AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 29 de enero de 2012

¡Tráfago!

Despacho del Oficial General Sugoi Natsuyama
División Drakaina Delphyne
9:30

En el despacho del Oficial General Sugoi Natsuyama de la División Drakaina Delphyne, estaban presentes el mismo, su ayudante Matsuo Akinari, el Dr. Murasaki Saikaku, y los convocados la Suboficial Zaken, el Sargento Kav y el Dr. Guró.

- Les he convocado a mi despacho por que me han advertido de que mañana se hará efectivo su traslado a nuestra división, recordarles que el sector 8 no es lo mismo que el sector 10. - Comunicó el Oficial General Sugoi Natsuyama. – He estudiado las recomendaciones que se adjuntan en su hoja de servicios, y sancionaré todas las conductas inapropiadas, Suboficial Zaken. – Añadió mirándole a los ojos sin pestañear.


Zaken le aguantó la mirada, pero ambos no emitieron sonido alguno.


El Asistente del General, los acompañaba hacia la puerta, cuando de repente, sonó la potente voz de Natsuyama, solicitando que Zaken, no abandonase el despacho. El Sargento Kav y el Dr. Guró miraron a Zaken, que permanecía inmutable, se despidieron de ella, y abandonaron la estancia con el asistente, seguidos por el Dr. Saikaku.


- No sé por que está a disgusto, aquí tiene la oportunidad de avanzar, haré de usted una Oficial.

- Siento defraudarle, pero esto es temporal.

- Todo es temporal. Nada es eterno.

- No hay peor verdugo… que uno mismo… y eso tendría que saberlo… Por que todo el daño que le han hecho, se lo ha hecho usted misma… Todo ese dolor que siente… se lo ha causado usted…

- Comprendo.

- Aunque crea que lo sabe todo… Le falta mucho por aprender, Zaken… si me permite que le llame así…

- Como prefiera…

- Podemos aprender el uno del otro…

- Será un placer.

- Mi asistente le está esperando fuera con los otros. Puede retirarse.


Zaken estaba asimilando las palabras de Natsuyama. Se preguntaba cual sería el dolor que sentía en su interior, si aparentaba ser un hombre sereno y tranquilo. Le parecía curioso que las personas confundieran sus debilidades con las de ella, cuando la suya era el aburrimiento. Sabía muy bien, que el aburrimiento era su peor defecto, por que conducía a la apatía, la desgana, el hastío.


Era consciente de que cuando una persona se aburría, empezaba a no valorar las cosas ínfimas, los detalles minúsculos, comenzaba a no sentir ilusión por los elementos que le rodeaban, a no sentir afecto por nada, y eso era algo que le disgustaba, por que si se pierde la pasión por lo que a uno le rodea, puede mermar la estima por uno mismo, y cuando uno no se quiere, empieza el camino a la autodestrucción.


Quizás Natsuyama hablaba de ese aburrimiento… o ese dolor… ¿O era Zaken, quién se estaba confundiendo?

domingo, 22 de enero de 2012

¡Recuerdo!

El ambiente estaba cargado. Sus ojos se abrieron, tenía la cabeza apoyada sobre el pecho todavía caliente de un desconocido. La oficial general Ginzburg estaba desubicada. Otra habitación de hotel anónima. Estaba sentada a horcajadas sobre el cuerpo ensangrentado de un joven. Dio un respingo, podía sentir algo encajado dentro, perforándole las entrañas. Confusa y aturdida, intentó zafarse, notó como los fluidos se escurrían de entre sus piernas, fue una sensación desagradable.


Ginzburg, apartó el cuerpo del chico, de una patada. La cara del joven estaba desencajada, se le salían los ojos de las córneas que estaban en blanco, aún así, parecía estar mofándose en su cara. Caótico. A Ginzburg, empezaba a molestarle con que frecuencia se repetían esas escenas. No recordaba nada, como había llegado allí, que había ocurrido, su mente estaba dispersa. Sólo sabía que estaba desnuda, que él estaba desnudo, ambos, cubiertos de sangre.

