AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 26 de febrero de 2012

¡Reminiscencia!

Consulta del Dr. Akiyuki Tsukazaki
16:30

Zuhurne Zaken permanecía en la sala de espera, junto al asistente Matsuo Akinari, que le acompañaba a su primera consulta con el Dr. Tsukazaki. Akinari parecía estar ansioso, pues no paraba de recolocarse en el asiento, como hacía Illich, cuando buscaba una postura con la que encontrar al fin el sueño.

A Zaken le divertía Akinari, pues más de una vez, le había pescado in fraganti, lanzándole miraditas. En su rostro, podía contemplar la inexperiencia de su edad, aún ostentando un cargo de responsabilidad, pues en el fondo, se le notaba, que no era más que un niño con zapatos nuevos, y estos, le venían un poco grandes.

Finalmente, Akinari, que parecía buscar fuerzas para aproximarse a Zaken e iniciar una conversación, cuando al fin, se dispuso a hablar, se abrió la puerta y apareció Vlasta que se despedía del Dr. Tsukazaki. Akinari se encogió de hombros y se hundió apesadumbrado en su asiento, por la interrupción, mientras Zaken, lo contemplaba divertida.

Vlasta les saludó de pasada y se desvaneció por el pasillo, cuando el Dr. Tsukazaki captó su atención, indicando a Zaken y Akinari que lo siguieran hasta el interior de la consulta. Amablemente, el Dr. Tsukazaki, les señaló los asientos, y los tres se acomodaron en sus respectivos puestos.

- ¿Srta. Zaken, sabe por que está aquí?

- ¿Rutina?

- ¿A que se refiere?

- ¿A que se refiere usted?

- De acuerdo, Srta. Zaken… Preguntas concretas, respuestas concisas… ¿Trato?

- ¡Trato!

- ¿Le ha explicado el Asistente General Akinari por que está aquí?

- Me ha comentado que forma parte de la evaluación. Primero se me hizo una valoración física y ahora supongo que esto es la valoración psíquica.

- Bien, quería escucharlo de usted, Srta. Zaken.

- ¿En la otra División, asistió a algún tipo de terapia o le hacían algún tipo de seguimiento de su condición psíquica?

- No, por que no era obligatorio. Había una especie de Tutorías de libre asistencia con el Dr. Gabriel Gremnitz, pero… creo que asistí a un par de ellas… A parte que el Dr. Gremnitz era un poco experimental… y por otra parte… estaban las charlas… y… como no me gusta hablar... A parte de que la finalidad de esas terapias, era detectar que todo lo acontecido a lo largo de las misiones no afectara a los agentes… emocionalmente… ya que algunas veces, uno no es consciente que absorbe las cosas como una esponja… y de repente se encuentra con un estado de ánimo pésimo… que, incluso, perjudica su estado físico… y no sabe por que… pero no es mi caso… el trabajo es trabajo y punto.

- Lo que dice está muy bien, Srta. Zaken, pero en su evaluación, han detectado ciertos bloqueos.

- ¿De que tipo?

- ¿Cuál es su recuerdo más lejano?

Zaken soltó una risotada. Cuantas veces había intentando desentrañar su mente y rebuscar en su memoria el recuerdo más lejano. Cuantas veces había descubierto ese vacío en su ser. Andaba por la vida sin recuerdos, sólo los que se le iban formando recientemente, desde que despertó hacía pocos años. ¿Qué es lo que había pasado antes? Una gran incógnita.

Cuantas veces se había descubierto sola, riéndose de si misma, al llamarse, la mujer sin pasado, la mujer del presente, fuera lo que fuera, lo que no recordaba, ya no formaba parte de ella, se había construido de nuevo, con las bases que se había encontrado en su nuevo camino, sin equipaje extra, en cierto modo, la pérdida de información, tal vez le había liberado, pues la memoria colectiva, sólo acarreaba castraciones y temores que provocaban que uno se rasgara las vestiduras, de rodillas sobre el fango.


Incluso, no sólo no recordaba su pasado, sino que se había vuelto olvidadiza, dejando escapar entre los dedos, los momentos ya vividos, borrándolos de sus pupilas, y permitiendo que fluyeran y se desvanecieran con el tiempo, pues sólo deseaba vivir intensamente el ahora, degustar la bocanada de aliento que permanecía en su boca y exhalaba en cada instante, observando como se fusionaba y se distorsionaba con el resto de aire que la rodeaba.

