AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 11 de diciembre de 2011

¡Tocador!

Kutsuge Ginzburg se despojó de su traje de Oficial general y se introdujo en la bañera, se sumergió bajo el agua, quedando oculta por una espesa capa de espuma. Al cabo de unos segundos, su cuerpo resurgió de entre las burbujas. Escuchó un chirrido, se incorporó apresuradamente, cogió una pistola que tenía estratégicamente en la estantería donde estaban los artículos de aseo personal y con cuidado para no resbalarse, salió de la bañera.

El pelo mojado le caía por la cara y se le quedó pegado en la espalda y las mejillas. Tenía el arma apresada con sus dos manos, a la altura de su cara. Con sigilo, fue avanzando por el baño dejando tras de si un rastro líquido, hasta llegar a la puerta, permaneció inmóvil, reteniendo el aliento, intentando captar algún sonido fuera. Se descubrió desnuda ante el espejo, no pudo evitar evaluarse, detectando, que el cargo de Oficial General, empezaba a causar mella en sus caderas.

Alargó la mano, para intentar coger la bata, pero un crujido que venía del pasillo, congeló su circulación. Petrificada, indecisa, agitada, volvió a clavarse detrás de la puerta, aferrada a su arma. Empezó a temblar, pues de repente bajó la temperatura. Su aliento estaba gélido, y echaba vaho por la boca. La bombilla empezó a titilar y desprendía un zumbido. Inesperadamente, todo parecía resonar en sus oídos, indiscriminadamente, incoherentemente, confusamente, y nada parecía ser lo que era.

De repente, le entró la risa. Recordaba sus andanzas con Zaken, sus burlas cuando iban de caza y sacaba su impaciente, y se recriminó por haber caído tan bajo, sintiendo miedo por un ruidito de nada, preguntándose que haría Zaken en esos casos. Si ya conocía la respuesta, Zaken estaría en bolas, dando vueltas por todo el piso buscando que cojones debía ser el puto ruidito que la estaba importunando. Sin embargo, Ginzburg, cagada de miedo, encerrada en el baño, sin saber que hacer, permanecía elucubrando.

Con dos cojones, se asomó al pasillo. Su cara se quedó nívea, su rostro descompuesto. Sus ojos se cruzaron con la mole que había en el salón, era un ser enorme, casi de dos metros de altura, su rostro, indescriptible, a su lado, le pareció ver una niña, no, era una chica, su complexión era similar a la de Zaken, pero su rostro, era perverso, ambos eran pérfidos, y los dos la estaban desmenuzando con sus miradas depravadas. Volvió a meterse en el baño, por que era consciente que lo que estaba ocurriendo no era real, debía ser fruto de un sueño, tal vez se había resbalado al salir de la bañera y su cabeza había chocado contra el suelo, creándole esa especie de alucinación. Debía despertar.

Tenía su mejilla apoyada en la puerta. Se abrazaba a su pistola. Se giró. Apoyó su espalda contra la fría madera barnizada con un intenso y brillante tono anaranjado. Se recostó y fue bajando hasta quedarse sentada. Bajó la cabeza y empezó a golpear la pistola contra su frente. Quería despabilarse. Súbitamente, frente a ella, vio las piernas, estaban delante de ella, levantó la cabeza, y la chica chutó su pistola, proyectándola contra la pared, se disparó, el estallido retronó dentro del aseo, ensordecedoramente. El mastodonte se inclinó sobre ella y le agarró de los sobacos y la levantó y se la subió a cuestas, sobre su hombro, como si fuera una laticlave (bandas púrpuras que usaban los miembros de la orden senatorial, para cubrir verticalmente las togas romanas).

Finalmente se despertó, alguien estaba sobre ella. Su primer impulso fue defenderse de su agresor, pero le cogió de las muñecas. Estuvo forcejeando con él, entre tinieblas, no distinguía nada, sólo notaba la suavidad de sus manos mientras intentaba aprisionarla. Exasperada, lanzó patadas, y se revolvía, pero su atacante le retenía con más firmeza. Dejó de sentirse amenazada por él. La oscuridad fue disipándose. Reconoció el rostro. Zaken era quien la estaba sujetando. Reconoció su situación, estaba en casa, en su dormitorio a solas con Zaken, cubierta por una sábana. Percibía voces en el exterior. Tenía tantas preguntas, pero Zaken estaba sobre ella, ejerciendo su autoridad, y Ginzburg se sentía impotente, avergonzada, sin saber como iniciar la conversación, ansiaba pedir explicaciones, cuando seguro que eran ellos quienes esperaban algún tipo de información.