Le inspeccionó más detenidamente, no respiraba, tampoco lo hicieron los otros, cuando despertó junto a ellos, las mismas heridas, los mismos desgarros, pero en la habitación no había señales de lucha. Ambos presentaban marcas en las muñecas, en los muslos, en el cuello, como si hubiesen estado forcejeando mientras se entregaban el uno al otro.


Le dio la vuelta, pues tras la patada, el chico había quedado boca abajo. La misma apertura en el pecho. Metió su mano en ella. Profunda. Las costillas partidas. El pulmón perforado. Corrió hacia un espejo. Su cara manchada de sangre. Carne entre los dientes. Estaba soñando. Pero sabía que no era la primera vez que sucedía. O alguien quería volverla loca y estaba jugando con ella haciéndola creer que era capaz de eso, o realmente lo había hecho.


Llamó a su ayudante Itsaso Hilsenrath. Ya no tenía que fingir ni inventarse ninguna excusa. Mientras esperaba se duchó. Mientras las gotas de agua purificaban su cuerpo se cuestionaba si realmente había sido capaz de realizar tales actos. Era imposible. Ni reunía la condición física ni tenía el estómago para ello. Alguien quería hacerle creer que si, seguro que estaba siendo víctima de algún tipo de complot, tenía que ser eso.


Mientras se vestía recordaba el episodio sucedido en su hogar, la extraña pareja que se le apareció como un tipo de sueño, y como luego Zaken se abalanzó sobre ella, ahora todos parecían sus enemigos. No podía confiar en nadie, ni en ella misma, pues la incertidumbre pendía sobre su cabeza, y cuando abría los ojos, un nuevo cadáver yacía abrazada a su pecho.


Su ayudante vino a recogerla, el coche esperaba a bajo. Su calor corporal ascendió. El pasillo se hizo eterno. Quería llegar al ascensor, pero la puerta nunca llegaba. Cientos de ojos la rodeaban y la observaban. Bocas susurraban a su alrededor. Los dedos la señalaban. El suelo temblaba. Le hubiese gustado aferrarse al brazo de Hilsenrath pero hubiese sido una muestra de debilidad y tenía que permanecer firme ante sus subordinados.


Se cruzaron con el equipo de limpieza de la División de las Gorgonas. Confiaba en la Discreción de su ayudante, pero no podía evitar pensar que ese asunto tarde o temprano le reventaría en la cara. Tenía tantas cosas en la cabeza, que en ese momento no podía pensar en nada, sus neuronas estaban en ebullición, no podía seguir el hilo de sus pensamientos. Estaba asustada, se sentía insegura, los sonidos la apabullaban, escuchaba sus pasos y los de los demás dirigiéndose al ascensor, sentía como si tras la puerta, fuera a aparecer Zaken para apresarla y llevarla a una de las salas de interrogatorios, una gota de sudor le cayó por la sien.


Su cabeza iba a estallar. Bajaron al hall. Salieron a la calle. El sonido de los coches la invadió. Le temblaban las piernas. Estaba en estado de alerta. Tenía los labios cortados. Estaba destemplada. Congelada. Le castañeaban los dientes. No podía evitar mirar en todas direcciones cualquier punto de luz, sombra, todo estaba difuminado y borroso. Estaba paranoica.


Las voces distorsionadas, parecían enlatadas. A penas podía distinguir lo que le estaba comentando su ayudante Hilsenrath. Notaba todavía los restos de carne entre sus dientes y eso que se había cepillado los dientes hasta que le habían sangrado las encías. Su ayudante, le indicó que la iban a llevar a otro hotel, ya que desde el incidente en su hogar, su casa no era segura.

Sintió la mano caliente de su ayudante, por un momento le reconfortó. Ginzburg miró por la ventana, hubiese sido un buen momento para refugiarse en la complicidad que le estaba ofreciendo su ayudante, pero prefirió evadirse, soltó la mano de su ayudante, y se encerró en su soledad, en un gran silencio. Hilsenrath respetó su silencio.


Ginzburg, no coseguía dormir por las noches, el monstruo se introducía en sus sueños, dejando marcas en su piel, un cadáver sobre la cama, pero ningún recuerdo en su cabeza sobre lo sucedido. Tal vez, ella era el monstruo.

domingo, 15 de enero de 2012

¡Lar!

