AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 25 de diciembre de 2011

¡Sueños!

Preguntarme por que hago lo que hago... ¿Qué sentido tiene? ¿Cuántas veces me han formateado? Me gustaría saber cuanto hace que respiro... ¿Realmente soy de este planeta? Pero cuando tomo conciencia... vuelvo a caer en el mismo sueño...

¿Soy eterna?

Soñé...

Que los vencedores... se nutrían de los vencidos... ¿Pero lo he visto en sueños... o lo he vivido?

Soñé...

Que controlaba el clima... ¿O era el clima que me controlaba a mí?

“Siempre me ha costado ver el mundo con claridad, aunque a veces me he sentido como si hubiese resuelto el puzzle y hubiese empezado a vivir mi vida con coherencia. Tal vez soy… demasiado racional, a veces, pero ahora, supongo que se me hace difícil ver las cosas como son, simplemente, porque no para de llover sobre mi cabeza. Siempre he odiado los paraguas, pero si llueve única y exclusivamente sobre mi, tendré que replantearme ese odio absurdo, y empezar a usar uno, o bien, intentar ser feliz, para que vuelva a brillar el sol, sobre mi testa. Es imposible ver lo que me rodea con millones y millones de gotas de agua martilleándome el cerebro, y muy molesto. La solución sería, aprender a perdonarme como antes. Sé que es complicado, pero las cosas han cambiado. Las cosas que creía hasta ahora, ya no son válidas. Así que tengo que evolucionar como ha evolucionado éste mundo, tengo que adaptarme, me resulta complicado, porque hay muchas cosas que no entiendo, pero tengo que intentar comprenderlas o me volveré loca”

¿Cómo explicar que hago... y por que lo hago?

¡Si apenas puedo recordar dónde estuve ayer...!

Había terminado la conferencía y por lo visto, la División había previsto nuestro motín, así que tras la cena, se nos comunicó que había barra libre en el bar. Todos los Chupavergas especiales y soplapollas de elite nos congregamos en él. Ya habíamos empezado por ahogarnos con el vino de la casa, y habíamos proseguido con el carajillo... así que al escuchar la feliz noticia... no paramos... pues continuamos con los cubatas... ¡Vaya panda de ranas beodas! ¡Como para que surgiera una emergencia! o nos convocaran para ir de caza...

No recuerdo en que momento exacto mi cerebro se apagó... y creo que prefiero no saberlo. Como siempre digo, sólo son 3 días... el primero sientes dolor, al segundo la regeneración y al tercero... Ves el nuevo día...

¿Sobre la conferencia? Pues lo que más recuerdo es una canción de Ramoncín que decía así... "Litros de alcohol, corren por mis venas... mujer... no tengo problemas de alcohol... lo que me pasa es que estoy loco por privar"... No había música, especialmente en el hotel, pero los chupavergas especiales no paraban de cantarla...

Pero dejando atrás ese estúpido fin de semana... diré... que... Si vas a mirarte con los ojos de hoy, los ojos del ayer... lo mejor que puedes hacer... es perdonarte... si lo haces... sales invicto... por que una cosa tienes que tener en cuenta... ya no eres la misma persona... sino otra... y bueno... si yo no pensara así... lo único que me quedaría sería pegarme un tiro, e incluso esto, tiene dobles lecturas... Así de engañosa me resulta la realidad que percibo e interpreto de forma subjetiva...
¿Por que no objetiva? No creo que sea posible, pues siempre estás condicionado... las condiciones cambian a medida que evolucionas... con lo cual... el punto de vista también evoluciona... es por eso... que digo... que no se es el mismo... en un momento u otro... Es como definirse por fluctuaciones... lo que en un momento te funcionaba, al siguiente deja de hacerlo... tal vez no funcionaba desde un principio... pero te permitías el lujo del autoengaño... creyendo que si... pero a quien le importa... como si dentro de un par de segundos fuera a recordar todos estos balbuceos...


Miro el calendario, 25, diciembre... Comprendo, tal vez la conferencia no tuviera nada que ver con Ginzburg... y fuera una especie de reunión familiar... para recalcarnos... que Las Gorgonas, es nuestra única familia.

"No habrá Navidad para los caídos"

domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Mutaciones!

