatro, tras un breve silencio, el ritmo estalló frenético. Su solo, había concluido.

La detective Zadjel era la última en llegar a la escena. El detective Sturgeon y la forense ya habían examinado el cadáver, pues estaban recogiendo muestras. El fotógrafo se acercó a Zadjel y le comentó las instantáneas que había capturado, y si a ella se le ocurría alguna más. Le miró como si le hablase en chino y se acercó a Sturgeon para que le pusiera en antecedentes de lo que allí había sucedido.

- ¿Noche movidita?

- No estamos aquí para hablar de mí… así qué… ¿Por qué no me dices a que nos enfrentamos?

- A un Depredador.

- Hombre… Mujer…

- Por la brutalidad, diríamos que es Hombre… pero sexualmente… diríamos que es mujer… a parte, no hay señales de lucha, es como si la víctima, lo deseara… con lo cual, no es que de repente, estuviera con una mujer y apareciera el marido, más bien, parece un ritual, una especie de ejecución consentida…

- ¿Y hay algún rastro de este hombre o mujer?

- No

- ¿Quién ha encontrado a la víctima?

- La mujer de la limpieza.

- Qué topicazo.

- ¿Sabemos a nombre de quien estaba registrada la habitación?

- Fue reservada con una tarjeta de empresa.

- Perfecto. Voy a ir abajo a saber quien estaba registrado en el hotel, y me iré a informar por si han sucedido más muertes como estas. Me gustaría que todo estuviera procesado, fotografiado, etiquetado a mi vuelta. Por cierto, Sturgeon, necesitamos testigos.

- Zadjel…

- ¿Si?

- No te olvides de pedir las videos de las cámaras de seguridad…

- ¡Por supuesto!

La Detective Zadjel bajó al hall del hotel, por las escaleras. No confiaba en los ascensores, primero, porque no le gustaban los espacios pequeños por su claustrofobia, y segundo porque no se fiaba de la tecnología. Siempre creía que en algún momento, esas cosas iban a caerse, al igual que los coches, siempre pensaba que iban a chocar, o a explotar, y eso le producía palpitaciones.

Hizo sonar una campanita que había en el mostrador, y de repente una vieja que se recolocaba el vestido, salió de la nada, tenía la boca llena de dientes, con una voz profunda y modulada, le preguntó altivamente que se le ofrecía. Zadjel le enseñó su placa y la boca de la vieja dejó de sonreirle, sus dientes, desaparecieron tras sus carnosos labios y con una voz robótica, emitió un leve gruñido. Zadjel, le ordenó que le entregara la lista de los que estuvieron alojados el día anterior. La mujer le indicó que no se la podía facilitar, que estaría infringiendo las normas del hotel, que debía presentarle una orden. Zadjel no se lo podía creer, que orden y que ocho cuartos, cogió la cabeza de la vieja y se la estampó contra el mostrador.

Finalmente, la vieja le entregó el listado de la gente registrada en el hotel.

- También necesitaría todo lo que sus cámaras grabaron la noche anterior. – añadió.

La vieja, quejumbrosa y ranqueante, desapareció por unos instantes, y reapareció con las cintas. Zadjel estaba contenta, había conseguido su propósito, así que regresó a la habitación del hotel, con Sturgeon, para mostrarle su botín.

Mientras Zadjel se iba, eufórica, con las manos llenas, la vieja temblorosa del mostrador, descolgó el teléfono, marcó un número, y cuando sonó, dejó ir:

- Hilsenrath, tenemos un problema.

domingo, 18 de marzo de 2012

¡Estigma!

ESTIGMA
“El estigma, es la cavidad superior al estilo, con forma de receptáculo que recoge el polen”.