“A vista de pájaro, descubrimos un congosto recubierto por un combinado vegetal heterogéneo de vasta extensión que se bifurca en dos tipos de bosque. Nos adentramos en un robledal de media montaña cercano al desfiladero, característico de la región eurosiberiana. Hay un manto de hojas cobrizas, secas, mojadas y mecidas por el viento, caen de los árboles caducifolios de hoja tierna y caduca. El bosque es contradictorio, en verano se viste de gala con sus mejores prendas de un espectacular color verde humedeciendo el ambiente con su voluptuosidad, no obstante, cuando se acerca el otoño, sus ropas se vuelven anaranjadas, un naranja colorido y hermoso del que poco a poco se desprende, permaneciendo en invierno, desnudo, tras la madreselva, hasta que regresa la primavera inundando de pinceladas de color todos los rincones inclusive los más ocultos.

Una muchacha de pelo que se confunde con la copa de los árboles, pasea abrigada por este pictórico bosque con un chubasquero naranja con franjas negras que recuerda a la abeja maya y unas botas de goma negra, junto a su perro que es una mancha enorme y también negra como si fuera una prolongación de sus botas que contrastan con el suelo. La muchacha disfruta de la fragancia embriagadora que emana de la tierra mojada, agradece a los generosos algodones que penden sobre su cabeza la magnánima colección de gotas que reparten grácilmente por todas direcciones. El perro corretea divertido sin apartarse de su lado, mientras ella rebusca, con cuchillo de monte en mano, entre las hojas secas los frutos de la tierra que acaban precipitando en su cesta cubierta con una tela de cuadritos blancos y rojos”.

Elegí mi hogar, por que en el pueblo se decía que habían muerto familias enteras en extrañas circunstancias. A parte de eso, también existía el rumor, de que por la zona, habían desaparecido grupos de excursionistas, con lo que al final, conseguí el terreno, a un precio ridículo. Era tal, el miedo irracional que se extendía entre las gentes, que nadie osaba acercarse más allá del río que daba a mis tierras, con lo cual, me daba cierta intimidad, y si algo sucedía, dentro de mi nuevo hogar, podía alegar que habían sido los fantasmas, y eso me divertía.

Por suerte, cuando caía la noche, en mi hogar, de regreso al monte, cubierta por el manto de estrellas, sin las prisas de la ciudad, se apagaban los sonidos estridentes, todo era calma y tranquilidad, incluso el dragón parecía apaciguado tras la cerca, Illich lo ladraba, aunque parecía expectante, esperándome tras mi regreso, para ser engullida al día siguiente, devorada y escupida, como cada día, en lo que más detesto, pues no muy lejos del pueblo, estaba la ciudad con todas sus luces de neón.

Dejaba atrás el dragón metálico, que me devolvía a mi anormalidad diaria, a las prisas y a mi quehacer diario, a mis luchas y matanzas, a mis baños de sangre, a mi aburrimiento. Como disfrutaba de mi reconfortante aislamiento, a mis paseos rutinarios, con mí amado Illich, estando con él, el tiempo se detenía, y saboreaba cada instante, cada pisada, cada bocanada de aire, me alimentaba de esos pausados segundos en plena naturaleza salvaje. Pero, a lo lejos, la bestia, rugía, recordándome, su existencia, y como, en un descuido, podía volver a caer en sus entrañas.

Los aromas eran tan embriagadores fuera de la cabaña. Illich era una gran bola de pelo que me rodeaba con la inmensidad de su cuerpo, me sacaba una cabeza. Si algo le perturbaba, invadía con su atronadora voz, el descanso de todas las fábricas de zetas, desgarrando sus sueños y haciéndolos añicos con el sonido quejumbroso de los sueños rotos.

Un gato apareció, de entre los árboles. Me acarició la pierna, haciéndome cosquillas. Illich empezó a ladrar. Al principio, parecía que quería jugar con el gato, pero el gato no tenía muy buenas ideas, por que iba con muy malas intenciones, con ganas de arañarle en toda la cara. Desaparecieron por el bosque.