Tras el reciente episodio ocurrido en casa de la Oficial Gereral Kutsuge Ginzburg, la División, en lugar de destinar todos nuestros recursos para investigar el incidente (que sería lo apropiado), quiere cubrir el hecho con un estúpido velo. Nos mantendrá, a mí y al resto de la División, ocupados, el próximo fin de semana, en una rídicula conferencia titulada "La búsqueda de la inmortalidad a través de la conciencia".

Es mucho lo que ha avanzado el laboratorio, gracias a sus colaboradores externos, en materia de tecnología molecular, si cuando hablas con uno de ellos en la zona de descanso, sobre nanotecnología, les entra la risa, y te miran como si estuvieras pasada de moda. Incluso, para ellos, el tema de las modificaciones genéticas que saltan a la siguiente generación, son un truño, pero todavían las practican, lo sé por que aparece en el folleto. Lo que no aparece en el folleto de la conferencia, pero que se lo he sacado a uno de ellos, es lo que nos viene encima, pues en breve apareceran unos nuevos dispositivos e implantes biotecnológicos, más diminutos que un grano de arroz, o como ellos los llaman, bionanotecnológicos.

Pero nada de eso me preocupa, a mi lo que me toca los cojones es que me obliguen a asistir a un evento en mi día libre, sobretodo cuando había luchado con uñas y dientes para librar. Pero en fin... tengo que asistir, pasaremos un maravilloso fin de semana de ensueño, pérdidos en un hotel de mala muerte, escuchando sandeces sobre la segregación de endorfinas, oxitocina... como evitar segregar serotonina, adrenalina... como encontrar la calma y alejarse de las pasiones que ponen en ebullición nuestro cuerpo y lo contaminan... bla, bla, bla...

Tengo ante mi el programa... y por lo que estoy leyendo... ¡Suena a fin de semana de RELAX! No se les podría ocurrir otra forma de lavarnos el cerebro para hacernos olvidar el absurdo asunto de la oficial General Ginzburg... sin que yo pierda un día... y sin que a la División le cueste un ojo de la cara... por que seguro... que se gastaran una pasta... en lugar de malgastarlo en chorradas... nos podrían subir el sueldo...

Mi pronóstico... Acabaremos extasiados, no, más bien, anestesiados, con la cabeza llena de dudas sobre si el cuerpo muere, la conciencia sobrevive, o ambas mueren... o ambas sobreviven... ¿Para qué? Si al final se saldran con la suya... con tanta mierda en la cabeza... al final... el asunto Ginzburg... pasará inadvertido...

Sigo leyendo... ¿y qué me encuentro?... cosas como estas... que es mejor citarlas en lugar de hacer un resumen (por que no sabría por donde empezar):

"Si la conciencia sobrevive puede viajar como mera energía (intentando ser absorbida por la conciencia colectiva que no ha sabido conservar su individualidad) para poder ocupar otro cuerpo. Reencarnación o suplantación de identidad".

"Si la conciencia sobrevive eternamente junto al cuerpo, ésta queda anclada. Si el cuerpo envejece, la conciencia envejece junto al cuerpo, se debe buscar la ascensión para poder liberar la conciencia".

"Nuevas técnicas, si la conciencia y el cuerpo son caducas, se profundizará en la base material de la conciencia, en busca de un saneamiento. Si es imposible purificar la conciencia, se registrará la conciencia en un dispositivo que se almacenará en la base de datos de la División. El cuerpo se mantendrá con la cápsula de regeneración. Si la conciencia se disuelve, se le administrará la almacenada".

"Los dispositivos de almacenamiento de conciencia serán manipulados por personal del laboratorio y podrán ser reestructurados, modificados o eliminados de la base de datos".

"Actualizaciones de cuerpo. Se podrán adquirir nuevas actualizaciones para mejorar la condición física, pero éstas modificaciones, aunque aumentan el rendimiento físico, acortan la estabilidad del cuerpo. Por otra parte, si las modificaciones son genéticas, puede que no tengan efecto inmediato, incluso, puede que no sean activas hasta que pasen a generaciones futuras. Con lo cual, se aconseja el almacenamiento de la conciencia, para poder implantarla en la descendencia y así vivir a través de los hijos, con la conciencia intacta o bien modificada por el laboratorio para ser reajustada, dependiendo de lo que requiera el servicio".


Después de leer esto... se me ocurre decir... Bullshit... Nuts... o algo por el estilo... y preguntarme una cosa: ¿Se les va la olla?