3 meses después del despertar de los muertos.
Khigal era una mujer inmensa, medía 1,80m. Era hermosa, de facciones duras, tez oscura, de pelo negro azabache que llevaba separado en varios mechones trenzados con telas brillantes de color púrpura. Tenía el iris de un color rosa intenso, oscuro, enmarcados por un grueso borde de color amarillo anaranjado resguardados bajo sus párpados enmascarados por una pegajosa sombra de ojos de color verde oliva, que morían donde nacían sus abundantes pestañas largas.
Llevaba un ligero vestido de hilo de color cremoso con flecos que llegaba hasta sus pies desnudos, ceñido en su cintura. Ajustado a la cadera, llevaba un ancho cinturón de cuero de color negro brillante, en que había grabados una serie de círculos trabados. En sus brazos estaban completamente tatuados por una serie de cuadraditos y triangulitos en alheña como dictaban las formas en el reino de Addus.
Salió a la calle, con un grupo de personas de confianza, refinadamente vestidas con sus chales de telas brillantes de tonos azulados y verdosos (con formas geométricas: círculos dorados, cuadrados rojos, triángulos negros, elipses, etc.) que cubrían sus largas túnicas de hilo, sin mangas. También llevaban los brazos ataviados con tatuajes de alheña, como Khigal. Tanto los hombres como las mujeres, llevaban largas melenas oscuras, con mechones trenzados con telas brillantes de tonos cobrizos, algunos de los hombres tenían el rostro cubierto con una barba espesa, trenzadas con las mismas telas que usaban para el pelo.
La comitiva se dirigía al centro de investigación. Pasaron por delante de la carnicería. Tanto el carnicero como sus aprendices no tenían muy buen aspecto, al igual que su mercancía, que parecía putrefacta. Una pobre mujer, que vestía una túnica de lana, cubierta por un chal de lana adornado con borlas, estaba comprando una pobre gallina, aunque ambas parecían estar más muertas que vivas. Tras comprar una oveja que respiraba con dificultad, la comitiva se separó.
Khigal siguió paseando por lo que antes fueron verdes campos. Muchos campesinos los habían perdido por culpa de los préstamos, por que habían tenido malas cosechas. Incluso los jardines, eran lamentables, pese a la abundante agua, era como si las plantas estuvieran sufriendo el ataque de un hongo o una plaga.
También paseó por delante de las escuelas, medio vacías. No se escuchaban las risas de los niños, por que los niños no tenían ganas de jugar ni de cometer travesuras. Se habían apagado los cantos animados al laborar. No se escuchaba ni el tumulto en el mercado de artesanía.
Cuando llegó con su grupo al centro de investigación, se limpiaron los pies con agua y aceite de tomillo. Con los pies purificados, accedieron a una sala, de grandes muros fabricados con ladrillo vidriado. Hermosos mosaicos adornaban los muros que rodeaban el altar con la oveja que yacía recién degollada. Khigal levantó el cáliz donde se había derramado la sangre, por encima de su cabeza, y volvió a depositarlo sobre el altar. Hundió el pulgar dentro de él y fue ungiendo los labios de los presentes Una vez, terminado el ritual, cogió el cáliz, bebiendo el contenido de un sorbo, con cara de asco.
Khigal intentaba combatir esa especie de epidemia que les había llevado a Derabppak que siempre había sido una ciudad agrícola y que gracias a sus excedentes, sus habitantes habían explorado otros oficios. Estos, por algún extraño motivo, habían caído en desgracia: malas cosechas, mortandad de animales, etc. Cuando llegó, hacía cosa de unos pocos meses, todavía había podido apreciar en los ciudadanos, el brillo en sus ojos, pero éste, poco a poco, se estaba debilitando.
Aún estando afligida, su rostro conservaba su característico gesto altivo y orgulloso. Ceñudamente se cuestionaba por que lo de la oveja no funcionaba con los de Derabppak, estaba agradecida por que por suerte era útil con ella y los de su grupo, aunque fuese algo repugnante y nauseabundo, y tuviera que practicarlo cada día. Como el ritual y el cáliz, lo había encontrado su familia en unas excavaciones, había heredado la deleitable tarea de beber la sangre de la pobre bestia ofrecida en sacrificio. Detestaba la tediosa labor de ser la cabecilla del grupo, pero aunque había caído en desgracia, la sangre de su familia seguía corriendo por sus venas.
No era feliz. No disfrutaba con esa vida que le habían impuesto. Se entretenía en su centro de investigación, junto a sus colaboradores, haciendo experimentos, que si buscando bacterias en el agua, hongos en las plantas, algún virus, plaga, etc. Se preguntaba si ella también había perdido el brillo de los ojos, tras viviseccionar y practicar autopsias, y tener la oportunidad de contemplar la intimidad de un ser viviente.
