AVISO

AVISO: Todas las historias son inventadas, todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Gándara!

Yaakov Kav y Zuhurne Zaken se disponían a salir por la puerta principal, cuando apareció la Oficial General Ginzburg, con su séquito de escoltas, bloqueándoles el paso. Les ordenó que la siguieran, y cuando les tuvo en un rincón del hall, lejos de miradas indiscretas, se interesó por sus respectivos aspirantes.

- En el archivo, Oficial General Ginzburg. – Se apresuró a contestar Yaakov Kav.

- El Sargento Kav, según la orden del día, tendría que estar en Gándara, recogiendo un sospechoso y la Suboficial Zaken, en la sala de interrogatorios 2, con el Sr. Dertleth. – Notificó la ayudante de la Oficial General Ginzburg, Itsaso Hilsenrath.

- Es cierto. – Agregó Kav. – Como el asunto Hammerstein, es de suma importancia, le he pedido a la Suboficial Zaken que me acompañe a recoger al sospechoso para asegurar su apresamiento.

- ¿Pueden enseñarme la autorización? – Exigió Itsaso Hilsenrath.

- No… - Contestó Zaken mirando directamente y sin pestañear los ojos de Ginzburg.

- ¿Comprenden que podría entenderse este acto como una muestra de insubordinación? – Apostilló Itsaso Hilsenrath.

- No… - Desafiante.

- Suboficial… - Aulló Itsaso Hilsenrath.

- ¿¡Qué!? – Rugió Zaken.

- … - La Oficial General Ginzburg contuvo a ambas e hizo un gesto para que Kav y Zaken se fueran, luego ella y su sequito prosiguieron su camino.

De camino a Gándara, Kav y Zaken no mediaron palabra. Zaken lo agradecía, aunque él, había sido el causante de la situación, pero ella era la que se había enfrentado a Hilsenrath, plantándole cara, con sus jodidos PROCEDIMIENTOS, si luego daba igual como se hiciera el trabajo, si lo que importaba eran los RESULTADOS… entonces... ¿Por qué cuestionaban su trabajo? Si a la larga… ¡Qué más daba, por que perder el tiempo con eso… ¡Daba igual! si ya se imaginaba que pronto le iba a caer el pelo, pero la lista era tan larga, que en breve se iba a quedar calva. Pero al menos, por un día se había salido con la suya y dejaría atrás el aburrimiento.
Finalmente, Gándara, un barrio hostil, en él habitaban bandas rivales que siempre estaban disputándose el territorio, siendo Rebh, Kämor y Qiris, las más conflictivas. Tal era el caos que creaban dichas bandas con sus disputas territoriales, que era casi imposible acceder dentro del barrio de forma pacífica, con lo cual, lo convertía en el lugar idóneo para refugiarse y esconderse, si se tenían contactos y algo que ofrecer a cambio.

Al llegar a la zona conflictiva, Zaken detectó que algunos miembros de las bandas ya le estaban olfateando. Zaken ya había previsto que las bandas mantuvieran sus soldados en puestos estratégicos, pues les gustaba controlar su territorio y el del enemigo, y que al entrar, ella, no era la única que había percibido su tufo a leguas, sino que ella también apestaba y por eso seguro que ya habían dado aviso de organizarle un buen recibimiento. Por suerte, Zaken contaba con la desavenencia que existía entre las tres bandas principales, y con un poco de suerte, antes se matarían entre ellos.

Kav estacionó el coche, mientras Zaken revisaba su equipo, se ajustó el casco, se abrochó el chaleco, se ciñó el cinturón y se acomodó la mochila. Finalmente, Zaken le ordenó a Kav que se marchara a una zona menos peligrosa, éste arguyó con la cabeza que no estaba conforme, pero como su rango era menor, tuvo que obedecerla, aunque a regañadientes.

Zaken lanzó por la ventanilla una granada fumígena. El coche quedó cubierto por una gran cortina de humo. Ágilmente bajó de él. Escuchó sus ronquidos mientras éste se alejaba, hasta convertirse en un bramido que fue descendiendo al doblar la esquina y que se esfumó tras un edificio. Se había quedado sola, abrazada por el humo. Zaken sabía que sin esa humareda negra, era un blanco fácil, y que pronto estaría en cada uno de los puntos de mira de las armas que la acordonaban. Pronto se dispersaría, pues nada era eterno, y el sonido de los tiros y el eco de los casquillos rebotando sobre el suelo, la arrancarían de sus pensamientos, si no reaccionaba, pues corría el peligro de convertirse en un trozo de carne, cubierto de sangre, abatido en el suelo.