No sólo pierdo mi fin de semana, que no se me va ha abonar ni devolver, a no ser que tengan una máquina del tiempo... sino que lo voy a perder, escuchando chorradas por parte de un científico loco, llamado Dr. Gabriel Gremnitz que aseguran que después de la conferencia podremos consultarlo por si nos surge qualquier duda.

¡Jopetas! Hablar con Gabriel Gremnitz... ¡Menuda lista de la compra! Tiene mala leche, unos huevos ¡ASÍ DE GRANDES!... ¡Pero si es un Merluzo! ¡Cómo para preguntarle algo! Si sólo verte te mira con esa cara de perdona vidas... ¡Cómo si todo el mundo excepto él fueramos idiotas!

¡Maldita Sea! Ni soplaplollas de elite ni chupavergas especiales... si al final consentimos que un cerebrito venga y nos sople la nuca...

Seguro que él es el responsable de esta cortina de humo... pero bueno... es que me la suda...

domingo, 11 de diciembre de 2011

¡Tocador!

Kutsuge Ginzburg se despojó de su traje de Oficial general y se introdujo en la bañera, se sumergió bajo el agua, quedando oculta por una espesa capa de espuma. Al cabo de unos segundos, su cuerpo resurgió de entre las burbujas. Escuchó un chirrido, se incorporó apresuradamente, cogió una pistola que tenía estratégicamente en la estantería donde estaban los artículos de aseo personal y con cuidado para no resbalarse, salió de la bañera.

El pelo mojado le caía por la cara y se le quedó pegado en la espalda y las mejillas. Tenía el arma apresada con sus dos manos, a la altura de su cara. Con sigilo, fue avanzando por el baño dejando tras de si un rastro líquido, hasta llegar a la puerta, permaneció inmóvil, reteniendo el aliento, intentando captar algún sonido fuera. Se descubrió desnuda ante el espejo, no pudo evitar evaluarse, detectando, que el cargo de Oficial General, empezaba a causar mella en sus caderas.

Alargó la mano, para intentar coger la bata, pero un crujido que venía del pasillo, congeló su circulación. Petrificada, indecisa, agitada, volvió a clavarse detrás de la puerta, aferrada a su arma. Empezó a temblar, pues de repente bajó la temperatura. Su aliento estaba gélido, y echaba vaho por la boca. La bombilla empezó a titilar y desprendía un zumbido. Inesperadamente, todo parecía resonar en sus oídos, indiscriminadamente, incoherentemente, confusamente, y nada parecía ser lo que era.

De repente, le entró la risa. Recordaba sus andanzas con Zaken, sus burlas cuando iban de caza y sacaba su impaciente, y se recriminó por haber caído tan bajo, sintiendo miedo por un ruidito de nada, preguntándose que haría Zaken en esos casos. Si ya conocía la respuesta, Zaken estaría en bolas, dando vueltas por todo el piso buscando que cojones debía ser el puto ruidito que la estaba importunando. Sin embargo, Ginzburg, cagada de miedo, encerrada en el baño, sin saber que hacer, permanecía elucubrando.

Con dos cojones, se asomó al pasillo. Su cara se quedó nívea, su rostro descompuesto. Sus ojos se cruzaron con la mole que había en el salón, era un ser enorme, casi de dos metros de altura, su rostro, indescriptible, a su lado, le pareció ver una niña, no, era una chica, su complexión era similar a la de Zaken, pero su rostro, era perverso, ambos eran pérfidos, y los dos la estaban desmenuzando con sus miradas depravadas. Volvió a meterse en el baño, por que era consciente que lo que estaba ocurriendo no era real, debía ser fruto de un sueño, tal vez se había resbalado al salir de la bañera y su cabeza había chocado contra el suelo, creándole esa especie de alucinación. Debía despertar.

Tenía su mejilla apoyada en la puerta. Se abrazaba a su pistola. Se giró. Apoyó su espalda contra la fría madera barnizada con un intenso y brillante tono anaranjado. Se recostó y fue bajando hasta quedarse sentada. Bajó la cabeza y empezó a golpear la pistola contra su frente. Quería despabilarse. Súbitamente, frente a ella, vio las piernas, estaban delante de ella, levantó la cabeza, y la chica chutó su pistola, proyectándola contra la pared, se disparó, el estallido retronó dentro del aseo, ensordecedoramente. El mastodonte se inclinó sobre ella y le agarró de los sobacos y la levantó y se la subió a cuestas, sobre su hombro, como si fuera una laticlave (bandas púrpuras que usaban los miembros de la orden senatorial, para cubrir verticalmente las togas romanas).