Se paseaba de un lado a otro de la sala, debatiendo con su gente, comparando los casos que habían encontrado en una ciudad y en otra. Contrastando los resultados de las pruebas. Viendo que había conseguido uno y otro. Revoloteaba ansiosa alrededor de las mesas, con un velo púrpura en forma de mascarilla, analizando cada cadáver, debidamente decapitado.
Dos de sus compañeros irrumpieron precipitadamente en la sala. Habían estado examinando la ciudad. Le comunicaron contrariados, que había empezado la fase que afectaba la natalidad. No sólo habían aparecido casos de preeclampsia, sino que también habían surgido casos de mortinatos. Concluyeron que ya no había nada que hacer. Derabppak estaba en fase terminal. Nadie podía entrar ni salir de la ciudad. Tenían que contener la epidemia. Como no habían encontrado una cura, lo único que podían hacer era evitar que se propagara, sólo les quedaba, iniciar la fase de exterminio, aunque fuera una especie en vías de extinción.
Pesarosa, mientras afilaba su espada, que se bañaría en sangre, al combatir la pandemia, se acordó de su hermana Tarish. Mucho rumores se propagaron como el polen, tras su partida, floreciendo ideas tales como que Khigal, había huido del Reino de Addus por diferencias políticas, que había sido exiliada, asesinada, incluso, brotó con fuerza , entre los murmullos, la sospecha de que había sido decapitada por su propia hermana. Reconocía la existencia de una rivalidad entre ellas, y una diferencia en contemplar el mundo, pero Khigal la amaba, y se sentía amada por ella.
Al ver Khigal sus brillantes ojos púrpura reflejados en el filo de su insaciable espada, deseó que estos se perdieran en las entrañas de quienes iniciaron la discordia. Como le hubiese gustado acallar las lenguas de los indeseables con ese instrumento rotundo e imparable, pues desde que esas lenguas de fuego comenzaron a quemarle, se había visto obligada a cumplir tediosas misiones para acortar distancias entre Tarish y ella. 
Las injurias comenzaron cuando Khigal rehusó ponerse al mando de una de las unidades del Ejército de Addus en lugar de seguir desarrollando sus experimentos científicos. Era consciente, de que había decepcionado con anterioridad a su hermana, pero sabía que en esa ocasión, era la vez que más la había defraudado. Tarish, no tardó en reponerse, pues estaba instruyendo a una salvaje del clan Berserk, a la que puso inmediatamente al mando bajo su propia supervisión. Khigal, sabía que esa ofensa, sería debidamente castigada, pues la había dejado en evidencia delante del consejo, pues pudieron apreciar una brecha en su unión que alguien podía ver como una muestra de debilidad, un punto de discordia. Pues, lo que siempre se había visto como un bloque compacto, de repente, se empezó a mirar con nuevos ojos, para poder apreciar sus grietas, y cualquiera podría aprovechar ese estado de fragilidad para intentar resquebrajar la pieza.
Tarish, en privado, sacó uñas y dientes, profiriendo ante su hermana. Le vociferó que tenía que haber asentido y callado como una puta, que si quería seguir con sus experimentos hubiera pedido audiencia y en privado se lo hubiera comentado y ella se lo hubiese concedido, la hubiese destituido por cualquier motivo, pero ella no era nadie para rehusar, había mucho en juego.
Tarish estaba tan furiosa, que la agarró por los pelos, y la arrastró por la sala, quedándole algunos pelos entre los dedos. Khigal, que creía que estaba haciendo de una nimiedad una montaña, quedó tendida boca arriba en medio de la sala, sin mediar palabra. Tarish, seguía frenética, empezó a darle puñetazos en la cara, podía contemplar como a Khigal se le había hinchado el parpado, tenía un corte en la frente, y a parte, le salía sangre por la nariz a borbotones, así que comenzó a darle patadas en el vientre, en la espalda, hasta que Tarish se calmó.
Pero Tarish sabía que eso no era suficiente, podía sentir como una espada pendía sobre su cabeza por la irreflexión de su hermana. Por una estupidez como esa, podían iniciarse las conspiraciones, podía notar como su vida corría peligro, quizás tenía que acabar con la vida de su hermana para dar ejemplo, o tal vez, tenía que purgar el consejo para evitar la muerte de su hermana, por que al fin y al cabo, era su hermana, y no quería ensuciarse las manos con su sangre. Pero quería perderla de vista una temporada, así que como había recibido noticias de una descendiente de los “Van Jur”, decidió enviar a Khigal a Balirke para que ésta la exterminara.

