AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 18 de marzo de 2012

¡Estigma!

ESTIGMA
“El estigma, es la cavidad superior al estilo, con forma de receptáculo que recoge el polen”.

3 meses después del despertar de los muertos.
Khigal era una mujer inmensa, medía 1,80m. Era hermosa, de facciones duras, tez oscura, de pelo negro azabache que llevaba separado en varios mechones trenzados con telas brillantes de color púrpura. Tenía el iris de un color rosa intenso, oscuro, enmarcados por un grueso borde de color amarillo anaranjado resguardados bajo sus párpados enmascarados por una pegajosa sombra de ojos de color verde oliva, que morían donde nacían sus abundantes pestañas largas.
Llevaba un ligero vestido de hilo de color cremoso con flecos que llegaba hasta sus pies desnudos, ceñido en su cintura. Ajustado a la cadera, llevaba un ancho cinturón de cuero de color negro brillante, en que había grabados una serie de círculos trabados. En sus brazos estaban completamente tatuados por una serie de cuadraditos y triangulitos en alheña como dictaban las formas en el reino de Addus.
Salió a la calle, con un grupo de personas de confianza, refinadamente vestidas con sus chales de telas brillantes de tonos azulados y verdosos (con formas geométricas: círculos dorados, cuadrados rojos, triángulos negros, elipses, etc.) que cubrían sus largas túnicas de hilo, sin mangas. También llevaban los brazos ataviados con tatuajes de alheña, como Khigal. Tanto los hombres como las mujeres, llevaban largas melenas oscuras, con mechones trenzados con telas brillantes de tonos cobrizos, algunos de los hombres tenían el rostro cubierto con una barba espesa, trenzadas con las mismas telas que usaban para el pelo.
La comitiva se dirigía al centro de investigación. Pasaron por delante de la carnicería. Tanto el carnicero como sus aprendices no tenían muy buen aspecto, al igual que su mercancía, que parecía putrefacta. Una pobre mujer, que vestía una túnica de lana, cubierta por un chal de lana adornado con borlas, estaba comprando una pobre gallina, aunque ambas parecían estar más muertas que vivas. Tras comprar una oveja que respiraba con dificultad, la comitiva se separó.
Khigal siguió paseando por lo que antes fueron verdes campos. Muchos campesinos los habían perdido por culpa de los préstamos, por que habían tenido malas cosechas. Incluso los jardines, eran lamentables, pese a la abundante agua, era como si las plantas estuvieran sufriendo el ataque de un hongo o una plaga.
También paseó por delante de las escuelas, medio vacías. No se escuchaban las risas de los niños, por que los niños no tenían ganas de jugar ni de cometer travesuras. Se habían apagado los cantos animados al laborar. No se escuchaba ni el tumulto en el mercado de artesanía.
Cuando llegó con su grupo al centro de investigación, se limpiaron los pies con agua y aceite de tomillo. Con los pies purificados, accedieron a una sala, de grandes muros fabricados con ladrillo vidriado. Hermosos mosaicos adornaban los muros que rodeaban el altar con la oveja que yacía recién degollada. Khigal levantó el cáliz donde se había derramado la sangre, por encima de su cabeza, y volvió a depositarlo sobre el altar. Hundió el pulgar dentro de él y fue ungiendo los labios de los presentes Una vez, terminado el ritual, cogió el cáliz, bebiendo el contenido de un sorbo, con cara de asco.
Khigal intentaba combatir esa especie de epidemia que les había llevado a Derabppak que siempre había sido una ciudad agrícola y que gracias a sus excedentes, sus habitantes habían explorado otros oficios. Estos, por algún extraño motivo, habían caído en desgracia: malas cosechas, mortandad de animales, etc. Cuando llegó, hacía cosa de unos pocos meses, todavía había podido apreciar en los ciudadanos, el brillo en sus ojos, pero éste, poco a poco, se estaba debilitando.
Aún estando afligida, su rostro conservaba su característico gesto altivo y orgulloso. Ceñudamente se cuestionaba por que lo de la oveja no funcionaba con los de Derabppak, estaba agradecida por que por suerte era útil con ella y los de su grupo, aunque fuese algo repugnante y nauseabundo, y tuviera que practicarlo cada día. Como el ritual y el cáliz, lo había encontrado su familia en unas excavaciones, había heredado la deleitable tarea de beber la sangre de la pobre bestia ofrecida en sacrificio. Detestaba la tediosa labor de ser la cabecilla del grupo, pero aunque había caído en desgracia, la sangre de su familia seguía corriendo por sus venas.
No era feliz. No disfrutaba con esa vida que le habían impuesto. Se entretenía en su centro de investigación, junto a sus colaboradores, haciendo experimentos, que si buscando bacterias en el agua, hongos en las plantas, algún virus, plaga, etc. Se preguntaba si ella también había perdido el brillo de los ojos, tras viviseccionar y practicar autopsias, y tener la oportunidad de contemplar la intimidad de un ser viviente.