Finalmente se despertó, alguien estaba sobre ella. Su primer impulso fue defenderse de su agresor, pero le cogió de las muñecas. Estuvo forcejeando con él, entre tinieblas, no distinguía nada, sólo notaba la suavidad de sus manos mientras intentaba aprisionarla. Exasperada, lanzó patadas, y se revolvía, pero su atacante le retenía con más firmeza. Dejó de sentirse amenazada por él. La oscuridad fue disipándose. Reconoció el rostro. Zaken era quien la estaba sujetando. Reconoció su situación, estaba en casa, en su dormitorio a solas con Zaken, cubierta por una sábana. Percibía voces en el exterior. Tenía tantas preguntas, pero Zaken estaba sobre ella, ejerciendo su autoridad, y Ginzburg se sentía impotente, avergonzada, sin saber como iniciar la conversación, ansiaba pedir explicaciones, cuando seguro que eran ellos quienes esperaban algún tipo de información.

Zaken la soltó al ver que Ginzburg se había calmado y se sentó en una silla que había colocado junto a la cama. La puerta del dormitorio estaba cerrada, dándoles cierta intimidad. Ginzburg se sorprendió de su corrección. Reconocía, que Zaken, sabía estar en su sitio. Pronto, las energías fluyeron por su cuerpo, y Zaken se convirtió en una pequeña molestia que debía corregir. Igualmente, no se imaginaba por que estaban todos allí, por un simple golpe en la cabeza, pero le alegraba, que todos se hubieran organizado para apoyar a la Oficial General.

- Oficial, cuando esté preparada… - Interrumpió Zaken. – El médico forense está fuera.

- ¿Ya has matado a alguien en mi propia casa?

- No, no…

- Entonces que…

- … - Resopló. – Viene a visitarla a usted.


Ginzburg se destapó, estaba cubierta de sangre. Se alzó impetuosa de la cama y se dirigió al interruptor que había junto a la entrada del dormitorio y se encendió una intensa luz que les cegó por unos instantes. Se precipitó hasta el armario, abrió la puerta y se contempló en el espejo que había en su interior, había intensas manchas de sangre en su boca, mejillas, hombros, pechos, tripa, bajo vientre, ingles y pantorrillas. Salpicaduras. Restos de fluidos. Contusiones. Hematomas. Magulladuras. Moretones. Arañazos. Zarpazos. Raspones. Etc.

Ginzburg estaba anonadada. Boquiabierta. Se examinaba incrédula la totalidad de su cuerpo.

- ¿Alguien más lo ha visto?

- Ginzburg, relájate. Solo yo.

- ¿Qué has dicho? ¿Cómo?

- Accidente en el baño.

- ¿Y para eso un médico forense?

- ¿Has disparado tu arma?

- Accidente en el baño y punto. Te ataca, te defiendes, el huye, tu le persigues, resbalas, trastazo y quedas inconsciente. Fin de la historia. Simplemente el médico forense por si hay restos del agresor bajo tus uñas, o lo que sea, tampoco es tan sospechoso.

Ginzburg se debatía entre dejar pasar al médico o no. Parecía la víctima de una violación, pero y si lo que había visto no era una alucinación. ¿Había sido violada por un ser sobrehumano bajo la mirada de su sobrenatural compañera? Encima, Zaken lo había pintado mejor, diciendo que se había pegado un porrazo al intentar perseguir a su atacante, podía haberse callado la boca, pues si el forense la examinaba y se filtraba la noticia por la División, quedaría como una patosa, que se había quedado inconsciente y que su asaltante había aprovechado la ocasión, no sólo para herirla sino para mancillarla. ¿Por qué nadie había avisado a su ayudante Hilsenrath?

Menuda disyuntiva. Al final le dijo a Zaken que se largara y se llevara al puto médico forense de mierda con ella. Le dio las gracias por todo y sacó el móvil para llamar un taxi. Ya que le habían invadido su hogar, se buscaría una cómoda habitación de hotel donde emborracharse y ahogar las penas, tras una buena ducha. Sólo deseaba tomarse un par de tranquilizantes y con la conciencia adormilada trataría de echarse una cabezadita.