domingo, 11 de marzo de 2012

¡Azar!

La Detective Zadjel apenas se había movido. Tenía el ceño fruncido. Sus ojos parecían agotados tras contemplar una partida de ping-pong. Sus ojos ahora vagaban por la cocina como si buscaran la diminuta pelota blanca. De repente encontró la diminuta pelota blanca imaginaria y se incorporó como si fuera a recogerla. Se aproximó al hijo del viejo y se inclinó sobre él, apresándolo con sus brazos, buscando la complicidad del Detective Sturgeon.

- Mientras su padre estaba con su novia, ¿usted donde vivía?

- Aquí.

- Y cuando las hijas de la novia de su padre le echaron, ¿usted donde vivía?

- Aquí.

- Entonces… hasta ahora, usted y su padre han vivido juntos aquí. En ningún momento, su padre tras la separación con su novia, se quedó sólo y deprimido. Usted ya estaba aquí, y no tras el infarto, como daba a entender, como si se hubiese mudado por compasión, para cuidar a un pobre viejo. Y parece que tiene la intención de seguir viviendo aquí, tras su muerte. O… ¿Dónde va a vivir?

- Aquí

- Yo creo que no, Sr. Sadhu, yo creo que vivirá en la cárcel por parricida.

- Nos lo llevamos. – Se levantó el Detective Sturgeon sacando las esposas.

La Detective Zadjel no lo vio venir, Witold le cogió la Glock 37 y apuntó al Detective Sturgeon y le disparó, lo único que pudo hacer ella fue darle un golpe de cadera que desvió la trayectoria del proyectil. Se escuchó lo que pareció el eco de ese disparo. A su vez, Sturgeon había disparado la suya, pero al golpear Zadjel a Witold, lo que iba a ser un disparo de aviso, acabó siendo un deplorable gimoteo tras darle en plena yugular que acabó con unos espasmódicos y asfixiantes gorgoteos. Exhaló su último aliento después de sonar como un intento de hacer gárgaras y esputar mocos y sangre.

La silla de Witold cayó hacia atrás. La Detective Zajdel dejó que la inercia actuara y el cuerpo de Witold se desplomará sobre el suelo y se sumergiera en su propio océano de sangre. El Detective Sturgeon corrió hacia ella. El primer impulso de Zajdel era recuperar su Glock, pero Sturgeon se lo impidió. Quedaron abrazados apoyados contra la encimera, viendo ese terrible espectáculo, Zajdel sólo quería que todo aquello terminara, quería recuperar su arma, irse a casa. No, quería tomarse una cerveza y un chupito de escocés.