No estaba echa para recordar ni para aferrarse a momentos pasados, estaba echa para vivir intensamente y darse a lo que tenía delante, ante sus propios ojos, por que era su realidad. Disfrutaba del ahora, y cada acción la ejecutaba diestramente, saboreándola, degustándola, como si al segundo siguiente fuera la tierra a quebrarse y abrir un gran hoyo bajo sus piernas, y descendiera por la gran grieta hasta la cavidad interna de ese mundo atroz, donde la oscuridad lo engullía todo.

Tanto el Dr. Tsukazaki, como Akinari esperaban una respuesta. Zaken, al percatarse de la expectación, finalmente soltó:

- Este.

domingo, 19 de febrero de 2012

¡Estilo!

GINECEO

“El gineceo está formado por las hojas carpelares o carpelos (pueden estar unidos formando un solo pistilo o separados), sobre los cuales se producirán los óvulos o primordios seminales que contendrán a los gametos femeninos. El gineceo puede estar formado por una o varias hojas carpelares libres o unidas entre sí, en el mismo se pueden reconocer diferentes regiones”.
ESTILO

El estilo, es la parte estéril más o menos larga que sirve como un "cañón" donde se depositarán los granos de polen, los cuales serán retenidos por la secreción de líquido estigmático.

“Siempre me ha costado ver el mundo con claridad, aunque a veces me he sentido como si hubiese resuelto el puzzle y hubiese empezado a vivir mi vida con coherencia. Tal vez soy… demasiado racional, a veces, pero ahora, supongo que se me hace difícil ver las cosas como son, simplemente, porque no para de llover sobre mi cabeza. Siempre he odiado los paraguas, pero si llueve única y exclusivamente sobre mi, tendré que replantearme ese odio absurdo, y empezar a usar uno, o bien, intentar ser feliz, para que vuelva a brillar el sol, sobre mi testa. Es imposible ver lo que me rodea con millones y millones de gotas de agua martilleándome el cerebro, y muy molesto. La solución sería, aprender a perdonarme como antes. Sé que es complicado, pero las cosas han cambiado. Las cosas que creía hasta ahora, ya no son válidas. Así que tengo que evolucionar como ha evolucionado éste mundo, tengo que adaptarme, me resulta complicado, porque hay muchas cosas que no entiendo, pero tengo que intentar comprenderlas o me volveré loca”.

3 meses después del despertar de los muertos.

Andaba, con sus botas lilas gastadas. La cara de mejillas sonrosadas, de gotas de lluvia manchada. La mente, con un barullo de imágenes colapsada. Intermitentemente se movía por el mundo de la inconsciencia y de la conciencia, quedándose absorta en los cruces, incluso, estando vacíos, regresando de un extraño sueño, como si la hubiesen arrancado de improviso, de un mundo paralelo, volviendo a ponerse en marcha, habituada a ello.

Era incapaz de coordinar pensamientos. Confundía ideas, sentimientos. Se sentía incapaz de conciliar esos dos mundos, estaba atrapada en el mundo externo que la consumía, fruto de sus propias elecciones. Sólo le quedaba el refugio de ese mundo interno, en el que poco a poco se iba sumergiendo, pues a cada paso que daba, la mierda se le iba pegando en las suelas de lo que antaño fueron unas preciosas botas lilas.

Reconoció el pueblo de Kuaskhabe entre las gotas de lluvia. Un pueblucho que quedaba por la parte Noroeste del reino de Kyonkido, en la tierra desértica bautizada con el nombre de Mutgea. Todavía llevaba la chaqueta y pantalón de caucho de color rojo oscuro lleno de bolsillos, con las costuras cosidas con tejido bramante, vulcanizadas, que había adquirido en la capital, Kyonkyoha, que fue bautizada como el nombre del clan principal, Kyon, aunque también había gentes del clan Urkdo, pero residían más al sur, en la zona más lluviosa y más fértil, pues no les gustaban las tierras áridas, a las que estaban acostumbrados los Kyon. Anteriormente, Kyonkyoha era Urkyoha, pero tras las interminables batallas, los Urkdovish, cedieron las tierras a los Kyonovish, proclamándose dueños de todo el territorio, pues superaban en número y conocimientos en el arte de la lucha a los Urkdovish, que permitieron quedarse, tras declararse la paz, pues los Kyonovish, eran gentes sabias y de gran corazón.