Echo una última mirada asesina a Zaken y le cerró la puerta, mientras reservaba la habitación. Volvió al armario, y empezó a revolver entre los cajones buscando algo que ponerse mientras se miraba de reojo. Colgó el móvil. Cogió unas toallitas del tocador y se aseó. Se vistió. Se peinó. El móvil sonó advirtiéndole que el taxista estaba esperándola abajo. Se echó un último vistazo en el espejo, aparentemente, no había rastro visible de lo ocurrido por encima, aunque necesitaba un buen baño de espuma. Cuando abrió la puerta, se sintió devorada por los murmullos de la concurrencia, como si todas las miradas le penetraran, como si la analizaran en busca de alguna marca, se despidió con una sonrisa, manifestando su buena salud y que estaba bien y les informó en que habitación de hotel estaría, unos jóvenes se ofrecieron para escoltarla, ella accedió, los tres, abandonaron la escena.

domingo, 4 de diciembre de 2011

¡Incoación!


Sala de Interrogatorios 2.
16h.

Desde la habitación anexa a la sala de interrogatorios, se podía apreciar la estancia que permanecía poco iluminada. Zaken ordenó al técnico, Unax Barhuni, que las luces titilasen, los altavoces crujieran, que apagase el sistema de renovación de aire y encendiera la calefacción.

Antes de entrar, le dio las últimas instrucciones a Barhuni, pues quería sincronizar su interrogatorio con el del Sargento Yaakov Kav que se llevaría a cabo simultáneamente desde la Sala de interrogatorios 1. Dejó unos documentos, estratégicamente, en la mesa auxiliar que estaba colocada junto a la mesa del técnico, y abandonó el cuarto.

Urtzia Jünger, había permanecido apoyada, discretamente, en la pared, sumida en un mutismo voluntario que se había impuesto. Aprovechó que Zaken había desaparecido por el foro, para aproximarse prudentemente a los papeles que había dejado sobre la mesa y empezó a curiosearlos. Mientras los fisgoneaba, atisbaba los acontecimientos que se producían en la sala de interrogatorios a través del cristal.

Dentro de la sala de interrogatorios, el aire era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. El Sr. Hugh Dertleth, estaba justo en las condiciones deseadas, incómodo y sudando como un cerdo. Zaken, desganada, se miró en el espejo, y se tocó la oreja. Tras unos breves instantes, apareció Jünger con su más de metro ochenta por la puerta, acrisolada, con un vaso de agua, ambas, se cruzaron miradas, mientras ella, acendrada, dejaba el vaso enfrente del Sr. Dertleth, acto seguido, volvió a retirarse.

Jünger, regresó a la habitación con el técnico. En su interior, se avivaba esa maldita sensación, no entendía como un ser al que le sacaba una cabeza de largo, conseguía empequeñecerla. A través del cristal, Zaken, no parecía gran cosa, era menuda, escuálida. Un retaco, vivaracho. Sus ojos se movían por toda la sala, y su cuerpo no podía estarse quieto, aunque a veces, su sistema parecía desactivarse y se quedaba inmóvil como una estatua.

Poco a poco, Jünger observó como Zaken, se iba posicionado detrás del Sr. Dertleth, parecía una serpiente al acecho, pues su cuerpo ondulante se le iba aproximando mansamente, mientras éste, sediento, agarraba el vaso, que Jünger le había dejado minutos antes.

Impulsivamente, sin que su presa pudiera apenas reaccionar (ni los que observaban la situación desde fuera), notó como Zaken, de forma espontánea, colocaba su brazo alrededor de su cuello, y le asfixiaba, provocando que le saliera el agua por la nariz, apretándole la cabeza fuertemente contra su pecho.

Cuando Zaken advirtió, que llegaba el último estertor del Sr. Dertleth, lo liberó, pero inmediatamente, le agarró firmemente, del pelo y le levantó la cabeza, tomando impulso, cuando sintió la potencia generada por el gesto en su mano, dejó caer la cabeza sobre la mesa, para que se golpeara, enérgicamente, produciendo el cráneo, un sonido sordo, al chocar contra la mesa.

El Sr. Dertleth, sofocado, tomó, agobiado, una gran bocanada de aire. Tenía la ceja partida y un chorro de sangre descendía por uno de sus ojos. Como una lágrima, la sangre se deslizó por su mejilla, hasta llegar a su boca. La sangre, se abrió paso sobre su barbilla de ipso facto, y empezó a gotear sobre la mesa.