Esa casa ya era muy ruidosa antes del incidente, pero ahora lo era mucho más. El bullicio llegaba de la calle. Desde lejos podía escucharse como llegaba un coche patrulla, una ambulancia, que se juntaba al ruido del plástico de la mesa, sillas, nevera, al sofá, al hombre histérico del salón, vecinos, a sus compañeros, a los murmullos, cuchicheos, pisadas, corredizas, al ir y venir que se escondía detrás de la puerta.

De repente se abrió la puerta de la cocina. Entró la forense, el fotógrafo, y dos oficiales. La Detective Zajdel se distanció del Detective Sturgeon y se acercó a la forense que ya se había posicionado junto al cadáver, de cuclillas con el maletín a su lado, entreabierto. Por otra parte, el fotógrafo, se había colocado al lado de Sturgeon, que se estaba recomponiendo el traje. Los dos oficiales estaban inspeccionando la cocina.

El alboroto seguía detrás de la puerta. Sturgeon y Zajdel se miraban sin saber muy bien que ocurría. Parecía haber más movimiento fuera de la cocina que dentro. Pronto, reconocieron el sonido de las ruedas de una camilla que penetraba en el interior de la casa. Los Detectives estaban desconcertados. Inspeccionaban a Witold y lo veían realmente muerto, no entendían muy bien las prisas para llevarse el cadáver de allí.

La camilla no entró en la cocina, se quedó fuera. Era como si una rata enorme estuviera rascando detrás de la puerta, las paredes. Les invadía la curiosidad a ambos. No sabían que hacer, si permanecer en la cocina o ir a fuera a ver que cojones pasaba. La Detective Zajdel no podía más, tenía que saber que cojones pasaba. Dejó a la forense con la palabra en la boca y se dirigió hacia la puerta, el Detective Sturgeon la siguió.

Al descubrir lo que ocurría, Zajdel se inclinó quedando su espalda sobre la pared, y fue resbalando y resbalando hasta quedar sentada sobre el suelo con la cabeza escondida entre sus manos. Sturgeon, al descubrir a Zajdel se sentó a su lado. El Detective miró a su alrededor y se percató de lo que ocurría, pasó el brazo por detrás de la espalda de Zajdel y la acercó contra si, ésta se abrazó a él. Él puso su mejilla contra la suya, y le musitó unas palabras en su oído. Estuvieron un momento abrazos, y luego se separaron, quedando sentados el uno al lado del otro con las manos cogidas. Luego, el Detective decidió levantarse para ir a indagar.

El Detective Sturgeon fue a preguntar por la vecina. Ésta se había escondido tras la puerta de la cocina para escuchar la conversación que habían mantenido con Witold Sadhu. Aunque sentía que estaban en cierta manera conectados por que había recibido una bala que anteriormente iba dirigida a él, en cierta manera podía sentirse responsable, pero en el fondo pensaba que si ella no se hubiese puesto a espiar conversaciones ajenas, no se encontraría en esa situación tan lamentable.

Todos tenían cierta parte de responsabilidad. Si las hijas de la novia de Czeslaw Sadhu no le hubiesen echado de la casa de su novia, éste no hubiese vuelto a su casa con su hijo, Witold Sadhu. Witold no hubiese matado a su padre. Los Detectives Sturgeon y Zajdel no hubiesen interrogado a Witold en la cocina de los vecinos. Witold no le hubiese cogido la Glock 37 a Zajdel. La vecina no hubiese estado detrás de la puerta, y no hubiese recibido ninguna bala perdida dirigida al Detective Sturgeon. Aunque quien sabe, a lo mejor hubiese pasado otra cosa.

domingo, 4 de marzo de 2012

¡Albur!

Amarrado, en medio de un océano de sangre, un viejo yacía muerto. Se había ensogado con un cinturón anudado al pomo de una puerta. No murió ahorcado. Czeslaw Sadhu, parecía que se había arrepentido en el último segundo, pero cuando trató de deshacer el entuerto, la hebilla se le había clavado en la yugular, y al estar medicado con Sintrom, se empezó a desangrar. Cuanto más se debatía por su vida, más se le escurría ésta de entre sus manos, hasta que al fin, el negro manto de la noche, cubrió su rostro.