En su espalda, cargaba una mochila negra, de donde colgaba un vaso limpio. En la cabeza, llevaba un gorro, de la misma tela que sus ropas, todo adquirido en la capital. Le fue de gran uso en su largo viaje, fuera de las tierras del clan Kyon, conociendo otros clanes, que ni sabía que existían, puesto que eran territorios neutrales, que carecían de relevancia histórica, por ser tierras casi desérticas, pobladas por gentes consideradas poco evolucionadas. Ni el clan Kyon acostumbrados al desierto, ni el clan Urkdo, se habían atrevido a aventurarse por esas tierras, salvajes, habitadas por animales feroces, como decían las leyendas. Nadie se había atrevido a cruzar el gran desierto que los aborígenes llamaban Wanami, que rodeaba a varios clanes que vivían pacíficamente en su interior, pues a penas había agua en el trayecto hasta su centro, incluso las gentes de Addus se habían resistido a invadirles.

Entró en Kuaskhabe, de calles polvorientas, contempló las mismas caras desgastadas de los escasos pueblerinos que lo habitaban. La saludaron con lasitud. Podía haberse recreado, en imaginar que era lo que alimentaba cada una de sus mentes, sus motivaciones, preocupaciones, pero en el fondo le asqueaba tener que plantearse pensamientos ajenos, por que le parecía algo poco productivo, no era muy dada a adivinar, ni le gustaba perder el tiempo, sobretodo si dicha recreación no le aportaba nada.

Se aventuró a entrar en el dōjō del que fue su sensei, Sugoi Natsuyama. Podría haber dado muchas vueltas antes de entrar, y cuestionarse que hacía allí otra vez, o simplemente, preguntarse que pensarían de su regreso, aunque poco le importaba, siempre había sido una persona espontánea, sencillamente entró y esperó a ver que pasaba.

Natsuyama se ocupaba junto a sus alumnos, del osoji tras la tabla de ejercicios. Le reconfortó volver a verle practicar ese ritual, con la misma minuciosidad de siempre, tan detallista. Consideraba que era demasiado joven para ser un maestro, pero ahí estaba, al frente de su propio dōjō, desde hacía tres años, siendo ella, una de sus primeras alumnas.

Ni se inmutó al verla, incluso, por un instante, le pareció que también la estaba limpiando a ella como si fuera una parte más del mobiliario. Apenas habían pasado tres meses desde que se habían visto por última vez, pero no se esperaba ese trato. No sabía si sentirse ofendida, o reconfortada, era como si nada hubiese cambiado. Se podía captar la armoniosa transpiración de la celulosa de los biombos de bambú, que iban purificando el ambiente y graduando su luminosidad, dando un cierto toque de inocencia e intimidad a los rincones del dōjō.

Dejó la mochila en el suelo, mientras se quedó de pie, esperando a estar a solas con su sensei y aunque se había prometido no volver a verle, ahí estaba, esperando a que le cediera la palabra, le exasperaba tanto protocolo. Encima, como era tan visible a todos, su estado de ánimo, era obvio que estaría un buen rato mirando las musarañas.

Poco se demoró Natsuyama, la cogió del brazo y se la llevó fuera del dōjō, casi a rastras, tal vez, por el charco que se estaba formando junto a la puerta, en la pared llamada shimoza, y por que el reguero de agua se acercaba peligrosamente a la zona donde se sentarían sus queridos alumnos, por suerte, atareados con la limpieza, aunque dos de ellos, tras las indicaciones de Natsuyama, se armaron de cubos y paños, dispuestos a iniciar la tediosa labor, de achicar el agua. Pocas veces había visto a Natsuyama perder la compostura, pero el charco no menguaba si ella seguía precipitándola.