Sola, en plena oscuridad, lejos de la cabaña de madera, abrazada por los extraños sonidos que emitía el bosque y que llegaban a mí, sosegadamente, a través de la corriente del río, empecé a recordar a Chinchetaman, que se me fue presentando como un absurdo, y sin embargo, ¿Por qué cuando lo hablé con Hasier Shestov me resultó una genialidad?


Tal vez, por que sino hubiésemos coincidido en la comida no me hubiese invitado a acompañarle a la autopsia, seguro que quería despedirse de mi antes de que se hiciera efectivo mi traslado a la nueva División. Shestov estaba entusiasmado, escuchando mi hazaña sobre Chinchetaman que no era más que el Sr. Klause, él había visto el resultado, pues era nuestro médico forense. Mientras él iba sacando chinchetas, yo le iba relatando lo sucedido, y él no podía evitar partirse de la risa.

Shestov nunca me había cuestionado mis métodos, no como mis superiores, que siempre me estaban poniendo impedimentos, pero el aburrimiento siempre me invadía. A parte, no solía llevar mis propias herramientas de trabajo, tampoco preveía lo que iba a suceder, sino que iba a un sitio y de repente me encontraba en una situación de riesgo, y tenía que encontrar un arma de oportunidad, y en ese caso fueron chinchetas, un tanto inútiles.

La situación me desbordó, y Shestov, tampoco me juzgó cuando me estaba explicando, digamos que se me fue de las manos, todo lo que sucedió fue un poco rocambolesco, pero cuando llegué al despacho del Sr. Klause, alias “Chinchetaman”, éste me estaba esperando. El pobre estaba asustado, como si ya supiera, quien era yo, pero a lo mejor, mi forma de irrumpir en su despacho, le había alertado.

El Sr. Klause hizo el amago de abrir el cajón y rebuscar en él. Me abalancé sobre él, y me senté sobre su regazo. El pobre soltó un grito ahogado. Un sudor frío cayó sobre su frente. Se sentía incapaz de emitir sonido alguno. Las palabras se le entrecortaban. Pavor. Miedo. Miré en el interior del cajón, con la esperanza de que contuviera alguna pistola, o algo que pudiera utilizar para matarlo. Pero sólo había un móvil. Me miraba con esos ojos abiertos que intentaban abarcarlo todo.

Junto al móvil, estaba la caja de chinchetas plateadas, planas, brillantes. Me llamaban por mi nombre. Sus ojos se clavaban en los míos, y le clavé una chincheta en cada ojo, con la esperanza de que dejara de ahondar mis pensamientos. Sus quejidos me perforaron los tímpanos, silenciando por un momento mi mente. Fue tan agradable, que decidí repetirlo, y clavarle dos más, en los pezones. Y le remaché con más chinchetas a forma de teclado de móvil por todo el pecho y marqué y le pregunté al oído por una operadora. Bochornoso, lo sé.

Conscientemente… no sé por que lo hice, pero tengo una idea… el Sr. Klause quería llamar por teléfono… así que… Jodido inconsciente… y como se carcajeaba Shestov mientras se lo contaba.  El día que le mencioné la historia del Crick Crack, casi se meó encima.

A Shestov le encantaban ese tipo de historias, sobretodo esa historia, muchas veces me pedía que se la contara. Hace unos años, debía entrar en una base enemiga, y me negué a usar una arma por que quería perfeccionarme con las manos, sobretodo quería afinar una llave que estaba desarrollando, el Crick Crack. Le llamaba el Crick Crack por que era un simple balanceo en dos movimientos de derecha a izquierda. Cogía con mis manos al enemigo por la cabeza, y crick-crack, así de simple, era el sonido que se escuchaba, el del chasquido del hueso roto. ¿El resultado? El cuello partido. Ese día ejecuté a quince personas. ¿Por qué quince? Al doce ya me había perfeccionado, pero quería un número redondo. Esa puntualización, era con lo que más se regocijaba Shestov.