Zaken la soltó al ver que Ginzburg se había calmado y se sentó en una silla que había colocado junto a la cama. La puerta del dormitorio estaba cerrada, dándoles cierta intimidad. Ginzburg se sorprendió de su corrección. Reconocía, que Zaken, sabía estar en su sitio. Pronto, las energías fluyeron por su cuerpo, y Zaken se convirtió en una pequeña molestia que debía corregir. Igualmente, no se imaginaba por que estaban todos allí, por un simple golpe en la cabeza, pero le alegraba, que todos se hubieran organizado para apoyar a la Oficial General.

- Oficial, cuando esté preparada… - Interrumpió Zaken. – El médico forense está fuera.

- ¿Ya has matado a alguien en mi propia casa?

- No, no…

- Entonces que…

- … - Resopló. – Viene a visitarla a usted.


Ginzburg se destapó, estaba cubierta de sangre. Se alzó impetuosa de la cama y se dirigió al interruptor que había junto a la entrada del dormitorio y se encendió una intensa luz que les cegó por unos instantes. Se precipitó hasta el armario, abrió la puerta y se contempló en el espejo que había en su interior, había intensas manchas de sangre en su boca, mejillas, hombros, pechos, tripa, bajo vientre, ingles y pantorrillas. Salpicaduras. Restos de fluidos. Contusiones. Hematomas. Magulladuras. Moretones. Arañazos. Zarpazos. Raspones. Etc.

Ginzburg estaba anonadada. Boquiabierta. Se examinaba incrédula la totalidad de su cuerpo.

- ¿Alguien más lo ha visto?

- Ginzburg, relájate. Solo yo.

- ¿Qué has dicho? ¿Cómo?

- Accidente en el baño.

- ¿Y para eso un médico forense?

- ¿Has disparado tu arma?

- Accidente en el baño y punto. Te ataca, te defiendes, el huye, tu le persigues, resbalas, trastazo y quedas inconsciente. Fin de la historia. Simplemente el médico forense por si hay restos del agresor bajo tus uñas, o lo que sea, tampoco es tan sospechoso.

Ginzburg se debatía entre dejar pasar al médico o no. Parecía la víctima de una violación, pero y si lo que había visto no era una alucinación. ¿Había sido violada por un ser sobrehumano bajo la mirada de su sobrenatural compañera? Encima, Zaken lo había pintado mejor, diciendo que se había pegado un porrazo al intentar perseguir a su atacante, podía haberse callado la boca, pues si el forense la examinaba y se filtraba la noticia por la División, quedaría como una patosa, que se había quedado inconsciente y que su asaltante había aprovechado la ocasión, no sólo para herirla sino para mancillarla. ¿Por qué nadie había avisado a su ayudante Hilsenrath?

Menuda disyuntiva. Al final le dijo a Zaken que se largara y se llevara al puto médico forense de mierda con ella. Le dio las gracias por todo y sacó el móvil para llamar un taxi. Ya que le habían invadido su hogar, se buscaría una cómoda habitación de hotel donde emborracharse y ahogar las penas, tras una buena ducha. Sólo deseaba tomarse un par de tranquilizantes y con la conciencia adormilada trataría de echarse una cabezadita.

Echo una última mirada asesina a Zaken y le cerró la puerta, mientras reservaba la habitación. Volvió al armario, y empezó a revolver entre los cajones buscando algo que ponerse mientras se miraba de reojo. Colgó el móvil. Cogió unas toallitas del tocador y se aseó. Se vistió. Se peinó. El móvil sonó advirtiéndole que el taxista estaba esperándola abajo. Se echó un último vistazo en el espejo, aparentemente, no había rastro visible de lo ocurrido por encima, aunque necesitaba un buen baño de espuma. Cuando abrió la puerta, se sintió devorada por los murmullos de la concurrencia, como si todas las miradas le penetraran, como si la analizaran en busca de alguna marca, se despidió con una sonrisa, manifestando su buena salud y que estaba bien y les informó en que habitación de hotel estaría, unos jóvenes se ofrecieron para escoltarla, ella accedió, los tres, abandonaron la escena.

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