Aunque Natsuyama estaba molesto con ella, ella no podía evitar perderse en esos ojos con forma de almendra, cubiertos por unas pestañas largas y espesas, que estaban bien harmonizadas con sus cejas, dando a su rostro un aire agradable, siempre había creído que poseía unos auténticos ojos negros, de esos que no poseen iris o bien lo tienen rudimentario, y por eso siempre había querido mirarle directamente a los ojos, cuando era considerado una falta de respeto, y dejaba que se le escaparan. Tantos años juntos, y no tenía ni idea de que color eran, pero intuía que eran hermosos.

Los intuía brillantes, pues de vez en cuando, su rostro brillaba, imaginaba su reflejo en ellos, flotaba, en un mar de aguas cristalinas, era tan pausado, tan calmado y tranquilo, se sentía alentada cada vez, que percibía, una mirada furtiva, de Natsuyama. En el fondo, le consentía ciertas cosas, pero no entendía por que no le dejaba contemplar sus ojos, en todo su esplendor, tal vez, era el kōan que le había impuesto, y tal vez debía resolverlo para despertar.

Se quedaba ensimismada imaginando esas ventanas que daban acceso al mundo interno de Natsuyama, quería atravesar esas puertas a la iluminación, pero él se lo privaba, devolviéndola al presente con alguna onomatopeya, que la hacía caer en picado, dentro de su propio cuerpo, agarrotada, como si hubiese tenido un mal viaje. Ella, que casi había sentido el éxtasis, logrando un profundo conocimiento sobre la verdadera naturaleza de la existencia, pero él, hizo que se esfumara.

Entonces comenzó el diluvio. Natsuyama se la llevó al jardín, anduvieron por uno de los senderos que ella tanto conocía, en cierta manera, ella había alimentado esos jardines conocidos como el refugio de Tomei, que adquirieron por la hija ya fallecida de Ethkain, anterior jefe del clan Kyon. Tomei, languideció hasta morir, fue hallada bajo una estela de flores pluma violeta, y entre sus manos, un par de pájaros de fuego.

Vlasta aceptó que la honrasen con la memoria de un ser tan poético, aunque le parecía excesivo. Natsuyama y ella, coincidían, en que algo no encajaba. Aunque no hubiesen compartido dicho comentario. Tomei se había pasado sus últimos años en Kuaskhabe trabajando en sus jardines hasta que se ahogó en sus propios llantos. Tras su muerte, sus jardines, murieron con ella. Hasta que llegó Vlasta, la empapada, como la llamaban al principio, pues para todos era un problema, no sabían donde meterla, se preguntaban como dormiría, incluso, si viviría bajo el agua, así que la pobre Vlasta se refugió en el único sitio donde su problema se convertía en algo productivo, y en poco tiempo los jardines, resucitaron. Nunca más estarían mustios, mientras ella paseara por ellos.

Era considerada como la responsable del cambio de clima, los rododendros se habían mal acostumbrado, dependían de la abundancia de agua que les había proporcionado con sus largos paseos laberínticos, convirtiendo uno de los senderos en el río Tomerav, con afluentes. Los riachuelos, estaban secos, y había desaparecido el vado donde le gustaba bañarse, al que llamaban, Atgorav, por las lágrimas de Tomei. En el fondo, estaba un poco harta de que la llamaran Tomei y que la comparen con ella, por muy poéticos que sean los pájaros de fuego, ella es Vlasta y no se ahoga en sus propios llantos, simplemente vive bajo una pequeña nube que la purifica constantemente.

A lo lejos, divisó la silueta del grupo de piedras recubiertas por una fina capa de musgo, donde se sentaba a meditar. Cuando los pueblerinos se percataron de que las tierras se anegaban de agua, impermeabilizaron el terreno con arcilla, para que se formara una balsa, y así poder abastecerse de agua. También habían construido un puente, para que ella pudiera acceder a las piedras, que formaban una pequeña isla, donde ella podía seguir lucubrando. Ahora, la balsa, que era conocida como el retiro de Tomei, o kaerav había bajado de capacidad, convirtiéndose en una pequeña charca, de agua estancada y dudosa potabilidad, habitada por ranas.