Cabizbajo, el Sr. Dertleth, quejumbroso, seguía por el rabillo del ojo, el vaivén de Zaken, que estaba recorriendo la estancia de un lado a otro. Intranquilo y jadeante, se limpió la sangre de la cara con la manga de la camisa, al percatarse que estaba sucia, tras ver su reflejo en el espejo. Le castañeaban los dientes.

Jünger, concienzuda, desde la sala adyacente, esperaba las indicaciones de Zaken. Era su primer interrogatorio y quería hacerlo bien. Hasta el día de hoy, sólo habían efectuado juntas, seguimientos, y alguna detención, y por lo que había visto y lo que le habían contado, la canija esmirriada era una bestia implacable.

De repente, Zaken estaba mirándola a través del cristal, como si supiera exactamente donde estaba, y se tocó de nuevo la oreja. Jünger, se quedó tan impresionada, por la coincidencia, que al ir a por el cubo lleno de agua, se le derramó, y pringó todo el suelo, a lo que Zaken, desde la otra sala, soltó un gruñido y cogió la cabeza del Sr. Dertleth y una y otra vez, la estuvo colisionando contra le mesa a modo de bombo sin maracas.

Jünger, vacilante, apareció con el cubo de agua, mientras Zaken, ufana, sacudía al renqueante Sr. Dertleth, que ya estaba medio inconsciente. Entretanto Zaken, campante, zumbaba al achacoso Sr. Dertleth. Después de ordenarle a Jünger, que dejara el cubo en un rincón y que acto seguido volviera a su lado, dejó de atizarle y lo inmovilizó. Eufórica y complacida, animó a Jünger, para que abofeteara al afligido Sr. Dertleth, asegurándole que eso le reanimaría. Jünger, perpleja, le dio una primera tanda de bofetones, pero Zaken no quedó satisfecha y le mostró como hacerlo.

Primero, Zaken, ladeó un poco el tronco, segundo estiró el brazo echándolo un poco hacia atrás, tercero abrió la palma y por último la lanzó con gran potencia hacia la mejilla del Sr. Dertleth, resonando por toda la estancia. Jünger, desconcertada, presenció como la cara del Sr. Dertleth casi giraba 360 grados, tras el guantazo, mientras su cuerpo, caía como un pesado tronco, sobre el suelo, y se deslizaba a unos metros de ellas, rebotando contra la pared, emitiendo un gran estruendo. Jünger, extrañada, observó a ambos, pensaba que la intención era reanimarle, no dejarlo K.O.

Entonces, Zaken le hizo una señal, y Jünger comprendió y fue a por el cubo. Zaken se inclinó sobre el Sr. Dertleth y presionó sus mejillas y estómago con la punta de su dedo índice para ver si reaccionaba. Expulsó un débil gemido. Lo agarró por los sobacos y le obligó a ponerse de rodillas. Mientras Jünger se le acercaba con el cubo, Zaken, soltó un stop informativo cuando intuyó sus intenciones. Jünger se congeló en un instante con el cubo medio levantado y unas gotas gravitacionales se precipitaron al suelo.

Zaken, primero, mandó a Jünger que se sentara, ahorcajadas, luego le sugirió que colocara el cubo entre las piernas y lo abrazara con ellas para asegurar su sujeción.

Zaken, tenía asido al Sr. Dertleth por los sobacos. El predador pasó sus manos por debajo de los brazos de su presa, hasta que las manos del predador se entrelazaron detrás de la nuca de la presa. El predador empezó a avanzar hacia Jünger, obligando a su presa a gatear entre sus piernas.

Cuando llegaron al cubo, Zaken lo mantuvo preso, ya sabía como las gastaban los sospechosos, se removían y volcaban el cubo y le mojaban la ropa. Decidida, bajo la mirada estupefacta de Jünger, metió la cabeza del Sr. Dertleth dentro, esperó a que descendieran las burbujas, y la sacó. Repitió la operación hasta quedar satisfecha, Jünger ya se había mojado los pantalones.

Con el Sr. Dertleth abatido y Jünger enojada, Zaken dio ese primer acto por concluido. Le dio indicaciones a Jünger para que se fuera con el cubo y aprovechara para cambiarse y proyectó al Sr. Dertleth contra la mesa, donde se desplomó hasta desmayarse.