Su corazón palpitaba en su sien, mientras el humo se disipaba, se abalanzó apresuradamente contra el suelo, raudamente giró sobre si misma, quedó tumbada boca abajo y vigorosamente reptó hasta esconderse tras un coche. Las balas empezaron a sonar. Los proyectiles atravesaban el coche. Los cristales caían sobre su pelo. El portal para acceder a la vivienda estaba a unos metros de ella. Gracias a los disparos, los soldados, manifestaban sus posiciones, con lo que más o menos intuía el número y la ubicación de sus adversarios.

De espaldas a los francotiradores, permanecía escondida, escudada tras el vehículo, que no resultaba muy efectivo. Algo se desplomó sobre el capó del coche y trepó sobre el techo, era un esporádico que le apuntaba a la cabeza, se miraron, pero sus rodillas se doblegaron cuando desde una de las azoteas le dispararon en el costado, Zaken no desaprovechó la ocasión y le pegó un tiro por debajo de la barbilla, provocando que parte de su masa cerebral le salpicara y fuera resbalándose, viscosamente, sobre la visera de su casco, incapacitándole la visión por un instante.

Como no podía quedarse ahí, con el casco manchado, se incorporó enérgicamente, corriendo hacia la puerta y arremetió contra ella, pero estaba atrancada, y del impulso, rebotó cayendo de culo, al mismo tiempo que alguien abría un gran boquete. Sin pensárselo dos veces, velozmente, sacó una toallita y una granada incendiaria de su mochila, frotó la visera, apuntó y lanzó el explosivo hacia la puerta, colándola por el agujero. Atronaron los gritos, repentinamente, un cuerpo en llamas derribó la puerta e iba directo a Zaken de forma acelerada, con los brazos abiertos, haciendo aspavientos, como si buscara su abrazo, pero antes de que pudiera embestirla le pegó un tiro en toda la cara que hizo que su cabeza reventara, haciendo que su cuerpo inerte se desplomara, cayendo de costado.

La calle estaba invadida por el humo y la confusión. Desde dentro del edificio empezaron a escucharse las avanzadillas de los soldados. Por fin tenía acceso por la puerta destrozada, pero lo que le esperaba tras de ella, tal vez, era demasiado intenso. La lluvia de proyectiles que venían desde los tejados, caía con fuerza sobre su cabeza, pero el hollín y la fumarada que se elevaba hacia el cielo por el incendio que había provocado en el interior, le permitía guarecerse de los francotiradores de las azoteas.

Escaló la pared del edificio hasta llegar a una de las ventanas, dio un puñetazo para romper el cristal, se hizo añicos, metió la mano dentro y accedió a la manilla de la ventana, y la abrió. Resueltamente, trepó y se coló dentro de la habitación. El fragor de las balas le rozaba. El alboroto de la carnicería, residía en el descansillo, los sorches discutían entre ellos. La bulla de los reclutas se filtraba por las paredes. Habían empezado a facilitarle el trabajo.

Expeditivamente, se abrió paso por la vivienda, apartando los muebles a empujones, atravesó el pasillo, avanzó hasta la entrada y dio una patada a otra puerta, era un mundo laberíntico lleno de puertas y más puertas. En el rellano, encontró las escaleras, brincó de peldaño a peldaño. Podía escuchar como el estrépito de los adversarios se le abalanzaba, febrilmente, por el hueco de las escaleras, como una manada de caballos desbocados en estampida.

Corrió, abriéndose paso, acrobáticamente, entre los obstáculos, apartando bicicletas, volcando un tendedero lleno de ropa, chutando pelotas y un carrito de la compra, esquivando objetos y algunos estrellándolos o empotrándolos contra las paredes estrepitosamente, provocando un estruendo que se sumaba a la bullanga que producían sus perseguidores.

Entre el ruido de la calle, con los bocinazos, las movilizaciones de los soldados, sus voceos, los rugidos de sus vehículos, sus tiroteos, disparando a ciegas al edificio y linchándose entre ellos, y la escandalera que se había montado en el interior, entre gritos, chillidos, berridos, insultos, murmullos, susurros, tiroteos, trastazos, portazos, crujidos, bufidos, impactos, porrazos, leñazos, choques, pitidos, zumbidos, recargas, descargas, detonaciones, y demás… que llegó un punto, que Zaken, apenas podía escuchar nada, casi le pasa inadvertido el tono de aviso que emitía su casco, advirtiéndole que ya se hallaba en el punto exacto donde se encontraba el sospechoso, según las informaciones recibidas por parte del confidente.