Nastsuyama, arremetió a la empapada Tomei, contra un tejo, por fin ella pudo sentir su nariz empapada y su boca, junto a la suya. Pocas veces, se había acercado tanto a ella, y se había colocado bajo su nube. Le apresaba las muñecas abusivamente, mientras su cara se iba humedeciendo, era como si quisiera ofrecerle la visión de sus enormes y negros ojos. Le desagrada la idea de verlos, ahora que Natsuyama le forzaba a hacerlo. Se sentía impotente, por que Natsuyama era más fuerte que ella, y la había reducido contra ese árbol, la tenía apresada entre sus brazos, pero tras la impotencia, llegó la curiosidad, le parecía muy raro ese cambio de conducta. Así que dejó de refugiarse en su mundo interno, y exploró el mundo real donde Natsuyama le esperaba.

Efectivamente, sus ojos eran diferentes, eran extraños, no eran de este mundo, era como si un líquido fluorescente navegara por dentro de ellos, y entonces ella se iluminó. Se impresionó al verse envuelta en llamas. Sobretodo sentía su vientre encendido. Un montón de imágenes pasaron por su mente, pero no pudo retener ninguna. Todo era muy confuso. Pero aunque se encontraba en medio de lenguas de fuego, se sentía avivada. Tal vez había despertado y había liberado su mente, alcanzando el satori. Lo extraño del asunto es que duró un microsegundo pero para ella fue eterno, regresó a la realidad, cuando la lluvia volvió sobre sus cabezas.

Natsuyama se apartó meditabundo, con su yukata color café chamuscado, medio desnudo, aunque su piel parecía intacta, sin rastro de quemaduras. Ella, también había salido ilesa de sus propias llamas, menos sus ropas que habían quedado carbonizadas. También se habían abrasado sus preciosas botas lilas. Sólo quedaron rastros de carbonilla en su piel, que poco a poco fueron resbalando con el agua, tras volver a llover sobre su cabeza, dejándola desnuda. Se quedó sin vello en el cuerpo, incluso había perdido su gorro, y el pelo que se había refugiado en él. Llovía tan fuerte a su alrededor, que apenas se podía adivinar nada.

- Vlasta, no hace falta que te vayas. – Se pronunció.

Natsuyama, era el único que la llamaba por su verdadero nombre, y le gustaba, aunque le hacía sentir forastera, pues ella pertenecía a otro clan, y tardaron las gentes en aceptarla, pues era una Sklavinsky del ya desaparecido clan Velrya que habitó en las tierras de Sorgketani, a una semana de viaje por el mar Kidorak, desde el puerto más importante de Kyonkyoha, que pertenecía a la ciudad de Hilakejuza, y donde desaparecieron muchos clanes, tras la invasión que iniciaron los clanes Asho y Janat, del reino de Addus, que tras exterminarlos a todos, se quedaron con parte del territorio, ahora conocido como Handanda, intentando apoderarse del resto de Sorgketani.

- Sugoi, tus helechos no necesitan más de mi tristeza. – Aunque le sorprendió, por una fracción de segundo, que no la echara, no pudo evitar, exteriorizar su disgusto.

- ¿Huyes? – Le espetó.

- Me siento desarraigada. – Masculló entre dientes.


- Otros se han adaptado, Vlasta.

- Odio tener que acostumbrarme. Odio estar, siempre, mojada. Lo odio. Lo odio, lo odio. – Estaba enfadada.

Ambos se miraron. Natsuyama rompió el gesto con una mueca, parecía un intento de sonrisa. Vlasta, le devolvió su boca llena de dientes con otro intento. Aunque le había chocado todo lo anterior, le conmovió esa especie de reconciliación ortopédica que habían compartido. Pero teniendo en cuenta, que lo primordial de sus enseñanzas era conseguir una total falta de apego por las cosas y las personas, esa pseudo muestra de afecto, era más que suficiente, por no decir, que podría considerarse una debilidad, que alguien podría utilizar en su contra. Debía quedar atrás, ese comportamiento indisciplinado, inquieto, desordenado, y era posible, si dejaba llevarse por la calma que se respiraba en el Refugio de Tomei.

domingo, 12 de febrero de 2012

¡Cortocircuito!