Jünger, contrariada, cogió el cubo y dio un portazo tras de si al retirarse a la sala anexa. Bahurni, estaba sorbiendo una lata de refresco y picoteando avellanas, mientras tenía su cabeza metida en su portátil. Intentó entablar conversación con él, pero fue inútil. Decaída, se fue hacia los vestuarios, en busca de una muda, y aprovechó para ducharse.

Pasados unos largo minutos, cuando Jünger regresó a la sala, donde estaba el técnico. Parecía la calma después de una gran tormenta. Intuía que algo había sucedido, pues la sala de interrogatorios estaba distinta, el Sr. Dertleth estaba distinto. Sobre la mesa, parecía que habían dejado caer un globo lleno de pintura roja. En una de las paredes, había otro impacto de globo y parecía que lo habían frotado por todo el ancho de la pared hasta llegar a la esquina, el suelo estaba encharcado como si la fuente de la pintura roja se hubiese detenido, anegando el rincón, pero un segundo globo parecía que había sido lanzado, hasta llegar al pintor, con su brocha empapada y goteante.

Jünger no entendía nada, el Sr. Dertleth, estaba en un rincón agazapado, apartado del mural y del pintor, temblaba como una hoja, apenas tenía restos de sangre en su cuerpo como para ser la fuente de color de aquel abstracto lienzo. Zaken volvió a mirarla a través del cristal, y volvió a tocarse la oreja.

Jünger, bajó la cabeza y abrió el cajón de la mesa auxiliar para sacar el táser. Se cuestionaba el método de Zaken, pues todavía no le había hecho ninguna pregunta al sospechoso, al menos en su presencia. En parte agradeció no estar presente en el desarrollo artístico de aquella estampa, pues Zaken se le presentaba como un ser irracional y abominable que disfrutaba con el dolor ajeno.

Entró en la sala de interrogatorios, y se acercó a Zaken, le alargó la mano para que ésta pudiera coger el táser. Zaken que estaba, íntimamente, de cuclillas, junto al Sr. Dertleth, le apartó la mano y le mandó que se quedara. Le exigió que le ayudara a desvestir al Sr. Dertleth, pero que tuviera cuidado, de que no la desarmara.

En dos ocasiones, el Sr. Dertleth, intentó liberarse y desarmar a Jünger, Zaken había alimentado esa estúpida ilusión, y al fin Jünger, en el primer intento, le empujó, pero en el segundo, le propinó una patada que le saltaron un par de dientes al preso. Por fin, Jünger, había reducido al Sr. Dertleth, y ambas pudieron acabar de desnudarlo.

Jünger, disgustada, no podía evitar, lamentarse por la situación del Sr. Dertleth. Con el táser entre las manos, comenzaba a cuestionarse que cojones estaban haciendo, una cosa era detenerlos, pero eso era despiadado. Zaken no le dejaba ni un minuto de descanso. Si no le abroncaba, le asfixiaba, o le vapuleaba hasta acorralarlo, intimidándole, aterrorizándole con amenazas, atormentándole, como si quisiera privarle de su dignidad.

Zaken cogió el pantalón y azotó a Jünger para que despertara, luego lo utilizó para agarrar por el cuello al Sr. Dertleth que estaba acojonado y así arrastrarlo hasta la silla donde le obligó a sentarse. Miró a Jünger, entretanto, divertida, le daba unos toquecitos en la entrepierna al Sr. Dertleth. Jünger se sonrojó, otra vez, parecía que la diminuta Zaken, había descubierto sus pensamientos.

El rostro de Zaken, súbitamente, se aseveró, entretanto se arrimaba a Jünger y le cogía de la mano para iniciarla en el uso del táser, para que fuera aplicando las descargas donde ella le fuera indicando. Decisiva, fue guiando la mano temblorosa de Jünger sobre las orejas, los pies, las muñecas, la parte interna de los muslos, los pechos y finalmente le pidió que se entretuviese por la entrepierna, cuanto más sensible fuera la zona, mucho más efectivo era el Táser. Luego, le ordenó que recorriera el mismo trayecto, pero aplicando las descargas, tomándose su tiempo.

Jünger había memorizado la ruta en el cuerpo desnudo del Sr. Dertleth. Primeramente, se aventuró por la oreja izquierda y aplicó su descarga de prueba. El Sr. Dertleth profirió un alarido que atronó por toda la sala, pues con los nervios, había olvidado de graduar la intensidad de la descarga y había sido demasiado exagerada. Esperó unos segundos, después de reequilibrar el táser y aplicó la segunda descarga en la otra oreja, los dientes del Sr. Dertleth todavía seguían entrechocando por la inicial, y casi se resquebrajaron tras la segunda.