A esas alturas, a Zaken le pareció ridículo ponerse en plan sigiloso, después de haber armado la de Dios para llegar hasta allí, pero como las precauciones no eran para pasar inadvertida, más bien, para no quedarse sin sospechoso, decidió seguir la operativa para esos casos. Se agazapó delante de la puerta del apartamento, metió la mano dentro de su mochila y extrajo una cajita negra, la abrió, estaba llena de goma espuma, dentro había unas cámaras diminutas que parecían gusanos alargados.

Laboriosamente, pasó una de esas cámaras por debajo de la puerta, (puerta, puerta, puerta). para tener una visión, completa y exhaustiva del interior de la vivienda. Por lo visto había dos personas. Estaban nerviosas, ansiosas, expectantes, discutían entre ellas. Estaban atrapadas en ese cuchitril por el fuego cruzado que se había generado tanto fuera como dentro del edificio, gracias a ello, el sospechoso y el acompañante no habían tenido opción de escapar, y a Zaken se le presentaba la oportunidad de atraparlos.

Con gran parsimonia se encaminó hacia la puerta contigua. Zaken empezaba a encabronarse con tanta puertecita, asi que aprovechó la furia para enviar un regalito a los que se le aproximaban, impetuosamente y a gran celeridad por el pasillo. Se acomodó la mochila e hizo detonar su pequeño presente fragmentario a sus pies, empotrando el pequeño escuadrón de kamikazes, artísticamente, esparciendo pictóricamente sus intestinos, por las paredes que habían temblado junto al suelo, tras el zambombazo.

Ya en la puerta contigua, se agachó de nuevo, enfrascada y sin tiempo a respirar, volvió a proceder como la vez anterior, pasando la nueva cámara por debajo del umbral para inspeccionar la vivienda, entretanto, controlaba la anterior cámara, por acceso remoto. Los sujetos estaban agitados y Zaken temía que cometieran alguna locura, como salir de la vivienda o saltar por la ventana, así que tras cerciorarse que tras la puerta contigua no había nada, con gusto, la hizo añicos de una patada, y entró en la vivienda.

Tenía dos opciones, la primera era abrir un boquete en la pared a balazos y la segunda con un explosivo, como ya le había cogido el tranquillo, optó por la segunda alternativa. Desde fuera, el tumulto de los mercenarios se iba intensificando. Instaló las cargas, se resguardó en una habitación apartada y las hizo detonar. Inesperadamente, la explosión resultó ser más intensa de lo que esperaba.

No hizo falta salir de la habitación donde se había resguardado por que casi ningún tabique había quedado en pie. Zaken intuyó que el sospechoso debía haber empezado a recopilar nuevo material para un segundo atentado. Tragó saliva. Empezaba a pensar que le había salido el tiro por la culata. Se trasladó hasta la otra vivienda sorteando los escombros, intentando distinguir entre los cascotes, algún resto. Escuchó toses y un leve rumor, el sonido de las cañerías, el quejido de la estructura que iba cediendo, el suelo era inestable, y parte de él ya se había desprendido y precipitado a la planta de abajo, y allí es donde detectó movimiento.

Vivamente, se deslizó por un tubo para poder acceder a la planta inferior, pero todavía quedaba altura hasta llegar al suelo, observó que había un desnivel, se balanceó para darse impulso y poder llegar a él de un saltó. Cuando cayó sobre la superficie, una capa de hollín la envolvió, cegándola por unos momentos. Escuchó un chasquido, desenfundó, recapacitó, prefirió agazaparse y reptar para esquivar la barra de hierro que súbitamente le venía por detrás y percutió atronadoramente contra la superficie levantando más tizne y suciedad.

Con la visera pringada, apenas podía distinguir nada, con lo que decidió usar las manos y medir sus fuerzas. Todavía el jaleo los rodeaba, con lo que apenas podía aprovecharse de ninguno de sus sentidos. Era consciente que si intentaba limpiar la visera con el guante mugriento, ba a ser peor, así que ni lo intentó. Se puso en guardia, cegata y sorda, proyectando, livianamente, potentes patadas y puñetazos al aire, sin que nadie se quejara.

De repente sintió como un aire y pudo interceptar un brazo, lo agarró y consiguió que su propietario se arrodillara ante ella. Se quitó el casco y le dio un cascazo para calmarlo. Aprovechó que tenía la situación controlada, para sacar una toallita de la mochila y aderezarse. Visualizó los datos y el sujeto, no era el sospechoso. Pero por las imágenes almacenadas por el video, era el acompañante. Lo abofeteó para reanimarlo y le preguntó donde estaba el otro, y éste le señaló que arriba.

Zaken atizó un eficaz puñetazo a su presa que hizo que su mandíbula retemblara y quedara inconsciente. Extrajo de la mochila unas tiras y la maniató de pies y manos y se la subió a cuestas. Con el peso muerto encima, regresó a la planta superior, escalando. Escuchó un quejido que venía de atrás, por lo visto, un alambre que sobresalía, arañó la espalda de su prisionero, provocándole una profunda herida.