El Detective Sturgeon se había sentado en un rincón para fumarse tranquilamente un puro. Necesitaba calmarse. Siempre le agobiaba ver tanta gente concentrada en un espacio reducido. Se preguntaba por que había tanta gente revoloteando por allí. Era su escena. Su víctima. Sus testigos. Sólo quería que se largaran. Finalmente, llegó su compañera, la Detective Zajdel.

- Sturgeon, han puesto un coche más para todo el equipo.

- ¿Sólo? ¡Si con lo que va de mes Kropotkin y Geddes han perdido dos coches!

- Bueno… Todavía nos quedan… incluso tenemos el Humvee…

- Zajdel, ¿no lo recuerdas?… Munford se lo cargó.

- ¡Joder! Por eso perdimos el Tanque…

- Ese jodido idiota… podía haber preguntado como funcionaba…

- Supongo… pero hoy en día… ¿Quién cojones piensa con claridad?

- Pues debería… Zajdel… ¡Nuestra vida depende de ello!

- Ya… pero como si no lo supieras, Sturgeon… esto es una puta mierda… y nos ha tocado comérnosla.

Los Detectives Sturgeon y Zajdel se abrieron paso hasta el cadáver. La forense les mostró el cuerpo del Señor Sadhu. El fotógrafo iba capturando instantáneas subjetivas desde diversos ángulos y puntos de vista que se le ocurrían. Todo era procesado, fotografiado y etiquetado como prueba: salpicaduras de sangre, manchas, huellas, marcas, arañazos, pelos, residuos, objetos volteados, señales de lucha, fibras, etc.

Aunque aparentemente la policía creyera que era un suicidio, no descartaban la idea de asesinato. La policía trataba los suicidios como asesinatos, por que algunos asesinos querían hacer creer que la víctima se había suicidado, y si no fuera por que cometían algún error de cálculo, esos asesinos se irían de rositas. A parte, el suicida para la policía era un asesino, pues se asesinaba a si mismo, y aunque en los suicidios la policía intuyera quien era el asesino desde un principio, obviamente lo tenían que verificar.

El Detective Sturgeon estaba tomando algunas notas cuando un agente se le acercó para cuchichearle algo en el oído. Dejó escapar una estruendosa risotada por el cerco de sus dientes. La Detective Zajdel le miraba con expectación, pero su compañero sólo abría la boca para dejar ir esa risa contagiosa. Los dos detectives estaban partiéndose de la risa y ella no tenía ni idea de por que demonios lo estaban haciendo.

- ¡Joder! Mira si será guasón que le dice al colega… que acabemos pronto… ¡Qué se quiere ir a dormir!

- ¡Si! Tiene más gracia que un niño muerto.

- ¡Joder! Esa frase tiene menos gracia que cualquier cosa muerta…

- Como su padre… Que sé donde está… pero el hijo no…

- Con los vecinos…

- Pues vamos a tener una charlita con él…

- Si, pero mejor hablo yo…

Los Detectives Sturgeon y Zajdel entraron en la casa de los vecinos. La vecina acomodó a los detectives y al hijo del viejo en la cocina para que tuvieran un poco de intimidad. La mujer se ofreció para hacerles un poco de café. Permanecieron en silencio, mientras la mujer preparaba el café, aunque la mesa no dejaba de quejarse, pues estaba cubierta por un plástico que se pegaba en las mangas de las chaquetas y desprendía un sonido quejumbroso cada vez que los detectives se movían.