Illich regresó, arrancándome de mis cavilaciones. El gato había desaparecido. Nos dirigimos a casa, ambos estábamos hambrientos y era hora de acostarse. La noche se fundiría con el día, seríamos mecidos por la luna y las nubes hasta que el sol se posaría en nuestras mejillas, un nuevo día y el dragón rugiría... una mañana más...

domingo, 8 de enero de 2012

¡Morada!

"Una mañana más, ingerida por el dragón mecánico que viaja por las entrañas de nuestra querida tierra, me escupe, en frente de mi anormalidad diaria.
Cada día, giro alrededor del Sol. Muchas veces, olvido que… un día de estos… dejaré de hacerlo. Supongo que he llegado a mi inmortalidad mental, cuando olvido que soy finita. Yo lo recuerdo a menudo. No en sueños… despierta. De repente una idea me abrasa la mente y me doy cuenta de mi limitación. No pasa a menudo, pero lo suficiente como para recordar que no soy eterna y que si en los juegos me dan 3 vidas… entonces será… ya que en realidad tengo una, que esto no es un juego, aunque en los anuncios, me piden que me la tome como tal… pero que sabrán los anuncios de la vida, si se basan en un único producto que salvará el mundo… ¿de la calvicie, de la vejez, de la estupidez? De la estupidez no creo, en mi opinión, a nuestra sociedad, no le interesa, que deje de ser estúpida".
Lo que no saben los anuncios... es que el mundo no se salvará de mí...

domingo, 1 de enero de 2012

¡Crisis!

Ginzburg me odia.

Fiesta de fin de año de la División de las Gorgonas. Bienvenidos hijos del Sol naciente.

Lo que preveía, al fin ha sucedido. Ginzburg quiere librarse de mí. ¿Cómo lo sé? Me apartan del caso Hammerstein, aunque ya estaba medio concluido, gracias a la confesión del Sr. Hugh Dertleth, difunto por mordedura en yugular por parte de uno de sus colaboradores. Así que Ginzburg ha pedido que me trasladen a otra división, según ella, por que requieren de mis conocimientos para que forme a un equipo de elite a las órdenes del Oficial General de la División Drakaina Delphyne. Si no he podido formar adecuadamente a Urtzia Jünger… ¿Cómo voy a formar a una panda de ojos rasgados? ¿No será que Ginzburg desea mi muerte en manos de un Yakuza? Pero no tengo miedo, yo a los Yakuzas me los meriendo con Nocilla…

Lo que más me jode es que me había acomodado en mi nueva casa, empezaba a sentirme a gusto en el sector 10, ahora tendré que mudarme al sector 8, aunque por lo visto, Yaakov Kav y el Dr. Guró, también se trasladan. La División de las Gorgonas, con el nuevo año, ha decidido hacer limpieza. No me importa. Un nuevo año, un nuevo hogar, una nueva División… Comienzo a sentir curiosidad por mi nuevo Oficial General… Sugoi Natsuyama… me pregunto si será otro imbécil de la talla de Ginzburg…

Creo que lo que más le jodió a Ginzburg fue lo que sucedió hace unos días… que acabó con el secuestro de un autobús que transportaba el equipo de Judo femenino de Kuaskhabe a su hotel. Cuando llegué al día siguiente, para presentar el informe, Ginzburg se abalanzó sobre mí para reducirme, pero a veces, no controlo mis actos reflejos y le planté mi puño en su boca llena de dientes, sin querer, con lo que tuvieron que llevarla a la enfermería, mientras gritaba entre sanguinolentos dientes, que me aplastaría como una cucaracha.

La culpa la tuvo Harry Lumley… y una estúpida mochila… Harry acabó en un cubo… uno de sus ojos brillaba sobre sus vísceras, como si todavía pudiera contemplarme… pero la mochila… desapareció… y Urtzia Jünger se encargará de encontrarla… pues ella seguirá en las Gorgonas… mientras yo, formaré parte de Drakaina Delphyne… Pero si fue culpa de Jünger que se dejó secuestrar… si la estúpida no hubiese caído en las garras de la organización terrorista que perpetró el ataque a la escuela Hammerstein, yo no hubiese tenido que ir a buscarla… por lo tanto no hubiese secuestrado el autobús, con lo cual, no hubiese puesto en peligro la vida de esas estúpidas colegialas…