Despacho del Oficial General Sugoi Natsuyama
División Drakaina Delphyne

Natsuyama contemplaba las enérgicas lenguas de fuego que abrazaban los troncos que se consumían en la chimenea. Escuchaba su lánguido crepitar, mientras las chispas flotaban, al remover los troncos. Se entretuvo dibujando figuras asimétricas, se había acostumbrado a ello, mientras ordenaba las ideas, como si peinara un plácido jardín de arena. Se había dejado llevar por un movimiento curvilíneo uniforme infinito, absorto, se perdió en una idea, tiró del hilo, quería llegar al origen, pero siempre había algún pensamiento que le hacía perder el hilo…

Su ayudante, Akinari, interrumpió sus pensamientos, al golpear suavemente la puerta. Natsuyama, soltó un ronco adelante. Cuando su ayudante accedió al despacho, un gélido frío, se coló junto a él. Natsuyama, abandonó la chimenea y se posicionó tras su escritorio. Después, indicó a su ayudante que se acomodara, y se dejó caer sobre su butaca, apoyando sus manos sobre la mesa. Inconscientemente, Akinari, se posicionó, de igual modo, tal vez, inducido por un acto de mimetismo, mientras era observado por Natsuyama, como si fuera su reflejo en el espejo.

Se rompió el cálido silencio, Akinari alargó el brazo, en su mano brillaba un pequeño disco de memoria, explicó mientras lo depositaba en la mano de Natsuyama, que contenía el resultado de la evaluación de la Suboficial Zaken. Akinari le comentó, que más o menos, había salido como la primera valoración de la Suboficial Sklavinsky. Natsuyama frunció el ceño. Abandonó su asiento y deambuló por la estancia.

- ¿Se puede recuperar? – Soltó finalmente Natsuyama, estaba apoyándose sobre la mesa, mirando fijamente a Akinari.

- Los del laboratorio indican que podría tratarse del original, pero que su conducta podría haber sido condicionada, al igual que alguna de sus capacidades que parecen haber sido limitadas, y su memoria es como si la hubiesen bloqueado.

- Debemos restablecerla.

- ¿Cuánto llevamos con la Suboficial Sklavinsy? ¿3 años?

- Estoy seguro… cuando uno despierte… despertaran todos…

sábado, 4 de febrero de 2012

¡Operación!

Zaken se abrió paso entre sus nuevos compañeros, que vieron como de repente se desvaneció entre las sombras. Extrañados y dubitativos se miraron entre ellos y decidieron evitar dejarse llevar por su marcha kamikaze y siguieron con su andar pausado.

A ciegas, accedió dentro de un túnel lúgubre y encharcado por el que corrió. La pared que le rodeaba, formaba eflorescencias blanquecinas. Llegó hasta una puerta grisácea y metálica. Estaba atrancada. Posó sus palmas sobre su fría superficie y trató de escuchar, algo se removía tras ella.

La entreabrió de un empujón, y la quebró de una patada. Penetró en una sala donde había varios individuos, uno de ellos, dio un brinco. Ella se le abalanzó y de un puñetazo con los cuatro dedos estirados le perforó la traquea. Mientras, otro sujeto que le atacaba por detrás, se encontró con que ella le interceptaba con la pierna levantada, proyectándola contra su cara, le atizó en la mandíbula, haciéndosela vibrar, provocando que escupiera sangre a borbotones.


Acto seguido, y sin ningún segundo que perder, Zaken esquivó el abrazó de otro hombre que se le había lanzado mientras su pie apenas se había posado en el suelo, se agachó y vio como los dos brazos se cruzaban por encima de su cabeza. Clavó hondo un puñetazo profundo, en el estómago del otro hombre como si fuera una garra, y hendió su brazo en la carne de él, sacando el puño, llevándose consigo sus vísceras entre la tela, mirándole sin pestañear, su cara de horror, su adversario estaba aterrado, observándola, medio convulso, perplejo y desfallecido, cayendo de rodillas ante ella, soltando un último estertor.

El resto de personas que estaban en la sala, parecían cuestionarse el hecho de embestirla, y a Zaken le aburrían esas pausas, así que hecho un ligero vistazo a su alrededor y se puso manos a la obra. De dos zancadas, llegó a un chico que tenía unos ojos castaños y almendrados que le miraban con timidez.