Se paseaba de un lado a otro de la sala, debatiendo con su gente, comparando los casos que habían encontrado en una ciudad y en otra. Contrastando los resultados de las pruebas. Viendo que había conseguido uno y otro. Revoloteaba ansiosa alrededor de las mesas, con un velo púrpura en forma de mascarilla, analizando cada cadáver, debidamente decapitado.
Dos de sus compañeros irrumpieron precipitadamente en la sala. Habían estado examinando la ciudad. Le comunicaron contrariados, que había empezado la fase que afectaba la natalidad. No sólo habían aparecido casos de preeclampsia, sino que también habían surgido casos de mortinatos. Concluyeron que ya no había nada que hacer. Derabppak estaba en fase terminal. Nadie podía entrar ni salir de la ciudad. Tenían que contener la epidemia. Como no habían encontrado una cura, lo único que podían hacer era evitar que se propagara, sólo les quedaba, iniciar la fase de exterminio, aunque fuera una especie en vías de extinción.
Pesarosa, mientras afilaba su espada, que se bañaría en sangre, al combatir la pandemia, se acordó de su hermana Tarish. Mucho rumores se propagaron como el polen, tras su partida, floreciendo ideas tales como que Khigal, había huido del Reino de Addus por diferencias políticas, que había sido exiliada, asesinada, incluso, brotó con fuerza , entre los murmullos, la sospecha de que había sido decapitada por su propia hermana. Reconocía la existencia de una rivalidad entre ellas, y una diferencia en contemplar el mundo, pero Khigal la amaba, y se sentía amada por ella.
Al ver Khigal sus brillantes ojos púrpura reflejados en el filo de su insaciable espada, deseó que estos se perdieran en las entrañas de quienes iniciaron la discordia. Como le hubiese gustado acallar las lenguas de los indeseables con ese instrumento rotundo e imparable, pues desde que esas lenguas de fuego comenzaron a quemarle, se había visto obligada a cumplir tediosas misiones para acortar distancias entre Tarish y ella. 
Las injurias comenzaron cuando Khigal rehusó ponerse al mando de una de las unidades del Ejército de Addus en lugar de seguir desarrollando sus experimentos científicos. Era consciente, de que había decepcionado con anterioridad a su hermana, pero sabía que en esa ocasión, era la vez que más la había defraudado. Tarish, no tardó en reponerse, pues estaba instruyendo a una salvaje del clan Berserk, a la que puso inmediatamente al mando bajo su propia supervisión. Khigal, sabía que esa ofensa, sería debidamente castigada, pues la había dejado en evidencia delante del consejo, pues pudieron apreciar una brecha en su unión que alguien podía ver como una muestra de debilidad, un punto de discordia. Pues, lo que siempre se había visto como un bloque compacto, de repente, se empezó a mirar con nuevos ojos, para poder apreciar sus grietas, y cualquiera podría aprovechar ese estado de fragilidad para intentar resquebrajar la pieza.
Tarish, en privado, sacó uñas y dientes, profiriendo ante su hermana. Le vociferó que tenía que haber asentido y callado como una puta, que si quería seguir con sus experimentos hubiera pedido audiencia y en privado se lo hubiera comentado y ella se lo hubiese concedido, la hubiese destituido por cualquier motivo, pero ella no era nadie para rehusar, había mucho en juego.
Tarish estaba tan furiosa, que la agarró por los pelos, y la arrastró por la sala, quedándole algunos pelos entre los dedos. Khigal, que creía que estaba haciendo de una nimiedad una montaña, quedó tendida boca arriba en medio de la sala, sin mediar palabra. Tarish, seguía frenética, empezó a darle puñetazos en la cara, podía contemplar como a Khigal se le había hinchado el parpado, tenía un corte en la frente, y a parte, le salía sangre por la nariz a borbotones, así que comenzó a darle patadas en el vientre, en la espalda, hasta que Tarish se calmó.
Pero Tarish sabía que eso no era suficiente, podía sentir como una espada pendía sobre su cabeza por la irreflexión de su hermana. Por una estupidez como esa, podían iniciarse las conspiraciones, podía notar como su vida corría peligro, quizás tenía que acabar con la vida de su hermana para dar ejemplo, o tal vez, tenía que purgar el consejo para evitar la muerte de su hermana, por que al fin y al cabo, era su hermana, y no quería ensuciarse las manos con su sangre. Pero quería perderla de vista una temporada, así que como había recibido noticias de una descendiente de los “Van Jur”, decidió enviar a Khigal a Balirke para que ésta la exterminara.

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