Al fin, de regreso a la planta de arriba, empezó a rebuscar entre los deshechos, mientras imaginaba lo sencillo que sería reventarle la cara y hacerle pasar por el sospechoso. Por fin lo encontró, estaba vivo, tenía media cara arrancada, las piernas las tenía destrozadas, y el brazo lo tenía atrapado, aplastado bajo una viga. Desenfundó y disparó. Quebró el hueso y, aplicadamente, desgajó el resto de carne hasta liberarlo. El sujeto que llevaba a cuestas dejó de removerse.

Aviso por radio a Kav para que la sacara de allí pues ya había cazado al sospechoso más un bonus extra. En la planta inferior, volvió a escucharse movimiento, pronto fue interrumpida por un escuadrón que fue tomando posiciones entre los cascajos. Zaken ocultó los prisioneros entre los escombros para que no fueran heridos por las balas. Volvió a examinar su mochila con la esperanza de encontrar una granada de gas, ya que la estructura era inestable, pero empezaba a recordar que no las había metido. Decidió lanzar una ofensiva. Tras la explosión, el suelo donde estaban se inclinó, uno de los prisioneros empezó a deslizarse, hasta que Zaken lo interceptó y lo volvió a colocar donde estaba.

Kav contactó con ella, estaba preparado. Impaciente, les lanzó un par de granadas fragmentarias y una fumígena, mientras vaciaba el cargador y se subía a cuestas los dos prisioneros. Se sacó la pequeña pantalla del bolsillo de la mochila, donde indicaba la ubicación de Kav, resguardada por el humo, fue a avanzando con largas zancadas hacia una ventana.

Afuera los disparos habían disminuido. Pero cuando sacó la cabeza por la ventana, los tiros se intensificaron, alertando de su posición a los de dentro, que también empezaron a tirotearle. Alertó a Kav, entretanto despotricaba, irritada devolvía disparos y colocaba cargas explosivas por todas partes y se hacía a un lado. Cuando estuvo resguarda, detonó las cargas. Hubo una gran explosión que hizo desaparecer la fachada del edificio, gran parte del escuadrón que la estaba acechando quedó sepultada bajo el derribo. Con mala saña, lanzó una última granada ofensiva al resto que quedaba en pie en el interior, su sangre se aplicó en los muros, parecía un gotelé dadaísta.

Cuando corría cuesta abajo a trompicones entre los escombros, esquivó, intrépidamente, la bicicleta y el carrito de la compra chamuscado, se preguntaba si eran los mismos. Grandes llamaradas de fuego se levantaban hacia el cielo, impidiendo que desde las azoteas pudieran ubicarla. El Humo negro estaba por todas partes, invadía la calle. Los soldados de las azoteas, abandonaban sus puestos y se dirigían hacia el edificio derribado que se había convertido en una puerta hacia las profundidades del averno, por la que estaba huyendo y rehuyendo de los depredadores demoníacos que asomaban por el borde, sorteando sus diabólicas extremidades que intentaban apresarla usando sus vísceras como lazos, para arrastrarla hasta la boca del infierno, podía ver sus acerados dientes, y su escabrosa garganta, que conducía hacía el lóbrego Báratro.

Zaken se dio un último impulso hasta el coche, pegó un salto, chocando contra el capó, y se deslizó hasta dejarse caer hacía la puerta del copiloto. Inesperadamente, se desató una tormenta de balas que venía de los soldados que ya habían llegado hasta la calle y se abalanzaban hasta ellos. De cuclillas, se encaminó hacía la puerta de atrás, protegiendo con su cuerpo al sospechoso, que era el que más le importaba. Cuando llegó hasta allí, abrió la puerta y los arrojó a ambos. Los tiros silbaban a su alrededor e impactaban sobre ella. Volvió sobre sus pasos hacia la puerta del copiloto que abrió para acceder dentro del vehículo.

- Por cierto... Luego… podemos cenar juntos…- Insinuó Kav.
- Mmmm… Otro día… hoy cenaré en casa.
- Me lo debes… ¡Mira como está el coche!
- Kav, tu eres el que conduces... yo no...

La bulliciosa y desolada Gándara quedaba atrás con sus batallas cámpales originadas en un mar de sangre bajo un oscuro manto negro desgarrado por las deflagraciones. Delante, se reanudaba un apacible viaje de regreso a las rutinas de la División y en su interior, en una apagada habitación, hallaría, en un reflejo, su aburrimiento, diligente, perseverante...
...vigilante...

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