Cabizbaja, fue a por la tercera. Ladeó la cabeza, como muestra de entendimiento, Jünger compartía su dolor, pero se veía obligada a proporcionárselo. Luego giró la cabeza, en busca del consentimiento de Zaken, pero no estaba en la sala. Su voz sonó en los altavoces, manifestando su omnipresencia, le indicó que prosiguiera. Jünger, reparó en el temblor de sus manos, toda ella tiritaba, un sudor frío le recorría el cuerpo, estaba sola, ejecutando las instrucciones, infligiendo dolor a otro ser, se sentía destructiva.

Tras aplicar las descargas como le habían ordenado, Jünger se percató de que el Sr. Dertleth se había orinado encima. La voz en off de Zaken que retumbaba por los altavoces le estimuló para que no se detuviera. Jünger paró al ver que salía humo, y que el pene del Sr. Dertleth, parecía chamuscado. Los bramidos del Sr. Dertleth resonaban por toda la sala. Zaken optó por enviar a Jünger de vuelta a la sala adyacente, con el táser, para que éste se calmara.

El Sr. Dertleth se quedó sólo, ante el espejo. Se miró la entrepierna, ennegrecida y dolorida, con el vello carbonizado y acartonado. Se contempló en el espejo. Inmediatamente, sonó una voz por los altavoces, manifestando que ya no se requería la confesión del Sr. Dertleth, pues el otro sospechoso ya había confesado. Zaken, impasible, volvió a entrar por la puerta, con una pistola.

El Sr. Dertleth, estaba despavorido y empezó a resistirse, lanzándole la silla. Zaken, aprovechó la confusión y alboroto que estaba organizando, como excusa para atraer a Jünger. Cuando la tuvo a su lado, le delegó la ejecución, entregándole la pistola, que aceptó, con manos indecisas. Zaken, se colocó por detrás de ella y la orientó. Le levantó el brazo, le dispuso el codo, le acomodó el cuello, para que apuntase.

Zaken, iba alentándola para que lo hiciera, entretanto le iba masajeando los hombros para quitarle la tensión acumulada. Jünger, empezó a serenarse. Primero apuntó al pecho, luego a la cabeza, después, volvió a bajar la pistola hacia el pecho, intentando decidir donde debía apuntar. El Sr. Dertleth, comenzó a llorar, desconsolado, implorando por su vida, volviendo a corretear por la sala, tapándose la cara, alejándose de ellas.

Zaken, cogió al Sr. Dertleth que empezaba a exacerbarse, intentando llamar la atención. Gritaba lanzando amenazas, profiriendo insultos, con voz desgarradora, desgañitándose, la voz se le entrecortaba, pues se le quebraba por los llantos, al ver que Zaken, hacía caso omiso a sus suplicas y le forzaba a ponerse de espaldas, mientras obligaba a Jünger a arrimarse detrás de él, y le señalaba con su dedo frío donde debía apuntar, podía sentir, el cañón de la pistola, gélido, como iba repicando una y otra vez la parte trasera de su cabeza, mientras Zaken le repetía que era allí donde debía darle.

Finalmente, Jünger disparó, pero no paso nada. Airada miró a Zaken, que se reía mientras le hacía señas para que se callara. Un tufo llegó a sus narices, pues de los nervios, el Sr. Dertleth tuvo diarrea y el interior de su nalga y muslo izquierdo, acabaron llenos de mierda liquida.

Al fin, el Sr. Dertleth, humillado, vejado, indignado, ultrajado, pero sobretodo avergonzado y asustado, empezó a hablar, sin tener que pasar por la silla ergonómica. Zaken, lanzó la orden, a través del espejo, al técnico, Bahurni, para que encendiera el micro, para que desde la sala de interrogatorios 1, pudieran escuchar como el Sr. Dertleth estaba aportando nuevos datos sobre el caso Hammerstein.

Zaken, observó al Sr. Dertleth, poco se imaginaba éste, que parte del otro sospechoso y acompañante y algunos de los que estaba delatando, pronto, iban a ser sus compañeros de patio. Si hubiese sido consciente de ello, tal vez, hubiese preferido que el disparo no hubiese sido una artimaña.