AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 25 de marzo de 2012

¡Contingencia!

Una canción se filtraba por la piel, traspasando la grasa, colándose hasta los huesos. Parte de esa canción, se había quedado en el riego sanguíneo, viajando hacía el corazón.

La luz del sol, se coló entre las láminas de madera, de la persiana veneciana, iluminando tenuemente la estancia. Sobre la cama, un cuerpo joven, esbelto, pálido, como de porcelana, yacía cubierto por las salpicaduras brillantes que se adentraban por la ventana, su desnudez parecía envuelta por un manto de estrellas, era incluso, poético.

Un ruido pausado de llaves, provenía de la puerta, el ajetreo empezó a invadir la paz del dormitorio. Un, dos, tres, cuatro, burbujeaba dentro del tuetano. Un, dos, tres, cuatro, harmoniosamente guiaba sus movimientos. Un, dos, tres, cuatro, cuando al fin, fue consciente de la musicalidad de todo su cuerpo, el diafragma impulsó el grito. Un, dos, tres, cuatro, tras un breve silencio, el ritmo estalló frenético. Su solo, había concluido.

La detective Zadjel era la última en llegar a la escena. El detective Sturgeon y la forense ya habían examinado el cadáver, pues estaban recogiendo muestras. El fotógrafo se acercó a Zadjel y le comentó las instantáneas que había capturado, y si a ella se le ocurría alguna más. Le miró como si le hablase en chino y se acercó a Sturgeon para que le pusiera en antecedentes de lo que allí había sucedido.

- ¿Noche movidita?

- No estamos aquí para hablar de mí… así qué… ¿Por qué no me dices a que nos enfrentamos?

- A un Depredador.

- Hombre… Mujer…

- Por la brutalidad, diríamos que es Hombre… pero sexualmente… diríamos que es mujer… a parte, no hay señales de lucha, es como si la víctima, lo deseara… con lo cual, no es que de repente, estuviera con una mujer y apareciera el marido, más bien, parece un ritual, una especie de ejecución consentida…

- ¿Y hay algún rastro de este hombre o mujer?

- No

- ¿Quién ha encontrado a la víctima?

- La mujer de la limpieza.

- Qué topicazo.

- ¿Sabemos a nombre de quien estaba registrada la habitación?

- Fue reservada con una tarjeta de empresa.

- Perfecto. Voy a ir abajo a saber quien estaba registrado en el hotel, y me iré a informar por si han sucedido más muertes como estas. Me gustaría que todo estuviera procesado, fotografiado, etiquetado a mi vuelta. Por cierto, Sturgeon, necesitamos testigos.

- Zadjel…

- ¿Si?

- No te olvides de pedir las videos de las cámaras de seguridad…

- ¡Por supuesto!

La Detective Zadjel bajó al hall del hotel, por las escaleras. No confiaba en los ascensores, primero, porque no le gustaban los espacios pequeños por su claustrofobia, y segundo porque no se fiaba de la tecnología. Siempre creía que en algún momento, esas cosas iban a caerse, al igual que los coches, siempre pensaba que iban a chocar, o a explotar, y eso le producía palpitaciones.

Hizo sonar una campanita que había en el mostrador, y de repente una vieja que se recolocaba el vestido, salió de la nada, tenía la boca llena de dientes, con una voz profunda y modulada, le preguntó altivamente que se le ofrecía. Zadjel le enseñó su placa y la boca de la vieja dejó de sonreirle, sus dientes, desaparecieron tras sus carnosos labios y con una voz robótica, emitió un leve gruñido. Zadjel, le ordenó que le entregara la lista de los que estuvieron alojados el día anterior. La mujer le indicó que no se la podía facilitar, que estaría infringiendo las normas del hotel, que debía presentarle una orden. Zadjel no se lo podía creer, que orden y que ocho cuartos, cogió la cabeza de la vieja y se la estampó contra el mostrador.

Finalmente, la vieja le entregó el listado de la gente registrada en el hotel.

- También necesitaría todo lo que sus cámaras grabaron la noche anterior. – añadió.

La vieja, quejumbrosa y ranqueante, desapareció por unos instantes, y reapareció con las cintas. Zadjel estaba contenta, había conseguido su propósito, así que regresó a la habitación del hotel, con Sturgeon, para mostrarle su botín.

Mientras Zadjel se iba, eufórica, con las manos llenas, la vieja temblorosa del mostrador, descolgó el teléfono, marcó un número, y cuando sonó, dejó ir:

- Hilsenrath, tenemos un problema.

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