Su cara era pálida, en otro momento, incluso, le hubiese gustado invitarle a tomar una cerveza, pero en ese momento, el chico tenía un cuchillo en la mano, y cuando se acercó a él, éste extendió el brazo para clavárselo a ella, así que le partió el brazo, y le asomó el hueso.

Le hubiese dejado estar, pero cuando se iba, el chico se hizo el héroe, así que lo levantó hacía el techo y le partió la espalda, dejándole caer, para que se golpeara contra la rodilla de Zaken que se había inclinado en genuflexión, tras ese acto, el chico seguía incordiandola, así que decidió estamparlo contra la pared.

Zaken lo agarró de la nuca,  mientras este iba arrastrando los pies, hasta llegar a la pared, y lo empotró en ella. Cuando lo desencajó del muro, tenía los dientes partidos, la nariz rota, y su cara estaba bastante amoratada. Parecía más calmado, pero Zaken le golpeó unas cuantas veces contra el suelo para cerciorarse.

Cuando se dio cuenta, unos cuantos tipos intentaban salir por la puerta, de un salto, se arrojó sobre ellos y les truncó la huida. Volvió a poner en práctica el crick-crack. Y en un periquete acabó con todos ellos. Hacía tiempo que no escuchaba ese crujir de hueso, se podría decir que ese sonido le había devuelto a casa, después de tanta novedad, con el traslado. Miró a su alrededor, tanta masacre, cuando podía gestionarlo con un leve balanceo, limpio y rápido.

Se incorporó, inspeccionó la sala y se dijo para a sus adentros: ¡Misión Cumplida! ¡Sala Despejada! Así que decidió volver con sus compañeros. Volvió al pasillo encharcado, con paso firme, su mente estaba reconfortada, tal vez el sonido del hueso le había devuelto recuerdos de antaño, antiguas misiones, antiguos compañeros, aunque tampoco podía recordar más allá.

De repente vio el escuadrón. Eran los suyos, todavía andaban sigilosamente. Advirtió de su presencia, no fuera que la creyeran un adversario y muriera en fuego amigo.

- Ya podéis llamar al equipo de limpieza.

Algo sucedió, sintió un leve mareo y la vista se le nubló hasta que le pareció entrar en una especie de sueño profundo. Acto seguido, volvió en si, en una especie de sala de reanimación, con personal médico. Se le aproximó una chica con el pelo largo, rubio y ondulado. Era menuda como ella. Sus ojos oscuros, que destacaban en su rostro de porcelana, le estudiaban en silencio. Vestía un traje de Suboficial como el de Zaken.

- Sólo era una simulación.

- ¿Simulación? - Exclamó Zaken desorientada.

- Si. Y no has seguido la operativa establecida, has dejado a tus compañeros al descubierto.

- Seguía las indicaciones del dispositivo. Rojo: objetivos – Azul: Nosotros.

- Ya pero los objetivos podrían tener inhibidores de posición.

- ¿Y por qué captábamos la señal de algunos de ellos?

- Trampas. ¿Y qué se hace en esos casos? Interrogar.

- Y nos hemos de fiar antes de los objetivos que dejan como trampas, que del dispositivo.

- Pues… tu fama te precede… en eso de interrogar…

- Ya… ya… supongo que en la próxima… se me informará de la operativa antes…

- Esto sólo ha sido una evaluación.

- ¿Y esta sala?

- Los doctores han hecho un examen completo para examinar las respuestas de tu organismo a ciertos estímulos.

- … - Zaken estaba demasiado somnolienta y desubicada como para mantener una conversación coherente.

- Por cierto, soy la Suboficial Sklavinsky, Vlasta Sklavinsky. Seré tu compañera.

- Bueno… deduzco que ya sabes quien soy...

- Si, la Suboficial Zuhurne Zaken. Me hace ilusión trabajar contigo… podemos aprender mucho la una de la otra…


Zaken ladeó la cabeza, quería perder de vista los ojos de Vlasta, no la conocía de nada, pero le era tan familiar, tal vez, su trato, esa voz aterciopelada con la que le hablaba, esos ojos cálidos con los que la observaba, decidió perderlos de vista y mirar la pared de baldosas blancas.