Finalmente, la mujer desapareció tras la puerta. El hijo del viejo quedaba sentado enfrente de ellos. Las sillas chirriaron cuando se acercaron a la mesa para coger sus respectivas tazas de café humeante. El plástico acompañaba. De repente se podía apreciar el leve zumbido que provenía del refrigerador, que se unía en armonía. El titileo, casi imperceptible, del fluorescente. El rítmico refrito de las moscas. Hasta que fueron devorados por una calurosa discusión bastante audible que mantenían dos pandillas de chiquillos que provenía de uno de los callejones que daban a esa cara del edificio y se colaba a través de las ventanas.

Los Detectives Sturgeon y Zajdel se miraban. Miraban al Hijo del viejo. El Detective se había inclinado hacía atrás con las piernas separadas buscando una posición cómoda. Con la cabeza ladeada y sin dejar de observar al hijo del viejo, se encendió otro puro. Se desabrochó la chaqueta del traje, se aflojó la corbata. Se sentía como en casa. La cocina se llenó de humo. La Detective estaba inclinada hacía delante, con las piernas separadas también, se veía en los ojos del hijo del viejo, tal vez éste también podía verse en ella.

- ¿Nombre? – El Detective soltó una bocanada de humo.

- Witold Sadhu.

- ¿A que hora encontró al fallecido, Sr. Sadhu?

- Pues no lo sé… yo llegaba de paseo… no estaba pendiente del reloj… sólo sé que llegué a casa y estaba allí tirado… en la puerta de su habitación, pero dando hacía el salón… si llega a hacerlo dentro de su habitación… ni me hubiese dado cuenta…

- Hubiese visto la sangre…

- ¡Que sangre y que ocho cuartos! ¿No se había ahorcado?

- En principio parece ser que quería ahorcarse, pero por lo que hemos comprobado hasta ahora podría ser que su padre se arrepintiera en el último minuto. Creemos que accidentalmente se clavó la hebilla del cinturón al intentar liberarse. Con lo cual se desangró.

- Yo… yo es que no llegué a ver tanto detalle… yo enseguida me fui a casa de los vecinos. Mi vecino fue en busca de un médico que conocía. Su enfermera se ocupó de todo… yo… yo me quedé aquí, con la vecina, yo… yo no quería tocar nada… nada… tenía miedo de que me cayera el muerto encima.

- Entonces… a lo mejor su padre estaba vivo cuando usted llegó. Podía haberlo comprobado tomándole el pulso. Si hubiese estado vivo todavía, podía haberlo ayudado mientras esperaban a alguien que lo atendiera.

- ¡Lo siento! ¡Ni soy médico! Ni tengo ningún tipo de preparación que me ayude a afrontar este tipo de situaciones… ¿Qué podía hacer? ¿Taponar la herida con un corcho de vino y cinta de embalaje? Yo que sé… Encima no sé si tengo esas cosas aquí… hubiese tenido que bajar a una tienda a buscarlas… ¿Y si lo hago? Yo cubierto de sangre… mi padre cubierto de cinta de embalaje… ¡Me busco la ruina! Me acaban acusando de asesinato por que creen que había tratado de inmovilizarlo al enmudecerlo para que los vecinos no le oyeran protestar… A parte, ¡cómo si se pudieran comprar todavía estas cosas! Tampoco tardaron tanto mi vecino y el médico…

- ¿Seguro? Usted podría haber salvado a su padre…- El Detective Sturgeon apagó el puro en el café. - Tal vez sea responsable de su muerte por negligencia. – Soltó mirando a la Detective Zajdel.

- Mire… El hombre se intenta matar y encima me responsabilizan a mí de su muerte. ¿Por qué no culpan a la novia demenciada que no se quiso casar por que no querían fusionar sus cartillas de racionamiento? ¿Por qué no culpan a las hijas de su novia demenciada por qué se negó a pagar con lo que fuera los servicios de la enfermera que debía cuidar a su novia y por eso le echaron de la casa en la que vivían juntos y tuvo que volver a la suya, sólo y deprimido? ¿Por qué no culpan a los médicos que le quitaron los antidepresivos el día que le hospitalizaron por culpa de un infarto? ¿Por qué no le culpan a él? ¡¡Él es el que se ha matado!